En el sitio web oficial del filme, la sinopsis de El destino de Nunik es la siguiente: “Corre el año 1915 en Armenia, y toda la familia está esperando la visita de Assadur, el hermano que dejó su pueblo natal a los 13 años para buscar trabajo en Italia. Ahora, después de haber hecho fortuna en Venecia, el hombre vuelve al país donde nació para que todos conozcan a su esposa y a los dos hijos. Su hermano Aram ha acondicionado la Casa de las alondras para recibirlos, e incluso ha encargado un piano de cola en Viena. En la casa todo el mundo se desvive cocinando los mejores platos de la cocina armenia, pero tanto esfuerzo es inútil: Assadour nunca llegará a su destino porque justo el día en que debería iniciar el viaje se declara la Primera Guerra Mundial e Italia cierra las fronteras. Al hilo de estos acontecimientos, se refuerza el espíritu nacionalista de los turcos, empeñados en crear una gran nación donde no cabe el respeto por las minorías. Empieza así el gran éxodo armenio, una odisea marcada por el hambre, la sed y la voluntad desesperada de las mujeres de esta familia por salvarse de la muerte y mantener su dignidad”.
Al leerla, probablemente nadie podría imaginar que la protagonista será Nunik, la hermana menor de Assadur y Aram. Tal vez podría deducirse su protagonismo por el título de la versión española que aquí recojo, pero no olvidemos que el original es La masseria delle allodole (“La granja de las alondras”, en su traducción más exacta, o como se la conoció también: “La casa de las alondras”), por lo que tampoco allí encontraríamos referencias a un rol tan central en la obra. Menos aún podría deducir el lector de dicha sinopsis -asumo- que se encontraría con que, en medio del caos que puede representar un genocidio y su preludio, Nunik, joven armenia, por tanto víctima, sostendría dos vínculos amorosos -de distinto tenor, pero amorosos al fin- con dos jóvenes oficiales turcos, por tanto victimarios, en el mismo filme.
Sí, efectivamente lector, El destino de Nunik es un melodrama ubicado en el contexto del Genocidio Armenio. Una historia de amor trágico, en definitiva, más allá de que en este caso llamar “tragedia” a una historia de amor sonroje bastante, ya que todos sabemos dónde se ubica la tragedia.
El recurso en sí mismo, el de entretejer vínculos amorosos, historias románticas, con sucesos históricos de diversa índole, no es algo original; se ha utilizado en innumerables ocasiones en el cine, con mayor o menor éxito. Muchas veces, esto permite acercar al espectador al contexto en cuestión y hacerlo conocer circunstancias históricas a las que de otro modo tal vez no hubiera accedido. Ello, si es que todo funciona armónicamente y el espectador logra identificarse con los personajes y los hechos, con sus sentimientos y los de su entorno, con sus pasiones y alegrías, con sus dolores, sufrimientos y pérdidas, atestiguar el miedo y el coraje y lograr hacerlos suyos. Este no es el caso.
La historia de Nunik, que comienza el filme enamorada de un oficial perteneciente a los Jóvenes Turcos (movimiento revolucionario que en 1908 había tomado el poder en el Imperio Otomano y cuya facción más radical será la encargada de llevar adelante el genocidio) y prosigue durante la caravana en la que es deportada junto a su familia y vuelve a llamar la atención de otro soldado turco, no obtiene la respuesta descrita en el párrafo anterior. Es más, se torna tan inverosímil, se parece tanto a la de los folletines o las telenovelas, que nos aleja de la dimensión del drama al que estamos asistiendo, afectando todo el supuesto poderío sentimental que pudiera contener.
En el primer caso, su relación se sostiene en el secreto y es -por lo que podemos deducir- únicamente de carácter platónico. Planean escapar juntos. El vínculo entre el gobierno y la comunidad armenia para 1915 era de tensión extrema, por lo que su proximidad no podía ser bien recibida. La Gran Guerra ya estaba en curso, el gobierno turco desconfiaba de los armenios, se los consideraba una “nación infiel” debido a sus continuos reclamos de mejoras de las últimas décadas, a la presencia armenia del otro lado de la frontera, en el Imperio Ruso -uno de sus enemigos-, a ciertos postulados de sus partidos políticos y a la internacionalización que habían hecho de sus demandas. Del lado armenio, la desconfianza se basaba en siglos de tratamiento como ciudadanos de segunda categoría, en años de promesas incumplidas y, sobre todo, en el historial de masacres antiarmenias cometidas por el Estado otomano desde finales del siglo XIX. La Revolución había renovado las esperanzas en la comunidad, sin embargo, estas se habían desvanecido rápidamente al ver el accionar de los nuevos líderes.
En el segundo caso, el plan genocida ya se había puesto en marcha: las personalidades públicas, los hombres influyentes, ya sea provenientes del arte, la política, los negocios o la religión, habían sido arrestados y asesinados; aquellos batallones formados por armenios habían sido desarmados, habían sido utilizados como mano de obra en la construcción de caminos o vías de ferrocarril y estaban siendo masacrados; los jefes de familia de las distintas localidades estaban siendo separados de sus seres queridos, apresados y también aniquilados; las mujeres, niños y ancianos ya estaban caminando en largas caravanas hacia los desiertos de la Mesopotamia (en lo que se denomina “deportaciones” y no “éxodo”, como erróneamente plantea la sinopsis citada).
