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Una suerte de viaje sonoro-visual por las calles y los interiores de la localidad polaca de Walbrzych, un laberinto de callejuelas y palacios negros de hollín, erosionados por el tiempo y la quietud, teatro de fantasmas (los habitantes) que deambulan sin rumbo fijo. Callejones grises y patios atemporales, rostros que muestran signos de pobreza y alcohol, un estadio? una vez el alarde de la ciudad? transformado en ruinas y un hipódromo para redadas de autos los domingos. En el lado opuesto, en la iglesia principal, un ejército de sacerdotes en uniforme celebra la misa católica en pompa de colores, los colores del poder. Celebran a la Virgen Negra (Czarna Madonna), al ritmo de la canción homónima, un himno popular polaco, re-arreglado como canción pop e interpretado por uno de los sacerdotes en un ambiente surrealista de recital televisivo.