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VILLANOS, MALVADOS Y EL LADO OSCURO DE LA CONSCIENCIA.

La maldad está de moda…

Y quizás siempre lo estuvo. Parece que hay un goce en la villanía, en el desmadre, en todo aquello que destaca lo perverso. El caos y el desbarajuste nos parecen divertidos, atrapantes. Quizás por ello es que los villanos -sean quienes fueren- nos atraen al punto de que los preferimos por encima de otros personajes.

Será tal vez porque todos tenemos un “dark side” (un lado oscuro) y nos identificamos con los desquicios de quienes no tienen límites o están dispuestos a ir por encima de ellos.

Porque en cierta medida, demuestran valentía, agallas, arrojo y determinación. Cualidades, por cierto, de las que solemos, en general, carecer.

Nosotros, los mortales, las personas bien nacidas, decentes, sociables, no pasamos ciertas barreras. Evitamos no solo cruzarlas sino también siquiera pensarlas.

Y no es que no queramos o lo deseemos, incluso secretamente lo imaginamos. Pero allí están esos límites más o menos precisos que nos constriñen a ciertas esferas de los posible, incluso de lo probable.

NUESTRA PROFUNDA OSCURIDAD

En nuestros sueños locos sí podemos en cambio ser todo aquello que la razón, el decoro y -porque no decirlo- el miedo, nos impide.

Goya, el genial pintor y grabador español, acuñó la frase

Los sueños de la razón producen monstruos.

Y vaya temeraria y cierta afirmación.

Los artistas son en general un poco más propensos a explorar los límites, a jugar cerca de todo borde y a veces incluso cruzarlos, muchas veces a costa de su propia salud mental e incluso de la muerte.

Por ello el arte es un pequeño “más acá” de un lejano “más allá”.

Y es desde ese lugar en apariencia lejano (aunque en el fondo se encuentra a la vuelta de nuestra mente) que la metáfora deviene, por ejemplo, en una buena historia. Porque no hay nada más nutricio para un relato que lo que emerge de las profundidades inexploradas del alma humana.

Relatos, imágenes, personajes que surgen de la imaginación hacia la narrativa, constituyen la trama de todo el inconsciente del ser humano que justamente es rescatado por los artistas. Autores, cineastas, visionarios que deambulan por las zonas tenebrosas, confusas y a veces turbias del alma humana son quienes traen como psicopompos, el universo escondido para la mayoría.

Y por eso los amamos y los odiamos.

A veces incluso les tememos. Me atrevo a afirmar que es una mezcla de sano juicio, envidia y cobardía, todo en uno. Mezclado en un mismo cuenco, que los artistas recorren y nos traen en forma de narrativa o arte para que podamos sentirnos en paz mientras “alguien” camina los territorios inexplorados de la mente con todas sus pesadillas y vericuetos.

Porque la maldad no es una entidad en sí misma sino una fuerza unida por la ignorancia, el miedo, la falta de compresión y la bestialidad de la fuerza ciega de los impulsos.

Por eso el mal es Legión.

Y como vemos en las películas y cuentos de terror, se manifiesta de diversas maneras, por diferentes fuentes, a través de muchas o acaso infinitas versiones de seres, desde simples animales a sofisticados demonios, pasando por humanos encantadores que cumplen la función del engaño a través de la mascarada y el halago al Ego.

Los villanos nos atraen porque son puros, incluso en su locura y perversa intención.

Dudemos de los sentimientos honestos de individuos simples. Es quizás su falta de complejidad la que no le ha dado acceso a su costado más siniestro.

Cuando Freud utilizó el término alemán Unheimlich, para uno de sus libros, el editor de la versión castellana tuvo que hacer escribir al traductor un pequeño tratado de casi treinta páginas para desmenuzar aquel término.

Un: sentido de negación (como podría ser un “anti” o “in”) y Heim que significa literalmente “hogar”. Sin embargo ese hogar no es el domicilio, sino un espacio, una serie de sentimientos vinculados a la seguridad, el sentido de pertenencia, la sensación de cobijo y permanencia. Heimlich puede ser usado para referirse a un lugar físico o a un texto de poesía por igual. Una idea religiosa de confort o lo contrario un texto materialista y en ambos casos (para diferentes individuos) aquello será “Heimlich”.

Pues bien, Unheimlich es exactamente todo lo contrario. Un país de costumbres diferentes puede serlo, una persona de otras etnias que nos interpelan con sus diferentes formaciones culturales, animales exóticos o lugares que no conocemos ni hemos visitado. Unheimlich puede ser también una idea, un impulso, un deseo o un temor.

Cuando esto último sucede se transforma por su condición amenazante en un horror.

Una sola palabra que puede describir lo más oscuro y misterioso, oculto y acechante pero que necesita de una comprensión larga y aguda para decodificar sus múltiples sentidos.

