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La cámara se desliza a través de un rocoso,valle aparentemente deshabitado,sobre la que el sol brilla sin piedad.En la distancia,se escucha el eco de los sonidos de los animales,mientras un anciano recorre los desérticos alrededores con su improvisado bastón.Próximo,vemos a un hombre hacer carbón en una choza de ladrillos.Otro hombre cubre la primera parte de su viaje a caballo,luego amarra su caballo a un árbol y continúa en carro.Uno a uno,se presentan los pocos habitantes de un valle remoto en el suroeste de Montenegro,siguiéndolos en sus actividades diarias.En su mayoría son autosuficientes y viven del rendimiento de su tierra y sus rebaños de ovejas.El documental,claramente disparado con cariño y admiración,se toma el tiempo de mostrar el ritmo de vida en este árido valle,donde el agua se extrae de pozos profundos y el contacto con el resto de la sociedad consiste únicamente en el paso del autobús.Poco se dice.El anciano de vez en cuando tararea una melodía de días pasados,mientras otro escucha fragmentos de noticias en la radio de cuerda.Y todavía,la vida aquí no se ha detenido por completo: un bebé recién nacido ve la luz.