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Dos mujeres se sientan en una habitación y tratan de entender quién tiene la culpa de la muerte de un amigo en común. Cada uno culpa al otro y piensa que su propia forma de vida y actitud ante el mundo es la única correcta. Pero la persona fallecida no puede ser devuelta y este hecho una y otra vez devuelve la conversación al punto de partida. "¿A quién culpar?" El final, como siempre, pone toda la historia patas arriba. Todo era sencillo: una habitación, un día de rodaje, una actriz, tres personajes, siete cámaras y veinte personas que se juntaban en un día libre legítimo para dedicarse a la pura creatividad de forma gratuita. Esa pura creatividad fue la creación del cortometraje «La única salida». Este día fue precedido por cuatro semanas de ensayos diarios de ocho horas, y fue seguido por cinco semanas de instalación. Pero la razón principal por la que se hacen estas películas es la sensación de libertad creativa ilimitada.