Que maravilla de serie fue Better Call Saul y cómo la extraño. Al margen de los personajes, la estructura que eligieron para contar la historia y todo el camino allanado por Breaking Bad, recuerdo que el mundillo judicial estaba muy bien trabajado y un recurso habitual era mostrar las discusiones entre fiscales y abogados antes de entrar en sesión, es decir, las negociaciones previas a los juicios, incluso a la solicitud de penas. Usaban frases para tratar de persuadir o demostrar con sinceridad las virtudes del propio argumento o los puntos débiles del ajeno, café o cerveza de por medio, en ambiente neutral y a veces en reuniones extraoficiales. El Spin off de Breaking Bad, resultó por momentos superador en relación a la primera creación de Vince Gilligan y Peter Gould y comparte estas características del ambiente jurídico con Juror #2, lo último del maestro Clint Eastwood, estrenado directamente en plataformas. Este es un drama judicial con elementos de suspenso que está muy bien a pesar de que el guión parece algo rebuscado. Piensen que después de tantas películas, y algunas realmente buenas, el drama judicial es un subgénero con fanáticos y tiene sus mejores entregas en los que incluyen la decisión de doce personas –en principio– neutrales.
El film se enmarca durante el juicio por jurado del Estado de Georgia contra James Sythe (Gabriel Basso), acusado de matar a su novia Kendall (Francesca Eastwood, hija de Clint). El personaje principal es Justin Kemp (Nicholas Hoult), un periodista que es citado como miembro y queda seleccionado en la ronda previa junto a otras once personas dónde fiscalía y defensa los aceptan o rechazan en sus roles. El tipo espera su primer hijo con Allison (Zoey Deutch) y hace unos cuatro años que asiste a un grupo de alcohólicos anónimos; el mismo tiempo que lleva sobrio con la ayuda de su padrino Larry (Kiefer Sutherland), que además es abogado.
Si bien el caso tuvo cierto revuelo en el Estado, Justin no había escuchado nada al respecto. El día uno, mientras comienza el relato de los hechos, nuestro personaje, el jurado número 2, se da cuenta que no solo estuvo allí durante la muerte de Kendall sino que estuvo involucrado de lleno en el siniestro: él la mató, solo que se está enterando ahora.
Acá pasa algo porque apenas van 25 minutos de película y ya sabemos que uno de los jurados es el responsable del asesinato. ¿Renuncia a su rol? no, sería una confesión y tampoco tiene una buena coartada a pesar de haber avisado sobre el tercer trimestre del embarazo de riesgo de su esposa. Entonces –y contra todo pronóstico– decide expiar su pecado planteando, al menos, el beneficio de la duda sobre el episodio cuando el resto del equipo se inclina por confirmar que a Kendall la mató su pareja. Entonces Justin se pregunta: ¿podemos afirmar que este tipo mató a su novia o nos faltan datos para hacerlo? El resultado se veía venir: once votos contra uno, no hay veredicto. A arremangarse y discutir, como manda el sistema.
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Hay que hacer una pausa y notar que la referencia del once contra uno, remite a la ópera prima del gigante de Sidney Lumet, 12 angry men en la que Henry Fonda se manifiesta en contra de la pena de muerte hacia un joven, dado que, con lo que tienen, no alcanza para decidir sobre su vida y hay que tomarse el rol muy en serio. Después Lumet volvió al subgénero con otros trabajos y El Cine (así en mayúsculas) se encargó de hacer lo propio con buenas y malas entregas. En definitiva, un género que gusta mucho porque habilita la posibilidad de que tu vida dependa de doce personas encerradas en una habituación durante unas horas o varios días. Persuasiones en el mejor de los casos, amenazas en el peor. Además y tal vez lo más interesante es que “la objetividad” solicitada es inalcanzable porque los votos están atravesados por la subjetividad y la historia de cada jurado.
Ojo, una discusión violenta, un testigo del hecho y un prontuario bastante bravo, no ayudan al acusado pero el tipo es inocente, su abogado está seguro, la fiscal empieza a dudar y el propio asesino convence poco a poco al resto del jurado de que faltan pruebas y ahora todo está más parejo.
