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Irene, de cuarenta y tantos años, tenía el trabajo de sus sueños que le hacía la vida más fácil: era inspectora de hoteles de lujo y su trabajo se llevaba a cabo en un entorno maravilloso y siempre renovado, de París a Gstaad, de Berlín a Marruecos y a China... ¿Pero no ¿Un trabajo de ensueño significa necesariamente una vida de ensueño? Irene intentó no plantearse la pregunta demasiado abiertamente. Sí, estaba soltera pero había logrado mantener una buena relación con Andrea, su ex compañera de vida. Seguramente no tenía hijos, pero de vez en cuando cuidaba de sus dos sobrinas pequeñas. Y fue muy divertido interpretar al huésped misterioso en esos magníficos hoteles... Las cosas podrían haber sido así si un día Irene no hubiera conocido a Kate Sherman...