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Crítica: Gladiador II, una historia de política, venganza y poder

Gladiador II llega veinticuatro años después de su antecesora y, más allá de la eterna incógnita sobre si era necesaria o no, nos encontramos con una película entretenida aunque lejos de ser memorable. Sin embargo, con puntos a favor y en contra, es lo mejor de Ridley Scott en casi una década y eso dice mucho del resultado final que nos muestra el director. Con lo bueno y con lo malo, es uno de mis mejores blockbusters que ha llegado este año y aquí hablaremos de ella.

Gladiador (2000, dir. Ridley Scott), es un clásico contemporáneo. Una película que encaja en muchas de esas frases que buscan elevar el cine: “una epopeya para la eternidad”, “un evento cinematográfico”, “una película más grande que la vida misma”, “ya no hacen películas como esa”. Y sí, la película protagonizada por Russell Crowe fue un éxito en taquilla, un éxito en los premios de aquel año y, a día de hoy, una película que (casi) todo el mundo ha visto o, por lo menos, sabe cuál es.

Por eso y otros motivos, una secuela parecía innecesaria, y una mala idea. Llega más de veinte años después y predestinada a no alcanzar, ni de cerca, el estatus de la primera. Sin embargo, eso no tiene por qué ser una condena. Envuelta en curiosidad, por el estatus que tiene la primera, pero con unas expectativas no demasiado elevadas, Gladiador II ha llegado a los cines y, sorpresivamente es lo mejor que podíamos esperar de ella: una secuela que, si bien no alcanza el nivel de la primera entrega, mantiene la esencia con momentos de acción efectivo, un elenco comprometido y una historia cargada de poder, política y venganza.

¿De qué trata Gladiador II?

Gladiador II sigue la historia de Lucius Verus (Mescal), hijo de Maximus con Lucilla (Connie Nielsen), un guerrero de la ciudad de Numidia quien se encuentra en lucha cuando una armada romana liderada por Marcus Acacius (Pedro Pascal) que invade la ciudad. Los romanos acaban con las fuerzas númidas y Lucius es capturado y vendido como esclavo. Al poco tiempo, su extraordinaria habilidad en la batalla llama la atención de Macrino (Denzel Washington), un rico mecenas que busca destruir a los co-emperadores de Roma, Geta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger). Sin embargo, Macrino no es el único con interés, ya que Marcus, que ahora está casado con Lucilla, también busca acabar con los tiránicos gobernantes.

Las estrategias políticas y las batallas de Lucio en el Coliseo en su lucha por liberarse a sí mismo se conjugan en una historia que mantiene la esencia de su sucesora, pero trae consigo otras sorpresas.

Estrategias políticas a la orden día en Gladiador II

Y cuando digo “sorpresas” me refiero al corte político de la película. Al tratarse de su secuela, las comparaciones con Gladiador son inevitables. Y la película protagonizada por Russell Crowe, si bien era un peplum, también se trataba de un drama introspectivo centrado casi en su totalidad en un personaje (Maximus). En la secuela hay algo de eso, pero no demasiado.

En conjunto con David Scarpa, Scott se inclina está vez por una historia ambientada en un mundo corrompido, lleno de ambición, traiciones y mentiras, al mejor estilo de Juego de Tronos. Ambos guionistas optan por atraer la atención del espectador mediante los engaños y traiciones de los personajes, más allá del viaje personal de Lucius. Y tengo que reconocer que, personalmente, aplaudo esta nueva visión, ya que Scott busca aportar algo nuevo y no caer en el pésimo error de convertir en remake esta secuela.

Además, esa perspectiva de la trama permite añadir muchos más personajes y, en consecuencia, la historia se expande. Lo mejor es que ninguno se siente de más, al contrario, las subtramas de todos y cada uno de entrelazan, consiguiendo que la película resulte entretenida de principio a fin.

La brutalidad está presente en la arena

Cuando la película deja de lado las traiciones, estrategias y conspiraciones es porque se mete en la arena, literalmente. Y una vez más, Scott demuestra su buen pulso para las escenas de acción, en especial para capturar la bestialidad de los gladiadores. Hay buena dosis de batallas intensas, y peleas brutales que realmente son emocionantes de ver. Sin embargo, por momentos se tambalea, cuando intenta maximizar su escala, y recurre a un CGI que, como se ha vuelto casi costumbre en muchas películas de gran presupuesto, deja bastante que desear.

Estrellas, estrellas por todos lados

Con un elenco casi renovado en su totalidad, Scott se aseguró de rodearse con auténticas luminarias. Denzel Washington es, sin duda alguna, quien destaca con un paso delante de sus compañeros de reparto. El legendario actor convierte a su Macrinus en una fuerza magnética en pantalla, con una personalidad socarrona y aún así despiadada. Su trabajo también funciona porque es quien parece entender mejor el tono de la película. No muy lejos del trabajo de Washington están Joseph Quinn y Feed Hechinger como los tiranos e insoportables, Geta y Caracalla, respectivamente. Ambos abrazan las personalidades desquiciadas de sus respectivos personajes con una presencia que resulta inquietante.

Por su parte, Pedro Pascal es una fuerza en pantalla cuyo carisma alimenta su presencia en pantalla, lo cual es necesario ya que su personaje tiene un enorme peso emocional en la historia. Además, el actor goza de una química tremenda con Connie Nielsen quien, al igual que en la primera entrega, aporta mucha vulnerabilidad a la historia a través de su interpretación.

Finalmente, tenemos a Paul Mescal en su primera película hollywoodense, y como fan del actor, me duele reconocer que no sólo es el más débil entre los actores, sino que además no parece encontrar su espacio cuando el filme crece. Y no, no quiero decir que su trabajo no sea bueno, lo es, simplemente creo que este tipo de películas no es su fuerte. De hecho, hay que esperar hasta el último tercio de la película para que Mescal se luzca a nivel histriónico, y lo hace porque es precisamente cuando Lucius aterriza en el drama, y el actor puede demostrar esa fuerza interpretativa que nos cautivó en Normal People y Aftersun.

Lo mejor que podemos hacer es no exigir demasiado a la película, al menos no aspirar a que esté al nivel de su antecesora, y es así como se puede disfrutar realmente. Más allá de ser la continuación de uno de los últimos clásicos contemporáneos que han llegado al cine, es una superproducción entretenida que equilibra el peplum con el thriller político y cierto tono humorístico que resulta entretenida son más. Funciona en las escenas de lucha hasta que Scott se vuelve ambicioso añadiendo elementos que están en lo absurdo. Y cuenta con un elenco comprometido que destaca con lo mejor que cada uno sabe hacer. No es la mejor película del año, ni tampoco pretende serlo. Donde Gladiador era épica; Gladiador II es entretenida, donde la primera destacaba, la segunda cumple. Sin embargo, de lejos, es uno de los mejores blockbuster que han llegado al cine este año (aunque eso tampoco dice mucho), y sobre todo, después de tanto dos fiascos que ha estrenado Ridley Scott en los últimos años, nos recuerda parte de su grandeza. Para aquellos que buscan pasar un buen rato en el cine, disfrutar de dos horas de entrenamiento neto.

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