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Análisis de No amarás (1988) - Krzysztof Kieślowski

Una gran cadena de pequeños trabajos y adaptaciones preceden a la película que reseñamos en el artículo de hoy. En su versión en español fue titulada bajo el sexto mandamiento No amarás (1988), pero en su origen polaco, su reconocido director Krzysztof Kieślowski la llamó Krótki film o miłości, conocida por muchos como A short film about love.

Considerada una obra maestra del cine europeo, la primera piedra de esta creación polaca se coloca con el estreno de la serie de televisión que Kieślowski presentó en 1988, Dekalog (1988). Formada por diez episodios de una hora de duración aproximada, el director se inspiró en los Diez Mandamientos para su composición.

De todas las entregas del «decálogo», Kieślowski realizó dos extensiones que fueron estrenadas el mismo año: No matarás (1988) —partiendo del Dekalog V, en la que cuestiona la pena capital a través de un joven que, tras haber cometido un brutal asesinato, es condenado a muerte—, y No amarás (1988), —a partir del Dekalog VI, que en su versión corta tituló No cometerás adulterio, y exploró la moralidad del deseo y sus límites—.

La serie de televisión no se trató de una adaptación al uso, ni de una copia de los principios con un objetivo meramente didáctico. El director partió de cada concepto para crear un conflicto, con un conjunto de personajes que situó en el mismo complejo de apartamento en Varsovia, con unos claros antecedentes y un desenlace para cada relato. Construyó una estructura argumental de principio a fin para cada mandamiento. En cada episodio está presente la moralidad y la ética, pero los conceptos son trasladados a un entorno terrenal, cercano y cotidiano, con el que el espectador se puede sentir identificado. A pesar de que todos sus protagonistas comparten edificio, su vecindad no hace que las historias estén relacionadas en cada entrega. Los capítulos son creaciones independientes las unas de las otras, a pesar de que hay personajes que se repiten en varias de ellas.

Los títulos de las entregas fueron estructurados todos de la misma manera, a través del número de decálogo y su mandamiento correspondiente. Por tanto, la colección se completó de la siguiente manera:

Dekalog I: "No tendrás dioses ajenos delante de mí"

Dekalog II: "No tomarás el nombre de Dios en vano"

Dekalog III: "Santificarás las fiestas"

Dekalog IV: "Honrarás a tu padre y a tu madre"

Dekalog V: "No matarás"

Dekalog VI: "No cometerás adulterio"

Dekalog VII: "No robarás"

Dekalog VIII: "No dirás falso testimonio contra tu prójimo"

Dekalog IX: "No desearás la mujer de tu prójimo"

Dekalog X: "No codiciarás los bienes ajenos"

Krzysztof Kieślowski (1941-1996)

Además de dirigir más de una veintena películas a lo largo de toda su carrera —entre las que incluyen los documentales de los primeros años, así como los cortometrajes y largometrajes que fue desarrollando más adelante—, también es considerado uno de los grandes guionistas del cine europeo. La mayor parte de su obra se caracteriza por explorar conflictos morales y éticos en los que los personajes no actúan como el deber mandaría, y buscan caminos oscuros, llenos de recovecos en los que apenas llega la luz, para profundizar en las leyes morales de la conducta del ser humano. Así pues, tal y como hizo con la adaptación de los Diez Mandamientos a la televisión polaca, en la mayor parte de su obra compagina el argumento dramático con el conflicto ético.

A su vez el estilo visual es característico y determinante en la obra del director. A pesar de que la poética visual así como dramática está presente en la mayoría de su legado. Uno de los puntos fuertes es la simbología del color en todas sus películas, en las que a partir de una paleta de colores neutra que funciona como base, escoge piezas de atrezzo de colores determinados que llaman la atención del espectador por encima del resto de los elementos. Quizá uno de los ejemplos más destacables sería la trilogía de los Tres colores. En la película que venimos a reseñar hoy, No amarás (1988), es muy notable la presencia de lo estético, en torno a lo que construye la vida de los protagonistas y el espacio en el que habitan.

