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En el desierto marroquí la noche diluye las formas y el silencio se desliza por la arena. Dawn comienza entonces a dibujar siluetas de dunas mientras figuras inmóviles puntúan el paisaje. Desde la abstracción de la noche, la luz devuelve su dimensión al espacio y su volumen a los cuerpos. La quietud concentra la mirada y la duración la densifica. El adhan -llamado musulmán a la oración- suena y la inmovilidad, que se iba condensando, empieza a irradiar. Y ahora los cuerpos son los que se disuelven en el desierto.