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La noche del 15 de julio de 2016 cambió la historia de Turquía. Ese día hubo ataques coordinados por partes del ejército turco, entre otros en Estambul. El objetivo de los militares: un golpe de Estado contra el gobierno. El enfrentamiento decisivo se produjo en el Puente del Bósforo. Mientras el presidente Erdogan todavía estaba de vacaciones, en vivo en la televisión llamó a las personas que se dedicaban a él a oponerse a los militares. Como enemigo de las masas presentó a su adversario Fethullah Gülen, a quien tildó de golpista. También instó a los imanes de las mezquitas del país a condicionar a la población a resistir. Y así sucede que por la noche miles de personas agitadas salen a las calles para oponerse a los insurgentes armados. El número de muertos fue alto. 352 personas murieron en Turquía durante el intento de golpe. Las consecuencias son aún más graves: Erdogan usó este regalo, como él mismo lo llamó, para socavar la democracia, organizar arrestos masivos de disidentes y transformar Turquía en una dictadura.