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Después de salir de una institución mental, Milla es llevada a su nuevo hogar por su esposo Gregor y su hija Madleine. Mientras se instalan en la nueva casa, Milla experimenta una serie de eventos, que pueden ser sobrenaturales o en su cabeza. La clave de este fenómeno son los agujeros en la pared, que la miran constantemente. De alguna manera se siente observada a través de los agujeros, que parecen respirar y replicarse a través de la casa, aunque Milla no es testigo de un fantasma, lo siente. Intenta recordarle algo olvidado hace mucho tiempo. A medida que la mente rota de Milla la hizo vulnerable y susceptible a cualquier fantasma que aceche en su casa, se vuelve cada vez más difícil decir qué está vivo y qué es un eco. Al final, Milla descubre que los fantasmas son una manifestación de su dolor, que ha construido la casa en la que vive.