Todo fue Intentado, Nada se Logró: Double Indemnity, la película del Villano

“Yo lo maté, Keyes. Lo hice por dinero. Y por una mujer. No obtuve el dinero. Tampoco a la mujer”.

- Walter Neff (Fred MacMurray) en Pacto Siniesto (Double Indemnity), 1944.

Si bien el concepto de héroes/protagonistas y villanos/antagonistas siempre ha sido común, quizás es el film noir uno de los subgéneros cinematográficos donde (para variar) se ha hablado en términos cuya ambigüedad termina en malentendidos. Primero que nada: el film noir no es estrictamente un género, sino más bien un estilo. Tanto es así, que en Estados Unidos se hablaba de “Double Indemnity”, “In a Lonely Place” o “The Stange Love of Martha Ivers” no como noirs, sino como melodramas. Si bien varios directores y guionistas encontraban puntos en común, como la fotografía de claroscuro, el análisis psicológico profundo de sus personajes y una trama que involucre (aunque no necesariamente es el eje principal) el crimen, el cine estadounidense que hoy conocemos como noir es muy diverso como para envolverlo en un solo término.

Y es que, así como recurrimos a la vastedad de lo que permite que mencionemos como noir, es también dentro de esa casi imprecisión que hablamos de héroes y villanos. Sin embargo, dentro de todo a lo que damos esos títulos, son bastantes las películas noir que, con maestría siguen los pasos de un Protagonista que es, al mismo tiempo, el villano, en tanto es quien ejecuta las acciones más moralmente cuestionables en toda la historia, como lo es el crimen pasional al que el personaje principal de “Double Indemnity” se ve arrastrado.

Si bien se suele popularizar hablar de cómo sería una película/libro/historia sea cual sea, si se contara desde la perspectiva del villano, la respuesta, sin duda alguna, es Double Indemnity, de 1944, dirigida por Billy Wilder, uno de los gigantes de su época, que unos años después haría Sunset Boulveard y The Apartment, y contando con una de las mejores interpretaciones de Barbara Stanwyck como una poderosa femme fatale y de Edward G. Robinson como el jefe de una compañía de seguros, junto al ya mencionado Fred MacMurray, que en el film tiene la misma profesión que Robinson, pero es seducido a un camino tan atractivo como doloroso.

Se basa en la novela homónima de James M. Caine, uno de los más grandes autores de novela negra estadounidense de los años 30's. Llamada en español “Perdición” o “Pacto de Sangre”, su título original hace referencia a una cláusula de los seguros de vida, en que establece que, si el titular sufre un siniestro, la persona beneficiaria recibirá una Doble Indemnización; es decir, el doble del dinero pagado por el seguro. Y es esta cláusula la que provoca en Phyllis Dietrichson (Stanwyck) el deseo de comenzar un plan para matar dos pájaros de un tiro: asegurar su futuro financiero y deshacerse de su marido.

Y quien le presenta la oferta del seguro de vida, Walter Neff, termina siendo parte esencial del plan para acabar con el Señor Dietrichson. Así, envuelto en su amor por Phyllis, se convierte en un personaje cuyo nuevo objetivo es hacer que un asesinato parezca un accidente, o un suicidio. En cuanto fallece la víctima, Robinson comienza una ardua investigación por encontrar al asesino, a quien no identifica a pesar de tenerlo en frente a diario. Pero la paranoia, el deseo y la avaricia nublan la mente de Neff, quien se siente cada vez más acorralado por la culpa y la policía, escapando a ratos en la melancolía que comparte (aparentemente) con su amada.

Las emociones desenfrenadas, el amor, el rencor, todo se encuentra a flor de piel en el intenso drama de 1944 que ejemplifica a la perfección todos los recursos del noir, usados con Maestría, y mostrando cómo el protagonista podía ser un magnífico y sólido villano, que se deja llevar por sus deseos, tropezando con sus inseguridades y llegando hasta las últimas consecuencias por amor. Nos adentramos en su psique, y comprendemos todo lo que le llevó a donde está ahora, y de alguna manera, la trama lo acompaña en su dolor. Las sombras del villano son las sombras de Walter Neff.

“¿Cómo iba a saber que el asesinato tendría tan buen aroma?”

Walter Neff.