Si ya resulta aparentemente complicado realizar una adaptación cinematográfica de una novela, un cuento o una obra teatral, tratar de versionar un medio como la novela gráfica puede resultar igual de complicado —o más— que todo lo anterior. La escasez de información y de descripciones sobre la construcción de los personajes, así como la carencia respecto a los detalles sobre el espacio y los diversos escenarios, dificultan el camino de la imaginación en un medio que vive principalmente de lo visual.
Paco Roca, historietista y autor de la novela original
Aún así, no es la primera vez que las novelas gráficas de Paco Roca son vistas a través del ojo de una cámara. En el año 2020, el director Alejandro Amenábar se puso al frente de La Fortuna, una miniserie basada en su novela gráfica El tesoro del Cisne Negro. Protagonizada por Álvaro Mel —en el papel de Álex Ventura—, la serie cuenta, tal y como lo hace la novela original, el viaje de un joven al frente de una misión algo compleja; la de recuperar un tesoro que se encuentra escondido bajo el mar. Ambientada en mayo de 2007, la trama se origina en las entrañas de la mayor empresa cazatesoros del mundo, la cual acaba de anunciar el descubrimiento del mayor botín jamás encontrado en las aguas del Atlántico. El origen español del tesoro introduce a la trama en un universo hispano-americano sin igual. Y la ocupación de Álex será estar al frente de dicha misión. El antagonista de la aventura resulta ser Frank Wild —encarnado por Stanley Tucci—, ladrón del tesoro y encargado de saquear las profundidades de los mares. A través de un total de seis capítulos, Amenábar trató de llevar a la gran pantalla una historia de aventuras a más no poder con un equipo hispano-americano al frente de la misión: un verdadero viaje del héroe de los pies a la cabeza. La serie de Amenábar fue estrenada en la 69ª edición del Festival de Cine de San Sebastián fuera de concurso y fue proyectada en su totalidad.
Siguiendo un camino similar —aunque en este caso a través del cine y no de las series—, el director español Álex Montoya ha sido el encargado de ponerse al frente de La casa (2024), una adaptación que, junto a Joana M. Ortueta, realizada a partir de la novela gráfica homónima del mismo autor. Publicada en 2015, Roca sitúa la historia en octubre de 2015 y el espacio principal en una casa familiar, tal y como bien indica su título. A diferencia de lo que sucede en su anterior novela, la fuerza del presente y la quietud que genera el escenario principal de esta convierte La casa (2015) casi en un proyecto antagónico frente a El tesoro del Cisne Negro —y la película, como bien analizamos más adelante, se encarga de corroborarlo—. Paco Roca ganó el Premio Eisner 2020 a la mejor obra extranjera, y desde entonces, la novela gráfica ha sido traducida a 13 idiomas y ha vendido más de 46.000 ejemplares solo en España.
Con este innegable éxito, Montoya ha reconocido en más de un medio que ha sido un verdadero reto adaptar el lenguaje del cómic a la pantalla. Intentando ser lo más fiel posible a su original y tras más de siete años trabajando en el proyecto, la adaptación cinematográfica de la novela gráfica fue presentada en la última edición del Festival de Málaga junto a A Contracorriente Films. Y por si fuera poco, se llevó un total de seis reconocimientos, entre los que destacan el de Mejor Guión para Álex Montoya y Joana M. Ortueta y el Premio del Público. Ahora está a concurso dentro de la sección Made in Spain de la 72ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
Respecto al trabajo de esta adaptación concretamente, Roca expresaba para Fotogramas que «todos los cómics que hago me cambian de alguna manera. Pero dibujar La casa (2015) me hizo reencontrarme con mis raíces familiares y con una casa a la que llegué a odiar. Con la película, la satisfacción no es sólo ver a actores a los que admiro convertirse en los personajes de mi cómic, además es doblemente emocionante porque esos personajes son mi familia: mi padre, mis hermanos...».