En sus primeros años, el director comenzó a través del cine documental. Varios/as criticos/as hablan a menudo de la influencia de este género en su obra posterior, en la que a menudo la mera contemplación de un suceso se vuelve el centro de un hecho, y donde el espectador se siente un observador. Dos de sus trabajos más destacados en esta primera etapa recogen la vida de los trabajadores en dos sectores diferentes. Por una parte, Workers '71 (1972), un documental que no llegó a una hora de duración en el que presenta las consecuencias de las protestas de 1970 la vida —lo que fue llamado Grudzien 1970— en la vida de los astilleros de Gdansk. Y por otro, un corto documental que recoge 24 horas en la vida de un hospital desde la vivencia de su personal, que tituló Hospital (1977).

Tras realizar su profunda exploración en el trabajo de los Diez Mandamientos, entre 1993 y 1994, el director presentó la trilogía Tres Colores, inspirada en los ideales de la Revolución Francesa —libertad, igualdad y fraternidad—. La trilogía lleva por nombre los tres colores de la bandera francesa: Bleu (1993), Blanc (1994) y Rouge (1994), y trató en cada una de ellas uno de los aspectos principales del movimiento social. Por ello, comenzando por el concepto de la libertad, en Bleu (1993) el director escogió la vivencia más emotiva y el duelo para expresarlo, mientras que en Blanc (1994) abarca la igualdad y la justicia a partir de la historia de un matrimonio fallido. Finalmente en Rouge (1994), habla de la fraternidad a través de la vida de una modelo y un juez ya retirado.

No amarás (1988), ¿cuál es la historia que esconde el sexto mandamiento?

Son dos los protagonistas de esta bella pero trágica historia, que comienza construyéndose fuera de los ojos del espectador y poco a poco avanza construyéndose como piezas de un complejo pero bello puzzle. Una cámara móvil y el robo de un telescopio nos acaban descubriendo lo que sucede detrás de todo. Los primeros planos nos muestran una mirada fugaz, quizá algo tímida, que el espectador no acaba de reconocer hasta pasados unos minutos. Al otro lado de la mirada se encuentra una mujer de no más de 30 años de edad, a diferencia de los que posee quien mira, que no llegará a los 20. Magda y Tomek, respectivamente, se esconden en su pequeño habitáculo, siendo uno el observador y otra la que desconoce ser la observada.

Pronto se cuestiona el espectador que es lo que sucede detrás de los cristales que apenas protegen la privacidad de ella, ¿voyeurismo? ¿Espionaje? ¿Obsesión? Muy al estilo de lo que sucede en You (2018), el joven lleva tiempo observando, analizando cada paso, entendiendo los conflictos, los miedos, también los amores, de una mujer que vive en el edificio de enfrente. En nombre del enamoramiento, trata de acercarse a ella, más de forma emocional que física, pues apenas mantiene el contacto, y cuando parece que lo hace, un miedo corroe por sus venas paralizando toda intención.

Apenas se le ocurre en algunas tretas que lo acercan a su objetivo. Como trabajador de una empresa de paquetería, Tomek manda avisos puntuales al domicilio de Magda, que la avisan del envío de una cuantía económica a su buzón. Sin embargo, nada sucede cuando ella llega a recoger el paquete, pues Tomek desde la ventanilla, le asegura que apenas hay un solo céntimo en su correspondencia. La primera vez que el fraude sucede, las miradas entre ambos parecen delatar al joven, a pesar de que Magda desconoce por completo lo que se esconde detrás de los avisos falsos. Pero cuando llega el segundo y esta vuelve a ocurrir a la oficina de paquetería, la responsable de la sucursal es la encargada de acusarla de generar avisos manipulados para recoger un dinero que no le corresponde.

