El film comienza con Katherine Railly esposada, sola, en una sala de interrogatorio. La luz titila y se siente el vacío y la impotencia de ella. Sus gritos desaforados retumban en el lugar. Mira a todos lados con los ojos desorbitados, eufórica. Lo único que quiere es ser escuchada. Entre sus gritos se puede distinguir una idea que se repite una y otra vez: "¡Vamos a morir todos! ¡Estamos muertos! ¡El virus se expandirá y llegará nuestro fin!".
Por la ventana la observa el teniente Halperin (Chris Meloni), quien mira la escena desconcertado, tratando de entender qué la llevó a este estado. Él la recuerda como alguien muy diferente y no comprende cómo terminó así. En ese momento llega el detective Ross a su lado, le entrega un café y mira a través del vidrio.
—Así que ella es de quien hablabas tanto.
—Sí —responde Halperin, sin apartar la vista.
—Y tú que querías invitarla a cenar... —agrega Ross con una sonrisa burlona.
Halperin lo mira con seriedad.
—¿Entramos? —pregunta Ross.
—Esto quiero hacerlo yo —contesta Halperin.
Halperin toma un expediente, un sorbo de café y entra a la habitación. Los gritos de la doctora Railly se detienen de golpe al verlo entrar. Ella lo observa con extrañeza y dice:
—Por fin... Pensé que nadie quería escuchar.

Halperin se presenta y le dice:
—No se si me recuerda pero soy quien conversó con usted sobre su secuestro y recibí la bala que extrajo de James Cole, la cual es imposible que fuera disparada en nuestra época.
Railly lo observa, parece más tranquila al reconocerle. Halperin se sienta frente a ella.
—Bueno, doctora Railly, como le decía, fui el encargado de la investigación durante su secuestro. Recibí la bala que extrajo de su captor y todavía no entiendo cómo llegó al cuerpo de Cole. Ahora lo tenemos en la morgue y estamos a la espera de los resultados. Antes de enviarlo, alcancé a verlo. Y, como usted afirmó, tiene una herida de bala en la pierna que podría coincidir con lo que declaró.

La doctora escucha atentamente y, con una voz sutil, dice:
—Me acuerdo de usted. Usted me tomo declaracion y yo le dije que venia del futuro y que estaba desiquilibrado mentalmente-dice mirando al suelo con un tono de tristeza y equivocacion- tambien fue usted quien me llamó para decirme que la bala había sido disparada más o menos en 1917.
Incomodada por sus grilletes, mira a Halperin en silencio. Él nota su malestar, se levanta, saca las llaves de su bolsillo y la libera.
—Gracias —dice Railly.
Halperin saca un paquete de cigarrillos y le ofrece uno.
—Nunca quise fumar porque pensaba que me mataría —dice ella, tomando el cigarro—. Pero después de conocer a James Cole, ya no tiene sentido.
Prende el cigarro, tose un poco y comienza a fumar.
—Es mi primera vez —confiesa—. Nunca entendí por qué la gente fumaba, pero ahora lo comprendo. Al igual que usted, entenderá.
Halperin responde:
—Por eso estoy aquí, doctora. Quiero entender.
Railly toma otra bocanada de humo y agrega:
—James siempre decía que esto ya había sucedido, que no se podía cambiar. El presente, esta conversación, todo... ya pasó. En unos meses, dejaremos de existir.
Halperin la observa con atención. Saca una foto de su portafolio: es la imagen de James Cole desnudo durante la Primera Guerra Mundial. Railly la mira y comprende. Halperin se levanta y, al salir, le pide a Ross que busque el informe forense de Cole para quedarse a solas con Railly. Ross, a regañadientes, acepta y los deja.
Halperin regresa y le dice:
—Ahora podemos hablar.
—¿Usted me cree? —pregunta Railly.
—A estas alturas, no sé qué creer, pero los hechos son los hechos. Quiero que me cuente todo.
La doctora comienza a relatar con lujo de detalles todo lo ocurrido en la primera parte. Halperin escucha con atención. Al finalizar, le pregunta:
—¿Peters? ¿Dónde está?
—Se nos escapó. Si no fuera por ustedes, Cole habría cambiado el futuro.
Halperin, visiblemente perturbado, pregunta:
—¿Pero aún hay tiempo? ¿Podemos detenerlo?
—En este momento, va viajando en el avión. Podríamos detenerlo, pero... es imposible cambiar el futuro. Su misión era obtener el virus en su versión pura antes de que mutara. Nunca habló de poder cambiar las cosas, y fue eso lo que más lo atormentaba.
Halperin, convencido pero claramente frustrado, se levanta. Su actitud deja en claro que no puede aceptar su destino.
La doctora Railly lo mira y le pregunta:
—¿Qué es lo que vamos a hacer?
Halperin, con el rostro tenso y la mirada fija en el suelo, respira profundamente antes de contestar. Finalmente, levanta los ojos hacia la doctora y dice con determinación:
—Lo que podamos, doctora. Lo que podamos.
Este relato podría haber sido un excelente comienzo para una secuela de este film, que para mí es una auténtica obra maestra. ¿Qué les parece? Si quedaron con ganas de más, puedo continuar desarrollando la historia. Agradezco esta instancia y el desafío que supuso, realmente lo disfruté. Espero de corazón que les guste.
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