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Kanji Watanabe, un burócrata veterano atrapado en una existencia monótona, se entera de que tiene cáncer terminal y que solo le quedan unos meses de vida. Esta noticia impactante lo obliga a reflexionar sobre el vacío de su vida, que ha pasado sin parar moviendo papeles sin sentido. Inicialmente consumido por la desesperación, Kanji se embarca en un viaje para recuperar su propósito, buscando la realización a través de noches de indulgencia y compañía.
Una vez más, Kurosawa se caga en las estructuras clásicas y sale victorioso. En esta película Takashi Shimura deja la vida interpretando a un triste señor Watanabe, un solitario empleado estatal que descubre que debido a un cáncer solo le quedan unos meses de vida. Esto lo lleva a pasar por diferentes etapas en las que busca una razón para vivir o algo que lo consuele de alguna forma en un intento por afrontar su pronta muerte. Similar a como sucede con la reciente Soul, de Pixar, Ikiru (que se traduciría simplemente como "Vivir") es una película que te lleva a reflexionar sobre la muerte, pero también sobre la vida, que te recuerda lo bueno e importante de vivir al hacerte pensar en cómo te sentirías si supieras que estás cerca de morir, ¿estarías feliz yéndote en tu situación actual?, ¿pensarías que lo que hiciste durante tu vida valió la pena?, ¿a esa altura hay chance de cambiar algo como para irse más tranquilo? E incluso aunque no tuvieras los días contados, se mantiene la pregunta de cómo te encontrará la muerte el día que llegue. La trama va evitando caer en la ingenuidad de resoluciones demasiado positivas, no teme ser cruda en algunas cuestiones, pero a la vez se balancea para no acabar siendo algo desesperanzadora. Todo de la mano de una carga emotiva que sabe cuándo aparecer con fuerza pero también con sencillez. Ikiru es otra obra maestra de Kurosawa que envejeció increíblemente bien y que debería ser bastante más recordada dentro de su excelsa filmografía, al punto que algunos hasta la consideran su mejor película, yo no me atrevería a nombrar una suya como la mejor, pero sin dudas Ikiru es por mucho la más emotiva, y tal vez también la más reflexiva.