Es así, de esta forma tan cautelosa como el protagonista de la historia trata de acercarse a una joven de la que parece haberse enamorado completamente. A pesar de que al inicio de la película el espectador se puede cuestionar las verdaderas intenciones del joven, así como cuestionarse la conducta obsesiva a la par que acosadora, a medida que esta avanza todo comienza a cobrar un sentido más emocional y poético que denunciable. Los límites de la privacidad desaparecen en la vida de ella, sí, pero lo que se esconde detrás de este hecho se descubre más como una admiración desde el respeto y el deseo.

Además de generar los avisos falsos, Tomek trata de acercarse a ella de otras maneras, igual de sutiles en un primer momento. Sin dejar su oficio en la oficina de paquetes, Tomek asume un empleo de repartidor de leche, con el que acude cada mañana a casa de Magda para dejar en su puerta una nueva botella. Así pues, programa una alarma que le indica cuando llega la joven a casa, sin llegar a perderse ni un segundo de lo que sucede dentro del habitáculo de su admirada.

Es así como el director realiza la presentación de Magda, a través de los ojos de él, por lo que le deja conocer únicamente lo que su protagonista sabe de ella. Los ojos de Tomek que a través del telescopio se convierten en una cámara subjetiva que va recorriendo la casa de ella: cómo se mueve, con quién está, qué cocina, cómo llora, y sobre todo con quién se acuesta. Poco a poco la obsesión de él va incrementándose. Vemos a Tomek comer al mismo tiempo que veía lo hace, llamándola a su teléfono móvil de casa para escuchar su voz al otro lado de la línea mientras respira apenas con algo de aliento. Siguiendo la artimaña de los avisos falsos, al joven se le ocurre llamar a los servicios de emergencia para avisar de una fuga de gas en el edificio de Mazda, concretamente en su vivienda, consiguiendo que ella no se acueste con un pretendiente que la visita esa noche.

«¿Por qué la gente llora?»

«No lo sabes, nunca lloras. Las personas lloran por varios motivos. Cuando alguien muere (…) Cuando las personas sufren»

Así es como poco a poco vamos viendo como Tomek modifica su vida para acercarse a ella. Pero sin que nadie lo espere, en contraposición con la cautela y el cuidado con el que la espía desde un inicio, un día este le confiesa que la espía, que es quien está detrás de los avisos falsos. Y lo hace aún sabiendo que no es lo más sensato, ni probablemente lo más lógico, para tratar de conquistarla de una manera corriente. Es más, Tomek se atreve a decirle que también le interviene la correspondencia, tal y como hacía su amigo un tiempo antes de que él comenzase a hacerlo por este.

A través de esta breve historia de amor no correspondido, el director polaco se cuestiona la moralidad de la conducta, pero también la humillación del deseo y la soledad de un personaje que no puede reprimir sus impulsos más profundos. Es determinante el estilo introspectivo de Krzysztof Kieślowski a la hora de filmar la intimidad de los personajes, a través de unos primeros planos en los que concentra toda atención en el rostro de los jóvenes.

La poética visual se construye en esta película principalmente a través del color rojo. La estética se compone de una paleta de colores grises que funciona como base, en la que los elementos rojos y granates destacan de forma notoria a ojos del espectador. Uno de los primeros elementos y quizá uno de los más llamativos es la cristalera del rellano en el que ella vive, de un color brillante e intenso que se coloca en el centro de la imagen cuando él acude a verla y le repone las botellas de leche.

La casa de ella está llena de elementos y muebles que siguen este patrón, Como el teléfono por el que él la escucha, o la colcha de la cama. El sofá en el que se sienta cuando Tomek entra por primera vez (y también por última al apartamento), así como el telar que ella construye en sus ratos libres, son de color rojo.

«Porque te quiero. Te amo»

«¿Y qué es lo que quieres»

«No lo sé»

«No»

«¿Quieres besarme?»

«No»

«Quizás quieres hacerme el amor»

«No»

«Entonces que quieres»

«Nada»

«¿Nada?»

«Nada»

(…)

Nahia Sillero.

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