Allí Nunik (una Paz Vega que parece nunca hallarse en el personaje) encontrará, en medio del hambre, la sed y la enfermedad, otro hombre que reparará en su belleza y personalidad. Ella buscará obtener algo de comida para los niños que la acompañan por medio de su cuerpo; sin embargo, se encontrará con alguien respetuoso y amable que no comulga con los padecimientos a los que están siendo sometidos los armenios, que se unió al ejército para luchar por su patria, pero al que han encomendado la humillante tarea de escoltar las caravanas. Indudablemente, la relación adquirirá un cariz diferente al de su vínculo anterior. Ella ya no tendrá amor para dar, solo cariño. El fresco romántico-novelesco, de tono trágico, ya no se sostiene en lo más mínimo.
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En una entrevista aparecida en el semanario Der Spiegel, previo a la presentación de la película en el Festival Berlinale, los hermanos Paolo y Vittorio Taviani (creadores talentosos y reconocidos por, por ejemplo: San Miguel tenía un gallo, Padre Padrone, La noche de San Lorenzo, Kaos, Good morning Babilonia, El sol sale también de noche, César debe morir) precisaban que “cada escena, incluso la más brutal, está históricamente documentada”. Declaraba Paolo Taviani: “Nosotros no hablamos de genocidio, ya que deben ser los historiadores los que establezcan si es de esto de lo que se ha tratado. Nosotros hablamos de una tragedia y con nuestro filme no queremos formular ninguna tesis. En los Balcanes, en Ruanda, en Sudán se han verificado escenas análogas. Nosotros, italianos, hemos asesinado, los alemanes han asesinado. El terror puede verificarse siempre y en todas partes, ¿por qué callarse ante la tragedia armenia?”.
Los realizadores italianos también establecieron en posteriores entrevistas: “Esta película nuestra nace de un sentido de culpa. Hace tres años, casi por casualidad, descubrimos la tragedia armenia… sabíamos, creíamos saber… Una masacre de hombres, mujeres, niños, en 1915, en nombre de la Gran Turquía. Decenios han pasado desde entonces, el pueblo armenio espera aún justicia y nosotros -como millones de otros- ignorábamos todo esto.
Desde hace tiempo sentíamos la necesidad de acercarnos con nuestro cine a la tragedia más sombría de nuestros tiempos: las masacres entre pueblos hermanos, entre etnias que conviven, aquí en Serbia, en Kosovo, en tierras divididas de nosotros solo por un trozo de mar, y en África, en Asia.
La ocasión fue la lectura del bello libro de Antonia Arslan La Casa de las alondras, una novela particular, algo como una indirecta autobiografía. Antonia es italiana de origen armenio, y en el libro ha narrado el holocausto de su familia. Novela, documento. Para nosotros dos ha marcado el encuentro entre los eventos del pasado y aquellos de nuestro presente. Pero, como siempre, no nos interesaba -y no hubiéramos sido capaces- diseñar un cuadro histórico. Nos interesaba seguir algunas criaturas, sus destinos particulares, únicos, y proyectarlos después en un gran evento colectivo, que se muestra en su horror hoy, pero que hunde sus raíces en el pasado… Nunik, Armineh, Aram: los armenios… y Nazim, Arkan, Egon, Yussuf: los turcos… el relato ha tenido inicio”.
Nadie puede dudar de sus plausibles intenciones, tampoco del respeto histórico con el que tratan los hechos de fondo. De todos modos, es necesario establecer que su proyecto, en definitiva, es un proyecto fallido. El tono inverosímil de su historia -más allá de reconocer que muchas veces la realidad supera a la ficción-, las fórmulas convencionales y de aire academicista utilizadas para el registro, y hasta cierta truculencia empleada en algunas escenas de muerte, desvirtúan el realismo del cuadro pintado y no colaboran en la consecución de sus objetivos bienintencionados.
En su capital quedará, sí, el no haber presentado el vínculo turco-armenio o cristiano-musulmán como un vínculo basado en odios ancestrales; el permitirnos ver que en esa relación entre dos pueblos que convivieron durante siglos, con muchos matices claro está, la vecindad era un hecho y la amistad entre unos y otros, y hasta el amor, eran posibles; el otorgar a sus personajes algunas complejidades y contradicciones propias del ser humano; el permitirnos ver que no todo turco era “bárbaro” y “sanguinario” y que hubo lugar para el desacuerdo y el enfrentamiento entre algunos oficiales turcos -por menos que hayan sido- y para el ocultamiento y el rescate de armenios por parte de ciertos ciudadanos turcos.
Estos también son hechos históricos y quizá puedan aportar algo al diálogo tan necesario entre ambos pueblos y al reconocimiento de la verdad por parte de Turquía, tan indispensable para curar las heridas y acercar la justicia.
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Ficha técnica
Título original: La masseria delle allodole
Italia/España/Francia/Bulgaria, 2007, 122 min.
Dirección: Paolo y Vittorio Taviani
Producción: Grazia Volpi
Guion: Paolo y Vittorio Taviani
Fotografía: Giuseppe Lanci
Música: Giuliano Taviani
Edición: Roberto Perpignani
Elenco: Paz Vega (Nunik), Moritz Bleibtreu (Yussuf), Alessandro Preziosi (Egon), Angela Molina (Ismene), Mohammad Bakri (Nazim), Tcheky Karyo (Aram), Mariano Rigillo (Assadur), Nicolò Diana (Avetis), Andrè Dussolier (coronel Arkan), Arsinee Khanjian (Armineh)
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