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Morris Goodman fue un exitoso vendedor de seguros. Tan exitoso que se compró su propio avión. El 10 de marzo de 1981, durante su primer vuelo en solitario en su nueva nave, el motor se detuvo y estrelló el avión, aplastándose la columna vertebral, dejándolo incapaz de caminar, hablar, tragar, respirar o mover cualquier parte de su cuerpo a excepción de sus ojos. Sus médicos creían que viviría una vida corta y sin sentido, si es que sobrevivía. Morris tenía planes diferentes... Lo que Morris tenía era su mente y su fe en que algún día saldría con sus propios pies y se recuperaría por completo, sin importar lo que le dijeran los médicos. Usando el mismo enfoque paso a paso y orientado a objetivos que tomó en su carrera, Morris comenzó a calcular los pasos que necesitaba dar hacia la recuperación. Se fijó la meta de estar en casa para la Navidad de ese mismo año. Lo logró antes del Día de Acción de Gracias, solo ocho meses después del accidente.