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A una hora en coche de Vilnius, la capital lituana, todo el mundo tiene que pasar un estricto control fronterizo, al salir del "Occidente libre" hacia Bielorrusia, "la última dictadura de Europa". Cruzar esta frontera es una actuación que lleva mucho tiempo y es casi absurda. Sin embargo, hay personas que se enfrentan a esta frontera a diario, donde la frontera literalmente atraviesa su patio trasero. Lo que solía ser una rutina diaria de hacer una visita a familiares o amigos, ir a la iglesia o al cementerio, ahora se convirtió en un proceso complicado que involucraba cruces de horarios, visa y otros trámites burocráticos complicados. Un gran ejemplo de 'periferias europeas' olvidadas, la paradoja de la región libre de Schengen que aquí está dividiendo comunidades, familias y vidas.