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Entrevista a Agustín Carbonere, director de El santo (2023): la necesidad de creer y la mercantilización de la fe

Un curandero atiende en una vieja galería de la ciudad. Recibe a sus clientes, a quienes les cura sus dolencias. Para ello realiza ritos en los que tanto su propio cuerpo como ingredientes naturales como el huevo son partícipes. Las personas salen aliviadas. No quiere recibir plata a cambio, a lo sumo algún tipo de ofrenda. Suele tener charlas con un amigo curandero. Vive de eso y para eso. Sin embargo, luego de un complejo y exitoso rito, su vida sufre una fuerte bisagra.

El santo (2023) se estrenó en el cine Cacodelphia el pasado 28 de febrero y sigue en cartelera. La película explora fenómenos como la curandería, las creencias populares y el rol de la industria en estas a través de la historia de su protagonista, Rubén. Fue ganadora del Bafici 2023 y giró alrededor del mundo por cerca de un año, obteniendo diferentes premios. Es una cinta cargada de significados, con muy buenas interpretaciones y una fotografía exquisita.

Su director, Agustín Carbonere, estudió la carrera de Imagen y Sonido en la UBA e ingresó en el mundo de la publicidad. Aparte de trabajar en videoclips, proyectos para marcas como Coca-Cola, WhatsApp o Mercado Libre y la productora Landia, participó ya en películas como La antena o Muerte en Buenos Aires. Su primer largometraje fue el documental Babasonicos x Melero. Pero El santo se consagró como su ópera prima de ficción.

—¿Cuáles considerás tus influencias principales?

—Creo que mi principal fuente es la literatura como rama de creación. Leer un libro es como dirigir porque estás imaginándote la película en tu cabeza. En la literatura en general hay una especie de novela poética que se llama Hyperion, de Hölderlin—de ahí el nombre de la productora—. Lo leo habitualmente. Y específicamente para esta peli Eisejuaz de Sara Gallardo fue un canal muy inspirador.

En cuanto al cine me gusta mucho el japonés y el griego. Pero mi película favorita de toda la vida es La dolce vita de Fellini. Hace poco me invitaron a escribir sobre ella y me di cuenta de la influencia conceptual que tuvo sobre cómo encarar los vínculos de la humanidad. Y después me gustan muchas ramas del arte. Trato de pintar. Y Goya, por ejemplo, es una gran influencia en esta película en cuanto a su carácter perturbador.

—¿Cómo habías comenzado en la industria?

Yo estudié en la FADU, en la UBA, en Imagen y Sonido e inmediatamente me metí a laburar en cine publicitario y en cine. Laburé más en cine publicitario y ahí fue un poco el inicio.

Más tarde, fui Jefe de Producción de la segunda unidad y fui Jefe de Producción Técnica en La antena. Viste que tiene mucha post-produccion; hay mucha investigación técnica que hizo Esteban Sapir y yo tuve la suerte de participar en ella. Él estaba fascinado con todo el mundo Metrópolis, con todo el mundo del cine alemán. Nos metimos con los efectos y todo. Para mí fue un hito en mi vida, no fue algo más. Fue muy lindo laburar en La antena.

—¿Cuál fue el gen que dio el puntapié a la película?

Tuve una experiencia con un curandero de chico. Quedó medio latente como una semilla. Y después siempre me interesó el mundo del curanderismo. Por otro lado, siempre me llamaron la atención las galerías. Para mí son una ruina del capitalismo. Juntar esos dos temas: un curandero, que es muy del campo y llevarlo a la urbanidad.

En Liniers hay una comunidad muy importante de curanderos bolivianos. Investigué por ese lado también. Y después hay algo que siempre me interesó mucho que es la estructura narrativa del “rise and fall” (“auge y caída”), un personaje que tiene todo para avanzar y mejorar y después termina en un lugar más bajo. Esa curva narrativa siempre me fascinó. Y en mi cabeza se fueron combinando estos tres universos: el de la curandería, la urbanidad y el arco del auge y caída.

“La película es sobre sacrificio. Es sobre alguien que es producto, que es carne para un vehículo mayor.”

—¿Cuánto tiempo llevó el proceso de pre-producción?

