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El carismático artista y maestro Jean-Baptiste ha muerto. Ha pedido ser enterrado en la ciudad provincial de Limoges, donde su familia dirige una empresa de fabricación de calzado. Él había dicho, "los que me aman pueden tomar el tren". Y aquí están, en el andén de una estación de tren de París: amantes, viejos amigos, conocidos casuales y parientes. El largo día en la vida de todas estas personas es un viaje hacia la iluminación. Al principio la idea de pasar un día en Limoges los deja irritados e impacientes. Pero a medida que el tren se pone en marcha, el tiempo comienza a detenerse y la gente comienza a hablar, reír y olvidarse de comportarse.