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La abuela Sebahat se entera un sábado por la mañana que la higuera, que ella y su marido trajeron hace años de su pueblo y plantaron en su pequeño patio rodeado de apartamentos, fue talada por el dueño de una cafetería de billar. Los desvalidos pasan todo el tiempo allí y los vecinos también se involucran en la situación. Sebahat entra en conflicto con estas personas sola. Ella lucha por resistirse a todos ellos, pero decide no dejarla impune. Ella se dirige a la policía y al municipio para denunciar. Le dicen que solo es posible investigar la escena del crimen y abrir un caso entre semana, no los fines de semana. Tiene miedo de que los delincuentes saquen el árbol de la escena del crimen hasta el lunes. Entonces, ella piensa en una sola forma que le queda para manejar la situación.