Inception: el juego Onírico de Nolan

Christopher Nolan se caracteriza por ser un cineasta “prestidigitador”, siempre jugando con la mente y las emociones del espectador. Sus obras están llenas de misticismo e historias plagadas de enigmas humanos y controversia social, de locura existencial y magia escénica.

Y entre esa vorágine de colores y sonidos, se encuentra Inception (El Origen, en español), en la cumbre del truco fílmico, que nos hace pensar y repensar, e incluso leer teorías sobre la verdad y la mentira de su planteamiento, que, aunque ficticio, parece tan real que nos engaña como a niños ingenuos.

Inception es una de esas películas que mueve nuestras fibras emocionales y nos hace temblar, y al mismo tiempo ataca nuestra capacidad intelectual si tratamos de "entenderla", pero que en un ejercicio sumamente placentero, podríamos dedicarle horas y semanas.

Tal como se plantea en el mundo onírico, la capa más superficial del film es una historia bastante sencilla de conspiración y espionaje empresarial, con escenas de acción perfectamente logradas, ubicándonos en un mundo en el cual es posible “compartir los sueños”, y por ello (y como sucede en toda historia distópica) la influencia del dinero y el poder se apoderan de la tecnología; tecnología que además, no se preocupan en explicar, porque ESO NO ES lo importante aquí.

Lo importante y profundamente conmovedor, y que hace a Inception una de esas películas que marcaron mi forma de entender a un Director particular, es la psique humana del sueño: ¿qué es real y qué no? ¿hasta donde llega la ilusión? ¿Quiénes somos?

Nolan nos pasea por un extraordinario paisaje onírico, y nos instruye sobre varios niveles del sueño (dato cierto además), pero advirtiéndonos: No juegues con tus sueños, no te apegues demasiado a ellos o quedarás atrapado en un “limbo”, en un ciclo eterno, donde puedes olvidar la realidad “Real”… Pero ¿cuál es esta “realidad”? Y es aquí donde el cineasta nos balancea de un nivel a otro hasta perdernos en ese "laberinto" que es la Vida misma.

Su técnica es limpia y precisa, nada está fuera de lugar, e incluso la música continua y en muchas ocasiones en creciente intensidad, mantienes a nuestra mente en ese estado de sueño perpetuo; como si nos estuviera diciendo que el mismo cine es parte de una ilusión que engaña nuestros sentidos. Y ¿qué es la vida sino una continua película en movimiento? Una ilusión avisada, un estado de conciencia inconsciente…

Con actuaciones brillantes y pulcras que logran adentrarnos en una dinámica volátil, entre el desespero humano por ser libres, el amor, la comprensión y la búsqueda de trascendencia individual, de poder ser “humanos” y entender el significado de nuestra existencia. Todo se ajusta al juego mental que nos presenta Nolan, a esa geometría imposible que nuestro cerebro físico no es capaz de procesar. Ese es su objetivo.

Inception es y seguirá siendo una obra fílmica que rebasa las convenciones, que nos lleva a enfocar la atención en cada detalle, en cada rincón de ese espacio transdimensional que es el mundo más íntimo de nuestro Yo: los Sueños.

Es una de las películas que más recomiendo en la vida, no sólo por su brillante y magnífica puesta en escena y ejecución, sino porque nos mete de lleno en el incomprendido Universo de nuestra propia mente.