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El cine de Venezuela

Náufragos y navegantes – Nota 14


El viaje continúa, y por primera vez haremos pie en Sudamérica. Esta serie de artículos estuvo pensada desde el inicio de este año por lo que la coincidencia de esta publicación con el resultado de las últimas elecciones no estuvo pensada de antemano, pero es algo que no se puede soslayar. Antes de meternos en el tema del cine venezolano hay que señalar que en el momento de escribir estas líneas se ha anunciado la victoria de Nicolás Maduro, que obtiene su reelección por escaso margen, con las esperables acusaciones de fraude por parte de la oposición y de medios hegemónicos, pero también con una extrema cautela en los pronunciamientos al respecto por parte de los países y líderes latinoamericanos que siempre han apoyado al gobierno actual. Por eso mismo invito a los lectores a opinar sobre todo esto.

Otro paso previo antes de hablar de Venezuela es señalar que en Sudamérica hay tres países que no forman parte de Latinoamérica y que hemos mencionado en la primera nota, pero que ahora conviene visitar brevemente, las Guyanas, llamadas así porque forman parte de una región conocida como el Macizo Guayanés, que también comprende una parte del norte de Brasil y prácticamente la mitad del territorio venezolano. Allí se ubican la Guayana Francesa, que no es un país soberano sino que forma parte de Francia, Surinam, también conocida como Guayana holandesa y Guyana, antigua colonia británica que posee tres cuartas partes de su territorio que son reclamadas por Venezuela. Ese territorio, conocido como Esequibo, ha estado en disputa durante cien años pero esa disputa se ha acrecentado en los últimos años por el descubrimiento de grandes reservas de petróleo y el conflicto podría escalar.

Todo esto como contexto para llegar al tema que nos ocupa. Como en casos previos hablaremos de la historia venezolana en el cine y el cine venezolano en la historia.

La historia venezolana en el cine y la figura de Simón Bolívar

La Gran Colombia fue un estado americano que existió como tal entre 1819 y 1831 y que estaba conformado por Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá (que se independizó en 1821 y por lo tanto hasta ese momento formaba parte de Sudamérica y no de Centroamérica). Fue consecuencia del sueño libertador de Simón Bolívar, y por supuesto no solo de él, pero su figura se destaca sobre el resto y ha sido la más visitada por el cine, tanto venezolano como internacional. También fue motivo de diversas series que por cuestiones de espacio quedan afuera del análisis.

En el plano internacional la película más conocida que aborda su figura fue Simón Bolívar (1969), del veterano (ya en ese momento) director italiano Alessandro Blasetti, en lo que fue su último largometraje de ficción. Sin llegar a los extremos absurdos de Che!, del mismo año, ya reseñados en el reciente artículo sobre Cuba está más cerca del spaghetti western que del rigor histórico. En el cine nacional su figura fue visitada en producciones como

Bolívar soy yo (2002), Bolívar, el hombre de las dificultades (2013) pero en ese mismo año se destacó Libertador, de Alberto Arvelo, con la particularidad de estar protagonizada por Edgar Ramírez, actor venezolano que siempre ha sido muy crítico con el modelo bolivariano.

El cine venezolano en la historia

Me ocuparé ahora del cine venezolano que abordó algunos momentos de la historia de ese país pero a la vez hizo historia por su participación en festivales o por algún otro reconocimiento obtenido. El primer hito en este sentido sigue siendo una de la películas más extraordinarias hechas en ese país y es Araya (1959), de la directora Margot Benacerraf. Un documental inmersivo sobre la explotación salinera en el nordeste del país que se desmarca de las maneras habituales del documental, sobre todo de el de esa época, con una belleza deslumbrante y una modernidad que lo llevaron a compartir premio en Cannes ese año nada menos que con Hiroshima mon amour, el clásico de Alain Resnais. Benacerraf, fallecida en mayo de este año, había hecho otro reconocido documental previo, Reverón (1952), sobre el artista plástico Armando Reverón. Existe un documental sobre ella, Madame Cinema (2018), dirigido por Jonathan Reverón, quien contra todo pronóstico no está emparentado con el pintor mencionado, que tiene además otra película de ficción sobre su vida, hecha en 2011 por Diego Risquez. En el artículo previo sobre cine iraní señalé que no tuvo padre sino madre, lo mismo podría decirse del cine venezolano.

Araya y su extraordinaria fotografía

Señalaré ahora otras cuatro películas venezolanas que fueron un suceso en su momento, en el siglo pasado, el policial Cangrejo (1982) de Román Chalbaud, los dramas históricos Oriana (1985), Cámara de Oro en el Festival de Cannes de ese año, y Jericó (1990), de Luis Alberto Lamata. Y por último Golpes a mi puerta (1994), de Alejandro Saderman.

En cuanto al siglo XXI se podría mencionar a Secuestro Express (2004), de Jonathan Jacuwobicz, policial con toques de humor negro al estilo del cine de Guy Ritchie que estaba de moda en esos años. Elipsis (2006), de Eduardo Arias-Nath y La caja (2021), de Lorenzo Vigas, ya no vinculada a la realidad venezolana sino a la inmigración ilegal en México.

Cine y chavismo

Quise dejar para el último apartado a una serie de películas que están vinculadas de una u otra forma al proceso que ha transformado la realidad venezolana a lo largo de más de 20 años y que tantas críticas ha recibido. Un proceso que puede decirse que se inició con fallido intento de golpe de estado del año 1992 que terminó con Hugo Chávez en la cárcel, aunque su imagen se fortalecería en unos años, a la par de la caída del entonces cuestionado presidente Carlos Andrés Pérez. Ese momento histórico fue el elegido por Carlos Azpúrua para su película Amaneció de golpe (1998), que teje con cierta habilidad historias cruzadas de diversos personajes durante esa noche de Febrero, y arriesga apelando a un humor que no termina de funcionar.

El carisma de Chávez ha encandilado a muchos cineastas, quizás el más reconocido sea Oliver Stone, que le ha dedicado no una sino dos películas. Primero fue Al sur de la frontera (2009), en la que visita a todos los presidentes latinoamericanos de esos años como Lula, Evo y Néstor Kirchner, pero pone un énfasis especial en el segmento dedicado a Venezuela. Stone demuestra un genuino entusiasmo por esos procesos, no exento de desconocimiento. Un año después de la muerte de Chávez estrenaría Mi amigo Hugo (2014), centrada exclusivamente en su figura.

Mi amigo Hugo

Ha habido por supuesto películas y, sobre todo, telefilms que destacan tanto al líder como al proceso que llevó adelante poco dignos de mención. Y mucho menos lo son aquellos que se ocupan de demonizar desde la ignorancia. Eso no quita que haya algo de espacio para mostrar la dura realidad venezolana con auténtica mirada crítica, y un ejemplo posible sería Pelo malo (2013), de Mariana Rondón, que con algo de oscuro humor no exento de crueldad habla de la relación entre un hijo y su madre con las complejidad de la vida en Caracas de fondo. Una ciudad y un tiempo que son cuestionados de una manera lateral que termina siendo más potente que otras obras más ocupadas en bajar línea.

Es momento de despedirse de Venezuela por ahora, pero el viaje continúa y pronto nos llevará a Colombia.

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