—Empecé el guión en el 2019 y lo completé en el 2020. En el proceso recibí la ayuda de Pablo Katchadjian, un escritor argentino reconocido. Después conocí a la productora, Eva Padro, quien se sumó al proyecto. El período entero de pre-producción fue de alrededor de ocho meses, un corto período de tiempo para una película independiente. Tuvimos que reescribir el guión para ajustarnos al presupuesto que teníamos. Terminamos con uno de poco más de 80 páginas. Y el rodaje fue de apenas 17 días, que en términos de producción independiente fue muy corto.

—¿Sentís que el cine publicitario te dio herramientas para el cine?

—Sí, muchas, mucho músculo. No podría haber hecho en 17 días El santo sin haber tenido esa experiencia. Tiene mucha mala prensa el cine de publicidad pero la verdad es que para el cineasta es un lugar muy nutritivo, más allá de todo lo que conlleva la publicidad. De todas maneras yo pienso que tiene algo genuino ya que no te está vendiendo otra cosa. Te está vendiendo lo que te tiene que vender. Y en términos de cineasta llegue muy preparado a filmar. Muy consciente de lo que quería hacer y muy consciente de lo que no quería hacer. Fui sabiendo mucho de lentes, de puesta de cámara. Fui ya teniendo un lenguaje mío. Es como un escritor. Es como cuando un escritor fue primero periodista y luego hace una novela. Quizás llega con maneras más ensayadas. Agradezco mucho ese recorrido.

Por otro lado, Imagen y Sonido me dio una base teórica muy importante. La Chiqui Gonzalez fue profesora mía. Fue ministra de Cultura de Rosario por muchos años. Era una persona que me acuerdo que daba las clases a las 8 de la mañana los sábados. E imaginate ese horario uno a los 18 años. Era lo más imposible de tu vida. Yo iba a las clases porque expresaba un nivel de pasión impresionante; cada minuto te tiraba una especie de masterclass. Por eso lo que más me duele de la coyuntura actual es que se hable mal de la UBA. Tiene sus cosas malas como todo pero el nivel de formación es altísimo.

—Creo que cuando no hay tantos recursos estos se explotan al máximo, y se nota eso en muchas facetas de la película.

—Sí, hay un tema de que cuando hay austeridad y falta de recursos es cuando justamente aparece más la creatividad. El fuera del campo y la cosa que deliberadamente evita ocurre un poco por falta de recursos y otro poco porque estaba así en el guión. Esto invita a un espectador más activo. Es un espectador que tiene que llenar espacios. Un espectador que tiene que tener su propia visión de la película, la cual puede ser absolutamente opuesta a la persona que se sentó al lado. Es algo que nos pasó en los debates luego de la proyección de la películas. Hay gente que cree que el santo cura realmente, hay gente que cree que es un chanta. Es muy eso; que cada uno tenga su propia película dentro de la película. Una de las satisfacciones más grandes es que cada uno se lleve una historia dentro de la historia.

“Yo creo que hay una crisis pospandémica. A la ciencia se le cayó una careta. Para mí es como cuando ves a un padre como un ser humano, llorando, y te hace un click. Acá vimos al “padre ciencia” llorar. No es casual el reflejo del factor esotérico en obras recientes.”

—Para una obra ya es buena cuando genera muchas interpretaciones y te queda reflotando la cabeza. Algo que noté, por ejemplo, como subtexto, es respecto a la sexualidad del curandero.

—Sos la primera persona que me lo dice. Él tiene esta cosa con su sexualidad misma y no se anima ni siquiera a encararlo. Está buscándose como padre; de algún modo, él termina siendo el padre del nene. Y él está a la vez entendiéndose. Lo de la sexualidad era algo que me parecía importante porque era como una búsqueda de un personaje en constante construcción. Él tiene claro que tiene una misión pero su búsqueda personal es como que la tiene negada. Es algo que quedó más sutil de lo que pensé que iba a quedar pero me gusta igual que el que lo quiera agarrar lo agarre. Me interesaba que su personaje tenga también una búsqueda de ese lado, una búsqueda incompleta que nunca llega a completar obviamente.

