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Miska Lieb perdió a sus padres temprano y sus parientes lo enviaron a aprender el oficio de carpintero. Gracias a su talento para el dibujo, el pincel pronto reemplazó al cincel y se convirtió en el pintor húngaro más conocido de todos los tiempos bajo el alias de Mihaly Munkacsy. Sin embargo, su destacada carrera estuvo plagada de dificultades; su genio creativo coincidió con una disposición melancólica, y sus obras maestras se produjeron en medio de la angustia y la desesperación. A pesar de su fenomenal éxito, Munkácsy estaba en continuo conflicto no solo con su entorno sino también consigo mismo: la tormenta incesante de su espíritu se alimentaba de su miedo obsesivo a la mortalidad.