El Gran Hotel Budapest: hoteles y civilización
Viajar es el mejor remedio para la enfermedad del nacionalismo, lo sabía y lo decía -con mejor forma- Pío Baroja. Viajando se aprende, se conocen gentes y lugares. Se nos obliga a salir de nuestros ombligos. Y viajando, además, se conocen hoteles. Lugares de paso, claro, menos para los que viven en ellos. Si uno aprendió a leer con historietas (que no cómics, en los setenta) como Patoruzú, podía hasta pensar que era más o menos frecuente que hubiera gente que vivía en ellos de forma permanente.