(Viejos) lobos de mar

Al menos en el universo de las películas existe una profesión misteriosa, casi secreta y onerosa, aunque este dato no siempre se confirma, y tiene que ver con la limpieza de las escenas del crimen. Estas personas, llamadas cleaners o crime scene cleaners, son muy difíciles de ubicar y se necesita el contacto directo. Si bien tener el número no es garantía de respuesta, saber a quién acudir cuando las papas queman no es algo menor y menos si uno tiene un cargo gubernamental o es una persona de renombre político. Un llamado de estos ya presupone –de ambos lados de la línea– cierto riesgo y, sobre todo, urgencia. Algo como lo que hacía Mr. Lobo, el tipo interpretado por Harvey Keitel al que van a ver Vincent Vega y Jules Winnfield –Travolta y Jackson, respectivamente– en Pulp Fiction. También podríamos citar a Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), mano derecha de Gustavo Fring en todo el universo de Breaking Bad y BCS que, aunque no era exactamente un cleaner sino un fixer (un tipo que acude y resuelve, haya muertes o no), hizo el trabajo varias veces.

Hoy le voy a dedicar un par de párrafos a Wolfs (2024), que hace un tiempo habían promocionado con mucho bombo y si bien me entusiasmó, me había quedado entre las pendientes por distintas razones. La película no se estrenó en salas de Argentina, sino que pasó directo a plataforma (Apple TV) después del festival de Venecia donde tuvo una muy buena promoción y el impecable registro fotográfico del inglés Greg Williams en su habitual blanco y negro.

En este film escrito y dirigido por Jon Watts (el de las últimas tres de Spider-Man) tanto Brad Pitt como George Clooney son experimentados cleaners, metódicos, profesionales, lacónicos; tipos rudos que han pasado sus 60 años y están ya en la curva descendente de su carrera. A pesar de compartir profesión y gente en común desde hace varios años, no se conocen entre sí. Lo inusual y sorprendente de la noche que los reúne, es que ambos reciben el mismo caso, aunque desde distintas llamadas.

La película tiene algo de thriller pero también de comedia de acción y es comandada por la astucia de dos estrellas que tienen expresiones que ya podrían registrar, como la de Clooney indignado y la de Pitt desconfiando de algo que no entendió bien. La química que logran se ve y sostiene gran parte de la película pero no lo es todo, porque detrás hay una historia que justifica la aparición de estos dos personajes y que también es interesante a pesar de algún giro en la trama que resulta forzado. En línea con esto, hay una Historia sólida detrás de lo que el Relato omite o solo trata de manera somera, una suerte de subtrama de tráfico y mafia balcánica donde croatas y albaneses se disputan algunos Kg de heroína pura.

Tiene un reparto pequeño que acompaña bien algo que desde el vamos promete ser una película hecha para las dos figuras –y que, de hecho, lo es– pero tanto Austin Abrams como Amy Ryan no desentonan. Después prefiero quedarme con algunas secuencias destacadas como una persecución nocturna por Chinatown que parece que termina pero después vuelve a empezar, un monólogo envalentonado por la heroína de parte de Abrams y una médica que es de esas que tienen que aparecer cuando no podés ir a un hospital, junto con algunas cositas más que entretienen, que es, al fin y al cabo, lo que busca el film. Lo mejor es el humor que le imprimen los dos personajes principales en todo lo que respecta a la edad: un poco porque ya no pueden hacer cosas que antes sí, y otro poco porque se muestran cautos y parsimoniosos en momentos de máxima tensión.

La pareja vuelve a verse las caras después de las tres entregas de Ocean´s, dirigidas por Steven Soderbergh, donde un grupo de criminales se dedica a estafar a peces gordos o dueños de Casinos y a sus socios, y Burn after Reading, de los Hermanos Coen, y a esta altura se posiciona como una suerte de receta que garantiza espectadores, humor, y –esto es nuevo– esos gags por edad de los que hablamos. Además, ambos ofician de productores para este film junto con varios pesos pesados como Grant Heslov (Argo), Michael Beugg (La La Land, Little Miss Sunshine), y Jeremy Kleiner (12 Years a Slave, Moonlight). Es decir que la garantía es la de un buen producto al margen de que la película no pretenda meterse en las peleas de los premios. Son films que cada tanto aparecen y buscan ser más efectivos que recordados.

Esta es la historia de una noche de esas que parece que no terminan, en la que los tiros tardan mucho en aparecer pero cuando lo hacen es en cantidad y agujereando todo a su paso. Por otra parte, estos lobos que ya no cumplen solo con la referencia a la película de Tarantino, sino también por saber moverse en la nieve, por tener parte del pelo blanco, o por no tener nombre y ser simplemente eso: viejos lobos solitarios, se la pasan sacando hipótesis sobre porqué pasó lo que pasó. Cuando se enteren ya van a ser compañeros y con una mirada van a entenderse como si se conocieran de toda la vida. La secuencia de créditos final es acompañada por los registros de las cámaras de seguridad en otro recurso simpático que no aclara mucho en lo que a la trama respecta. Estos lobos no se equivocaron cuando les tocó mirar para otro lado o desviar un tiro, sino que supieron olfatear todas y cada una de las trampas en las que los metieron.

Al final uno puede advertir el correlato entre los personajes y los actores al margen de la amistad real que mantienen por fuera de las cámaras, porque hay un mensaje de vigencia a pesar del óxido: y que más allá del chiste “estamos viejos”, todavía nos movemos. Ojo que tampoco estamos hablando de dos referentes del cine acción sometidos a sus últimas peleas, que supongo sería algo que, de antemano, te retira joven, salvo que seas Tom Cruise. Digo que la película da un mensaje de actualidad que le permite ambos decir: todavía puedo hacer este chiste que le cabe al personaje, aunque por elevación también a mi. En rigor, queda claro que la película se hace más fuerte en la medida que afina la línea que separa a los actores de los cleaners. Ojalá vengan nuevos proyectos juntos.