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George A. Romero hace con los vampiros lo que ya ha hecho con los zombies: un tratamiento intenso y realista que sigue las hazañas de Martin, que dice tener 84 años y que ciertamente bebe sangre humana. El niño llega a Braddock, Pensilvania, para quedarse con su tío, quien promete salvar el alma de Martin y luego destruirlo una vez que haya terminado, pero la soledad de Martin encuentra otros medios de liberación.