Cuatro décadas sin François Truffaut, parte 1

El próximo mes, exactamente el día 21 de octubre, se cumplirán cuarenta años de la muerte -demasiado temprana- de uno de los más grandes directores de cine y uno de los más queridos por muchos de nosotros los cinéfilos, no solamente por haber hecho tantas y tantas películas hermosas sino además porque fue él nuestro guía temprano en esto de amar el cine. Octubre de 2024, entonces, debería ser un mes para recordar a François Truffaut y para volver a ver su obra, esa que hizo a velocidad aproximada de una película por año y con verdadera sensibilidad -mucho antes de que esta palabra fuera degradada a fuerza de abuso de repetición- para trabajar cinematográficamente con emociones. Por mi parte, este es el primero de dos artículos sobre él. Ojalá vengan muchos más por parte de otros cinéfilos que le deben tanto a su cine, a su escritura y a su amor devocional -y a la vez siempre lúcido y nunca fanático- por las películas.

I

Autobiografía

Diálogo de El amor en fuga (1979)

Antoine Doinel: “Una novela un poco autobiográfica pero una novela, ... con tres personajes hice uno…”

Colette: “Me gusta lo que escribe pero creo que sólo será un verdadero novelista si construye una historia inventada, a partir de su imaginación.”

Antoine: “Ya está, ya tengo el título, será una verdadera novela. Es la historia de un tipo que sale del baño y quiere llamar por teléfono, ve a un tipo que está hablando muy enojado…”

La “historia inventada”, lo sabremos poco después, resultará finalmente la forma en que Antoine (Jean-Pierre Léaud) había conocido y se había enamorado de Sabine (Dorothée). Así, en El amor en fuga, última película de la serie Antoine Doinel -iniciada con Los 400 golpes (1959), y seguida por el mediometraje Antoine y Colette (1962), y luego por Besos robados (1968) y Domicilio conyugal (1970)- Truffaut, a través del personaje interpretado por Jean-Pierre Léaud, plantea el arte como indespegable, inseparable de lo (auto)biográfico, característica que recorre casi toda o toda su producción, aunque en diversa medida. Esta cualidad de la obra de Truffaut la podemos encontrar en diversos directores, como por ejemplo en Woody Allen, en Federico Fellini y aún con más intensidad en Nanni Moretti. De todos modos, lo autobiográfico en Truffaut no tiene que ver con rodar películas enteras sobre sucesos de su vida, sino con mezclar e introducir pequeñas manías, anécdotas, ideas, obsesiones, la mayoría de las veces reformuladas, como lo hace Antoine Doinel en su novela Los líos del amor.

II

Emoción, obsesión y piernas

“En algún sentido, Zéro de conduite parece mucho más singular e insólita L'Atalante puesto que que las obras maestras que versan sobre la infancia tanto en literatura como en cine pueden contarse con los dedos de la mano. Nos emocionan por partida doble, ya que a la emoción estética se añade una emoción biográfica, personal e íntima.” Eso decía Truffaut sobre dos películas del cine imprescindible -y breve, demasiado breve- de Jean Vigo, que murió a los veintinueve años, en 1934.

Truffaut nació un 6 de febrero, el de 1932, en París. Pocos años más tarde desarrollaría una muy intensa pasión/obsesión las piernas femeninas. Frente a realizadores “de pechos” como Fellini o incluso Russ Meyer, Truffaut es, con Buñuel, un cineasta de las piernas y los pies. Su cortometraje Les Mistons (1957) empieza con Bernadette Lafont andando en bicicleta, pollera al viento, piernas visibles. En Los 400 golpes la madre de Antoine se saca las medias delante de su hijo en una actitud equívoca, quizás provocativa. En un flashback de Bertrand, El hombre amaba a las mujeres (1977), su madre se pasea con portaligas, mientras él lee libros. En La piel dulce (1964), la azafata Nicole Chomette (Françoise Dorléac) se cambia los zapatos-en el avión- detrás de una cortina que permite ver sus pies. Truffaut muestra esto con detalle, para hacer luego un travelling por el pasillo de un hotel mostrando zapatos. En La piel dulce, Pierre Lachenay (Jean Desailly), se desilusiona al ver a su amante vestida con pantalones. Están viajando en auto. Al parar en una estación de servicio, ella se tirará hacia el asiento de atrás para buscar una pollera, y Truffaut mostrará en contundente primer plano el extremo superior de las piernas de la chica. En La noche americana (1973), Alphonse (Jean-Pierre Léaud) le pide a Lilian (Dani), su novia y script girl de “Je vous présente Paméla” que camine delante de él así puede verla. En El hombre que amaba a las mujeres, el trasero de la baby-sitter mientras camina será objeto de un travelling en extremo detallista. Truffaut nunca llegaría tan lejos con la obsesión y la devoción por las piernas femeninas como con esa película, que comienza con el entierro de Bertrand (Charles Denner). La cámara toma el punto de vista del cajón, mientras Genevieve (Brigitte Fossey) dice "Bertrand está bien situado para mirar por última vez lo que más apreciaba en nosotras", como el propio Bertrand decía: “las piernas de la mujer son compases que recorren la tierra en todas direcciones dándole equilibrio y armonía”.

III

El mar, la libertad, el cine.

Truffaut concurre a diversas escuelas, de las que se escapa con asiduidad con su amigo Robert Lachenay. A los catorce años deja el colegio y comienza a trabajar en empleos ocasionales; a los dieciséis se va de la casa de sus padres. Y el cine, siempre el cine: “Experimentaba una gran necesidad de entrar dentro de las películas y lo conseguía acercándome más y más a la pantalla para así abstraerme del resto de la sala. / Mis primeras doscientas películas las vi en estado de clandestinidad, gracias a que me rateaba de la escuela o entrando en el cine sin pagar. / Siempre iba al cine con cargo de conciencia. Porque iba al cine en lugar de ir al colegio. O porque iba al cine de noche, cuando mis padres iban al teatro o salían a otro lado.” Antoine Doinel, en Los 400 golpes, se escapa de la escuela, va al cine con su amigo René Bigey (Patrick Auffay), y roban una foto de Harriet Andersson en Un verano con Monika de Ingmar Bergman. Cuando los padres de Antoine se cansen de sus huidas del hogar y demás (algún robo inocente), lo harán encerrar en un reformatorio, de donde escapará hasta llegar a concretar su sueño, ese que se convirtió en una de las imágenes más famosas, pregnantes y citadas de la historia del cine. André Bazin, crítico, rescatará a Truffaut del reformatorio al que lo habían enviado sus padres luego de unos problemas relativos a un cineclub que había fundado. A partir de ahí Truffaut empezará a organizar -por encargo de Bazin- funciones de cineclub y más tarde a escribir en Cahiers du Cinéma y en otras revistas. Comenzaba a vivir en, para, por y del cine.

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Viviana Bianco
Me gustó tu artículo. Te invito a leer el mío y regalarme un like. https://www.peliplat.com/es/article/10023136/La-Belleza-de-lo-oscuro
10:29 30 de septiembre de 2024
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