—Y es una búsqueda que está justificada porque va en línea con esto de que él se reniega a sí mismo en pos de la comunidad y en pos después de la industria que lo termina chupando.

—Para mí la película es un sacrificio. De hecho, estoy tratando de hacer dos más, y las tres son acerca de sacrificios. Es alguien que es producto, es carne para un vehículo mayor. Es lo que le pasa en El Santo. Su destino es como una bala que va a un lugar y aunque la quieran frenar nadie lo logra.

—Justo estamos en un momento en donde noto que hay varias obras que se sumergen en las creencias populares y todo lo que implican, como Cuando acecha la maldad o El viento que arrasa. ¿Sentís que pasa algo contextualmente para que surjan ahora mismo este tipo de obras?

—Yo creo que hay una crisis pospandémica. A la ciencia se le cayó una careta. Hubo un gran despertar en cuanto a que la ciencia no es imbatible. Para mí es como cuando ves a un padre como un ser humano, llorando, y te hace un click. Acá vimos al “padre ciencia” llorar. Creo que a partir de ahí hay un auge que se mezcla con la desesperación que hay en el mundo: en cuanto a falta de trabajo, en cuanto a imposibilidades de conectarse o vincularse. Y la respuesta la ciencia ya no la tiene. Entonces, hay un auge muy fuerte de la creencia. Fijate todo el rol de cultos evangélicos tanto en Brasil como en Argentina en las villas. Ponen canchas de fútbol, ponen centros de atención. Claramente se están aprovechando.

Hay una necesidad de creer. Estamos en el auge de eso. Está muy relacionado con uno o dos años en los que el mundo estuvo en vilo, en lo que te podías morir y no sabíamos qué iba a pasar. Entonces, la gente se preguntaba: “¿Me muero y qué pasa?”. La personas decían: “Che, la ciencia no me contesta las cosas. La gente antes se curaba yendo a un chamán”. No es casual el reflejo del factor esotérico en obras recientes. Está en la serie El reino. Está en la primera temporada de True Detective. Está en los cuentos de Mariana Enriquez. Está en el revival de la astrología, de la cábala, del I Ching. No es casual. Evidentemente hay un despertar que es la muerte de la ciencia. Estamos en el proceso inverso a la iluminación.

—¿Cuáles fueron las distinciones de la película?

En el anterior BAFICI ganamos en tres categorías de la competencia internacional: el premio a Mejor película, el premio a Mejor director y el premio a Mejor Dirección de Arte. También tuvimos mención a mejor sonido y la Asociación de Directores Independientes nos otorgó un premio.

Después estuvimos en Serbia, en China y en Rusia, en donde ganamos Mejor Película en el Festival de Moscú. Después ganamos Mejor Película del Público en el Festival de Serbia. También estuvimos presentes en el Festival de China. Y finalmente, ahora se estrenó en el país el 28 de febrero y se va a estar estrenando en México, en Brasil y en España.

“En Serbia les encanta la película. Cada dos semanas la pasan en algún cine.”

—Todo un tour de un año, más o menos.

—Yo fui a la mayoría de lugares menos a Brasil. En China estuve con Eva, que es la productora, y estuvo muy bueno. Yo pensé que no iban a entender nada la película y les gustó.

—Qué lindo eso porque significa que tiene algo universal.

—Ese era mi miedo, que no se entienda en otros lugares fuera de Latinoamérica y la verdad es que se entendió mucho. En Serbia les encanta la película. Cada dos semanas la pasan en algún cine. Fue como un boom. La verdad que es una alegría porque uno escribe algo pensando, no sé, en uno mismo como espectador y después la gente la debate y surgen diferentes interpretaciones. Es muy lindo.

—¿Alguna cosa que te hayan dicho allá, que te haya impactado?

—Bueno, por ejemplo, cuando ganó Milei el programador del Festival de Serbia me dijo que había tenido una premonición cuando escribí la película. “Porque tiene como un círculo que lo maneja”, me dijo. Esa interpretación es muy loca porque el tipo tuvo una doble lectura política. Y en China me han dicho cosas como “esta es la historia de tal artista k-pop, que había pasado por una fase mística y que luego había desaparecido”. Están muy buenas las interpretaciones y cómo la historia es universal, no solo dentro del curanderismo, sino con paralelos con historias de deportistas o músicos.

