Siempre viva (1934)

Harriet Green, una querida y radiante estrella del music hall de la era eduardiana, tiene un secreto culpable: tiene una hija, nacida fuera del matrimonio. Harriet deja su público y huye a Sudáfrica para criar tranquilamente a su hija. Pasan los años y ahora su hija, Harriet Hawkes, regresa a Londres como una joven promesa del mundo del espectáculo. Tommy, un astuto publicista, sabiendo que la joven Harriet es la viva imagen de su famosa madre, convence a un productor de teatro para que la protagonice en una nueva revista como nada menos que la Harriet Green original, milagrosamente intacta por la vejez. La artimaña funciona demasiado bien: ahora el público cree que Harriet es una mujer de 60 años bien conservada y que Tommy es su hijo. El engaño es más que un inconveniente, porque ahora Harriet y Tommy se han enamorado en secreto.