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La madre vigila que su hijo regrese a casa de la guerra. Ella le teje un par de guantes recordando cómo su hijo se frotó las manos frías la mañana invernal que se fue. La guerra continúa. Madre espera. Deshace los guantes y los teje una y otra vez. Cuando su pequeña casa es bombardeada, los guantes se convierten en cenizas. La madre se sienta sobre los escombros, se arranca uno a uno los cabellos blancos y teje los guantes con su cabello. Finalmente llega la primavera y termina la guerra. Mamá escucha el sonido de botas militares acercándose. Reúne toda la fuerza que le queda y baja las escaleras con anticipación.