—Me hace acordar mucho a El camino del héroe, ese relato que interpela a todas las culturas. Como que está ahí el esqueleto,

—Hay un libro de Huxley que se llama La filosofía perenne y básicamente el tipo hace eso: agarra culturas que no están conectadas pero toma cosas que tienen en común. Por ejemplo, la esvástica. Está en India pero al mismo tiempo aparece dos mil años antes en una cultura de los indios Cherokee. Entonces todas esas cosas que uno de algún modo piensa que son únicas al final son de todas las personas.

“Con respecto a los números el cine es una industria muy comercial. Es una industria imbatible, muy exitosa. Tampoco hay que decir que estuvo todo bien, pero de ahí a desfinanciar al cine argentino por un capricho estas dejando a miles de familias en la calle.”

—También haciendo un análisis político, creo que la gente tiene que creer. Y, por ejemplo, Milei se puso una figura mesiánica.

—Es que el mesianismo está muy internalizado en Argentina. Siempre necesitamos un héroe, un único, una persona que nos salve: Messi, Maradona. Somos muy del ídolo individual. Y a la vez es un fenómeno que está ocurriendo mucho universalmente y que tiene que ver con esta necesidad de creer de la que hablamos antes.

—¿Qué pensás de la desfinanciación actual del INCAA?

—Para mí el INCAA está en un momento desastroso pero no por eso hay que cerrarlo. Es un delirio. Hay que mejorarlo. Para mi el momento en que hubo que defender al INCAA se habló de la cultura, de la identidad y de todas las palabras que a un economista liberal de derecha no le importa. Habría que hablarle hablado de números. Y con respecto a los números el cine es una industria muy comercial. Es una industria imbatible, muy exitosa. Tendría que haberse dicho: “El año pasado vinieron fondos de Francia, de España”. Y se tendría que haber hablado de eso. De toda la guita que entra al país y de todas las fuentes de trabajo que da y de toda la economía que se mueve y de todas las familias que representa. Es verdad que el INCAA no funcionaba del todo bien. Pero es como decir que “hay un trabajador en AYSA que es corrupto, entonces cerremos el agua”. Es un delirio. Tampoco hay que decir que estuvo todo bien, pero de ahí a desfinanciar al cine argentino por un capricho estas dejando a miles de familias en la calle.

—¿Podés contarme algo de tus nuevos proyectos?

Te puedo decir los nombres. Una se llama La médium. De esa no te puedo contar mucho. Y la otra ya la empezamos a desarrollar y ganamos por suerte un premio que nos permite avanzar con su desarrollo. Es una ucronía sobre la vida de Simón Bolívar. La Médium la vamos a dejar para más adelante, si podemos obviamente. Todas son especulaciones. Estamos muy entusiasmados. Es el próximo proyecto si se da. Es una película un poco más cara pero la idea es que sea independiente. Yo disfruto mucho el proceso de hacer una película tan artesanal. Esto que vos decías de la limitación como impulsor creativo está bueno.

—Aparte del control creativo total, sin que alguien te baje línea, ¿no?

—Eso es mi sueño porque generalmente en estos proyectos en que se necesita más guita se mete gente a opinar, a meter casting. Entonces queremos mantener ese espíritu sin acudir a cosas que te marcan mucho la historia y tener esa libertad. Dentro de la limitación de recursos, la libertad es el único recurso que no se negocia. Quiero tener una libertad de los elementos que tiene una película; los actores, con quien la voy a filmar, las locaciones porque si no me quedo haciendo publicidad y gano más plata. Si me van a controlar todo el proceso prefiero no hacer películas.


Aparte del cine Cacodelphia, a partir de este jueves El santo se estará proyectando en el cine Gaumont a las 17 hs y a las 20.15 hs.


Nota por Alex Dan Leibovich | Periodista | Redactor en Clarín, Indie Hoy, Peliplat y Erramundos.


Publicado el 14 de abril del 2024, 17.19 PM | UTC-GMT -3.


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