Argumento de la película
Al calor de una casa casi en ruinas, donde las paredes tratan de guardar la esencia de una familia que hace tiempo dejó de estar unida, los recuerdos ocultos renacen nada más sacudir la primera capa de polvo. El antiguo huerto ya no da frutos, por mucho ímpetu que sus nuevos habitantes pongan en él. Antonio (Luis Callejo) acaba de morir tras unos eternos meses de lucha, y su presencia trata poco a poco de esfumarse frente a los ojos de sus tres hijos José (David Verdaguer), Carla (Lorena López) y Vicente (Óscar de la Fuente). El futuro de la casa de verano familiar es incierto. En su estado actual carece de valor, pero las ruinas guardan lo necesario como para que la vida del hogar de vacaciones sea motivo de disputa entre sus herederos.
Un año después de la muerte de su padre, siendo ya 21 de octubre de 2015, José trata de recuperar los pedazos que la mantienen en pie. Junto a Silvia (Olivia Molina), hacen balance de la situación actual, barajando las posibilidades del inmueble mientras los recuerdos brotan de todas las esquinas. Pasado y presente se confunden por momentos. Cada rincón trae recuerdos de un tiempo anterior y Montoya los presenta a través de un encuadre cuadrado que se ajusta en menor tamaño a la amplitud de la imagen, jugando a lo analógico.
La casa se convierte en un personaje más del debate, adquiriendo gracias a los planos contemplativos y pausados que Montoya capta sobre todo al inicio del film. Trata de comprender su nuevo camino, que habiendo sido el compañero de Antonio tras muchos años de alegrías, ahora está a punto de convertirse en un inmueble en venta disponible ante cualquier mirada ajena. Precisamente respecto a este inicio, Montoya y Roca comparten unas líneas para Fotogramas en las que expresan las similitudes de sus respectivos proyectos, subrayando la fidelidad del cineasta frente al trabajo del historietista sobre el contenido; argumento, imágenes concretas, desarrollo inicial de los acontecimientos, etc. Un inicio que resulta algo lento en pantalla y con un guión algo explicativo en sus primeras imágenes, en las que Silvia y José divagan sobre el encuentro y el futuro del suelo que acaban de habitar.
Montoya capta a la perfección la importancia del espacio que no solo proviene del título, sino más bien de la fuerza condicionante frente a las decisiones de los personajes protagónicos. En su quietud, se convierte en el centro del conflicto. El director selecciona la localización de la entrada como un encuadre recurrente del director, consciente de la armonía perfecta de sus colores y la perspectiva del espacio, la misma que ha acabado convirtiéndose en la foto de portada.
El objetivo de la reunión familiar es claro: vender la finca. Así, poco a poco los allegados van llegando a la masía, generando un patio de opiniones que desde el inicio comienza a originar disputas frente al incierto futuro. Al igual que en el caso de José, tanto el espacio físico como el diálogo activan recuerdos en el resto de sus hermanos, convirtiendo a la película en una recopilación de momentos pasados y presentes con los que el espectador trata de reconstruir una historia familiar. A partir de aquí, y gracias a la llegada del resto de personajes, la película comienza a galopar en un ritmo algo más adecuado, haciendo que las conversaciones cotidianas entre los familiares aligeren el peso de la dramática trama e introduzcan elementos cómicos dentro de la agria situación.
«¿Quieres hablar o hacemos como que no pasa nada?»
A pesar de la duración de la película —apenas 83 minutos—, el desarrollo del conflicto se vuelve un tanto monótono. El guión divaga entre las necesidades e intereses de cada uno de los hermanos, pero no llega a tener el diálogo no llega a tener el suficiente peso para mantener un ritmo. Recuerda en muchos sentidos a la hornada de cine naturalista, que tiende a conflictuar escenas costumbristas y que a menudo se encuadran dentro del marco del drama, pero lamentablemente no llega a conseguirlo del todo.
Para todos aquellos fans del trabajo de Paco Roca, la similitud con la obra gráfica puede ser interesante. La película acaba de entrar en el catálogo de Movistar+ y ya está disponible para su visionado bajo suscripción.
Nahia Sillero.
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