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Cada director tiene su propia película maldita. Un viaje tan extraordinario que nunca se completó: imposible. Fellini nombró el suyo propio: El viaje de G. Mastorna. De este nombre visto en la etiqueta de una maleta de aeropuerto nació un más allá que dejó inconsciente a nuestro maestro. Esta pantalla dividida se imagina en la cabeza de Federico antes, durante y después de esta pelea. Es una investigación filmada en estudio: una multiplicación desenfrenada de instantáneas de rodaje, de archivos mágicos.