The Diamond from the Sky (1915)

Episodio 1: "A Heritage of Hate" Atado de pies y manos a una estaca, alrededor de la cual bailaban salvajes hombres rojos, sus gritos de guerra perforando la quietud del tranquilo bosque de Virginia, Sir Arthur Stanley, soldado de fortuna y descendiente de la noble casa de Stanley de Warwickshire, Inglaterra, se resignó al destino del que sabía que no podía escapar.De repente cesaron los gritos;el baile se detuvo.En los cielos, a lo lejos, mientras Stanley y los indios permanecían asombrados en silencio, apareció una gran bola roja.Se acercó más y más, dejando a su paso una gran nube de humo.Luego, con un ruido sordo, el meteorito golpeó el suelo a poca distancia de la estaca.Sir Arthur se quedó de pie, libre, asombrado, mientras los salvajes se apiñaban a su alrededor en diversas actitudes de homenaje.Era libre, le dijeron, por voluntad del Gran Espíritu, por la llegada de la bola de fuego.Una semana después, cuando estaba a punto de partir, Sir Arthur se detuvo para examinar el meteorito que lo salvó.Ante él, incrustado en la masa ígnea, había algo grande y brillante.Con su cuchillo lo sacó rápidamente de la roca, un diamante.El diamante del cielo;a partir de entonces se convirtió en un amuleto contra todo daño para los de la casa de Stanley que lo poseían.Dos siglos y medio después, la familia Stanley, entonces representada por el juez Lamar Stanley y el coronel.Arthur Stanley, su primo hermano, dominaba el condado de Fairfax, el primer poder codicioso, representado por la política y la propiedad, el último buscando nada más que un hijo y heredero, para poder retener el diamante del cielo y traerlo a su casa el condado de Inglaterra.El juez Stanley era padre de un hijo, a quien recaería el diamante y el título a menos que la esposa del coronel, a punto de convertirse en madre, le diera un hijo varón.En la misma hora la esposa del Coronel sacrificó su vida trayendo al mundo una hija.Hagar, esposa de Harding, el nómada y gitano que montó su tienda en la propiedad del Coronel, se convirtió en madre de un hijo.Decepcionado, el coronel Stanley decidió que debía suplantar a su pequeña hija con un hijo varón.Señor.Lee, un hombre justo con una conciencia elástica, pero amigo desde hace muchos años, accedió a participar en el fraude.En unas pocas horas, Harding, por una bolsa de oro, arrancó a su hijo de su madre y se lo entregó al Dr.Sotavento.Así, el bebé, hijo de un paria social, se convirtió en el heredero del condado y el diamante, mientras el juez Lamar buscaba enterrar su disgusto en la copa de vino.Cuatro años después, Hagar, madre del pseudo heredero, regresa a Fairfax, buscando colmar su gran angustia, en la recuperación de su hijo.En silencio, se coló por la ventana de la casa de los Stanley para contemplar solo al dueño de la casa.Con un grito, el Coronel se puso en pie de un salto, la enfrentó y luego, con un grito ahogado, cayó muerto a sus pies.Agarrando el diamante del cielo, la madre vengativa lo colocó en su corpiño y se apresuró a la habitación donde dormía su hijo.La venganza llenó su corazón.En lugar de su hijo, a quien dejó gozar de la riqueza y posición de que lo juzgaba digno, se llevó consigo a la niña del coronel.Y en los años que siguieron, Esther no dudó ni por un momento que la gitana era su madre.Dr.Lee, que guardó bien su secreto, consintió, a pedido de Hagar, en adoptar y criar a Esther, solo con el entendimiento de que el diamante del cielo sería puesto bajo su custodia.Hagar estuvo de acuerdo, y en pocos meses los jóvenes de Fairfax rivalizaban entre sí por los favores de esta hermosa muchacha.Blair Stanley, hijo del juez Stanley, ahora muerto, y Arthur Stanley eran sus favoritos, con el usurpador del diamante y el título ocupando la posición más favorable.La enemistad entre ellos, que ya duraba muchos años, creció rápidamente, aumentada por la historia tantas veces repetida que Blair le contó a su madre, sobre el diamante del cielo, entonces en poder, según la opinión general, de Arthur Stanley.Blair juró que el diamante sería suyo.Saliendo de la casa del Dr.Lee una tarde, Blair se detuvo para mirar por la ventana que se abría en la galería.Sus ojos se desorbitaron y grandes gotas de sudor cubrieron su frente mientras acercaba su rostro al cristal, fijando su mirada en la forma del doctor de cabello blanco, sentado en la mesa con el diamante del cielo delante de él.