NUESTROS AVATARES EN EL MUNDO DE LAS TINIEBLAS

Pero ellos -villanas y villanos- sin embargo, no se amedrentan por los bordes de las líneas morales o éticas de una sociedad en un momento dado. Simplemente saltan toda frontera moral o la atraviesan, sin miramientos, incluso las rompen. A veces sin piedad ni compasión. Otras veces con pena como tanto villano que extraña sus tiempos de ingenuos heroísmos y servidumbre.

La fascinación que ejercen los villanos no es nueva. Siempre ha existido.

Quizás el más antiguo villano que tenemos, al menos en nuestra cultura es el mismísimo Diablo.

Padre del mal. Príncipe de las tinieblas. Ángel caído en desgracia. Tentador. El torturador eterno. Vive en las mazmorras del infierno en donde condena y destruye todo rastro de bondad. El Diablo tiene muchas representaciones.

Veamos por ejemplo a Drácula. Sabemos por la novela de Bram Stoker que se trata de Vlad Tepes, conocido como “Vlad, el empalador” por literalmente empalar vivos a sus enemigos y dejarlos al costado de los caminos como un mensaje para quienes osaran desafiarlo.

La lista de villanas y villanos malvados es larga y diversa.

Desde icónicos personajes de la ficción como Darth Vader, Lord Voldemort, Sauron, Thanos o Maléfica que en general tienen grandes planes (conquistar el universo, dominar a todo el mundo, destruir el orden mundial, gobernar un determinado espacio o imponer su voluntad sobre todos). Y por otro lado tenemos a grandes villanos con ambiciones de carácter personal como Kevin de fragmentado, Freddy (de la saga Pesadilla), Jason (Viernes 13) entre tantos otros.

Tenemos también a los villanos que no se han propuesto serlo, pero que de alguna manera encuentran su identidad esencial en las fuerzas de las tinieblas.

Tenemos por ejemplo a Mr. Glass, el archienemigo y némesis de (Bruce Willis) en El Protegido (de M. Night Shyamalan) que encuentra su propósito de vida en ser la contracara del super fuerte David Dunn.

O podríamos pensar en que papel ocupa Severus Snape (el poderoso mago de Harry Potter) en ese universo.

Y quizás, uno de los más emblemáticos villanos de toda la historia sea Loki.

Un personaje soberbio, magnífico y seductor. T

erriblemente atractivo para ver, escucharlo razonar, esperar sus ardides, conjeturar sobre sus planes y verlo escapar a todas las trampas y castigos que han querido propinarle.

Incluso en la serie Loki, que refiere a sí mismo dentro del marco de la TVA (la organización que supervisa la línea sagrada del tiempo), finalmente vemos como se yergue sobre toda dificultad o apremio para volver a ser finalmente, el dios de las mentiras y los engaños.

Y en ese sentido, es uno de los personajes más honestos que existen. Tanto es así que su título, además de príncipe de Asgard, es “Dios de las mentiras”, con lo cual, el que avisa no traiciona, sabemos que esperar de su accionar.

Maléfica de La Bella Durmiente, La Reina Malvada de Blancanieves, Úrsula de La Sirenita, Cruella de Vil de 101 Dálmatas, La Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas, La madrastra de La Cenicienta, Madre Gothel de Enredados, Yzma de El Emperador y sus Locuras son también parte de esa configuración de villanas que nos atraen y seducen.

Sin contar que una de las joyas del mundo de las series que es Game of Thrones tiene a una de las más icónicas villanas jamás creadas. Y sí, hablamos de Cersei Lannister.

En el mundo de las villanas mundanas, hay también una gama interesante para considerar como la infame Alex Forrest de Atracción Fatal, en donde Glenn Close interpreta a esta mujer que incluso es capaz de Hervirte el Conejo…

Como sea, la villanía es tan atractiva como lo es todo el costado oscuro de la vida. ¿Por qué nos atrae tanto? ¿Qué es lo que nos lleva a querer ver en los corazones de estos personajes?

Hay una primera posible respuesta inicial y es que los personajes buenos, bondadosos y transparentes suelen ser a la vez (no siempre pero en muchos casos) bastante simplones.

Por otro lado, los villanos son complejos, multifacéticos y muchas veces, brillantes. La naturaleza humana contiene todos los elementos propios de nuestra especie. El bien y el mal no son fragmentaciones separadas sino que conviven en una suerte de trenzado que revuelve los hilos para crear un nuevo telar: el dibujo del alma humana.

El inconsciente lo sabe. Nos conoce. Hace eco en lo externo y nos permite (a veces, incluso nos inclina) a ver que podría ser de nosotros de no estar sujetos a las restricciones de los mandatos sociales, las reglas morales y las consecuencias legales.

¿Quién no ha pensado en hacer alguna que otra maldad?

¿Qué persona no ha deseado que algo horrible le pase a sus enemigos? ¿A qué individuo no se la ha ocurrido surfear las agridulces aguas de la venganza?

Pues bien, ellas y ellos lo hacen por nosotros.

Se atreven, lo gozan y encima se jactan de ello. Ellos hacen todo lo que nosotros no podemos. Son sujetos transaccionales de nuestro mundo oscuro.

Y por eso, en secreto, los amamos.

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