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El año pasado, Carlos Ghosn condenó públicamente el sistema judicial "injusto" y el sistema penitenciario "inhumano" en Japón que experimentó recientemente el ex director ejecutivo de Renault-Nissan. Obtuvimos acceso de filmación sin precedentes a dos prisiones japonesas para averiguar si estas acusaciones fueron fundadas. Lo que presenciamos fue asombroso. Los reclusos deben marchar a sus lugares de trabajo sujetos por una cuerda; no se les permite mirar a los guardias a los ojos; fuera de las horas de ocio previstas, deberán guardar absoluto silencio, salvo que hayan obtenido permiso previo para hablar. El trato que reciben los sospechosos bajo custodia empuja a muchos a confesar delitos que no cometieron, como fue el caso de un hombre que pasó 46 años en el corredor de la muerte. Finalmente fue exonerado hace seis años, pero quedó arruinado. Tratamos de explicar por qué un país que opera con estrictos principios de equilibrio y orden podría elegir un sistema tan represivo, y ver si esto puede explicar que Japón tenga una de las tasas de criminalidad más bajas del mundo.