El buen trabajo del film tiene que ver con las actuaciones (Toni Collette como la fiscal y el abogado de defensor, Chris Messina, se lucen), el guión imbricado y con este planteo que carcome la mente de Justin, porque en vez de darle para adelante con la opinión del resto de los once miembros sobre la culpabilidad del novio de la víctima, su conciencia –y su pasado– le juegan en contra y decide revisar los hechos porque a él no lo convencen las pruebas. Bien, acá el dilema del tipo honesto que dice: no voy a contar todo, pero al menos tratemos de ayudar al pobre tipo que no mató a su novia (no sin antes cerciorarse sobre la pena que le correspondería a él de confesar su vínculo con la muerte de la chica).
Ahora bien, y esto queda entre nosotros ¿es realmente honesto? está callando lo más importante y alcanza una confesión para que no haya juicio y se haga justicia. Puede que alguna que otra cosa le atenúe la pena, aunque un alcohólico en recuperación, saliendo de un bar…está difícil.
El jurado resulta compuesto de varias personas, y una de ellas detective retirado (J.K. Simmons), sumado a una chica que está cursando tercer año de medicina y otra amante de los casos policiales irán evaluando lo obtenido y llegarán a una conclusión: Las pruebas que tenemos hasta ahora no pueden confirmar que el acusado haya asesinado a su novia, pero además no hay tal objeto contundente con el que dicen que la mató y las lesiones coinciden más con un atropello y fuga que con otra cosa. Parece que a la policía no le gusta el papeleo y falló en su hipótesis o hizo la vista gorda y el único testigo fue presionado, además de que el peritaje fue a desgano ¿suena mucho? Tal vez, pero puede pasar y las intenciones de que algo decantara por sí sólo empiezan a trabarse.
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El hecho databa de un año atrás, cuando estaban por cumplirse tres desde la última vez que Justin había tomado alcohol, ese día, luego de la pérdida del embarazo de mellizos de su esposa estuvo a punto de una recaída pero se supo contener. Durante la vuelta a su casa y bajo una lluvia torrencial, algo golpea en su auto. Para, mira, no ve nada más que un cartel de ciervos sueltos y los daños en su camioneta. Se asoma a un lado, se asoma al otro, mira hasta donde puede, no encuentra nada. Se sube a su camioneta y vuelve a su casa, su razonamiento fue: Le pegué a un venado.
La película muestra los hechos y que el público decida culpabilidades, de alguna manera está enriqueciendo el debate: Ese es el plano con la silla vacía el día que el jurado tiene que dar el veredicto, porque no iba a ser de otra forma: la hija del matrimonio nace justo el día de la última votación. Ausente con aviso para el #2 y se suma el público a la votación.
La película presenta los hechos una y otra vez, primero por la memoria de unos y luego por las narraciones de testigos y acusados. Esos flashbacks van y vienen en la cabeza de Justin que empieza una lucha interna y su propia balanza a inclinarse. El detective mete la nariz más de la cuenta y comete desacato, pero todo ayuda a la fiscal que sonríe para afuera pero lucha para adentro, igual que Justin y su esposa.
Hay una parte de esta historia que se escribe con miradas, incluso el final. Ese trabajo está bien resuelto, porque respondiendo un poco a la pregunta de arriba: callar sabiendo es mentir.
La charla entre sugerencias después de que a la fiscal le cae la ficha de todo es interesante, la manera en la que Justin le confiesa también. Ahora es ella la que tiene que ver si el logro que confirmó su ascenso a Fiscal de Distrito le permite dormir tranquila.
En cuanto al manejo del suspenso, como manda el manual, no escatima en la proporción de datos al espectador sino solo con los que le llegan a los personajes, logrando la captación del público que espera una resolución al dilema moral que se plantea: ¿verdad o justicia?
Creo que entre los grandes aciertos están las actuaciones y el manejo de Eastwood en dirección; el guión resulta algo enroscado en la medida que no busca resolver sino todo el tiempo aportar datos sobre la lucha interna de cada personaje y el porqué de su voto o su accionar. Con lo que elijan quedarte va a sumar porque cada personaje tiene una historia sobre su decisión y qué fibra le toca el crimen. Vote lo que vote.
Bueno, entre mi pasado me condena y la gente puede cambiar, pasás a ser tu propio enemigo y la culpa te come adentro. Porque, en el fondo, sigue siendo una película de Eastwood, donde más vale dormir tranquilo que vivir con el tormento ¿o no?
Galarina
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