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EL CINE Y LA EXISTENCIA HUMANA: CLOUD ATLAS COMO ESTUDIO METAFISICO Y CONCEPTUAL

ARCHIVISTA: -El informe decía que Chang fue asesinado en el ataque. SOMNI 451: -Eso es correcto.-
ARCHIVISTA: -Pero ¿dices que lo amabas?-
SOMNI 451: -Sí, así es.-

ARCHIVISTA: -¿Te refieres a que sigues enamorada de él?-
SOMNI 451: -Me refiero a que siempre lo estaré. Nuestras vidas no nos pertenecen. Del vientre a la tumba, estamos ligados a los otros. Pasado y presente. Y con cada crimen y cada acto de amabilidad creamos nuestro futuro.-

ARCHIVISTA: -En tus Revelaciones, hablaste de las consecuencias de la vida de un individuo replicándose en la eternidad.

¿Esto quiere decir que crees en la vida después de la muerte? ¿No en el Cielo o en el infierno?-

SOMNI 451: -Creo que la muerte es solo una puerta. Cuando se cierra, otra se abre. Si fuera a imaginar el Cielo imaginaría una puerta. Y detrás lo encontraría a él, esperándome.

(“Cloud Atlas”, 2012, Wachosky's - Tikwer)

Analicemos lo que ocurre en el cine. Vemos una película, la disfrutamos, lloramos o reímos, y finalmente si hemos salido satisfechos hablamos de ella por horas, días o años y hay algunas que nos marcan de por vida.

Pero, ¿Qué es una película? Una ilusión. Un relato (lineal o no lineal, narrativo o rupturista) que nos transporta por efecto de trucos ópticos hacia estados del alma. El despliegue la trama de un relato puesto en acción por la ilusión del movimiento y la magia de la secuenciación.

Una película es la perfecta metáfora de nuestras vidas.

Así entre el plano sugerente de la palabra y el mundo confuso de las imágenes se crea un vínculo articulado también con el sonido en el que nos es posible sumergirnos en mundos diversos trastabillando de la realidad de la propia vida hacia el vacío y en el juego compartido de la multiplicación de sentido en miles de opciones de vivencias alrededor de una misma historia y de uno mismo como entidad consciente.

Técnicamente se habla de “filmar” (ahora se graba puesto que se está dejando de usar en parte el “film” – la película propiamente dicha- para ser reemplazado por la información digital), cuando captamos a través de una cámara de cine, imágenes a 24 cuadros por segundo (o en inglés fps: frames per second). Es decir, en un segundo pasan por delante nuestro, veinticuatro imágenes fotográficas fijas. No existe ningún movimiento. Nunca. Jamás lo ha habido. Es un truco, un engaño. La mente (el cerebro) une las partes y forma un todo que finalmente parece movimiento. Lo cierto es que son fotografías. En un segundo entran 24 fotografías (ese es el estándar de cine y en video es de 25). Pero es una convención.

La ilusión se mantiene por la necesidad humana de darle sentido a lo que ve y por tal junta las imágenes secuenciadas y entiende que implican movimiento y como tal las lee e interpreta. En este proceso intervienen el ojo y el cerebro. El ojo es el órgano de percepción y el cerebro, de interpretación.

El cerebro solo puede interpretar lo que es capaz de manejar. Y esto es programación, educación, conformación de un estado y una forma de accionar de los órganos y de la mente. Ver cine es compartir una convención, una arreglo dinámico que fue definido hace más de cien años por indicación de la economía.

Inicialmente, en los albores de la creación del cinematógrafo, y todos los aparatos que hoy denominamos cámara o proyector, se buscaba una entretención simple, efectiva y barata. Nadie pensaba en revolucionar el conocimiento, aportar sabiduría al mundo o educar a las generaciones venideras. Se trataba de agregar una estación más al circo. Literalmente el cine se proyectaba como entretención circense.

En una carpa junto a la hombre mas fuerte del mundo, monos bailarines y enanos con dos cabezas. Un truco más cercano a la prestidigitación que a la cultura. No había en aquel entonces ningún lazo entre el espectáculo artístico de una ópera y las imágenes que se veían en los fonógrafos sentados en simples sillas en patios de arena bajo una carpa. No había intención artística ni metafórica y mucho menos una búsqueda trascendente. Se trataba de vender tickets. A más entradas, más redituable y así se pensaba el cine. Sin embargo los inventores y artistas vinculados sospecharon sin notarlo directamente aún, que allí había algo más.

Era muy evidente el efecto que causaba en los espectadores las imágenes de un tren viniendo a máxima velocidad a la pantalla. Los espectadores se tiraban al piso y aplaudían cuando se encontraban aún vivos. No es muy diferente a lo que ocurre hoy día con el 3D o con las películas de terror en las que el malo de turno sale de la nada y nosotros saltamos de la silla del susto.

En un sentido filosófico o sociológico se trataba de un estrato muy bajo del espectáculo y desde su nacimiento estuvo signado por la Nada. Pues nada era lo que se esperaba y nada su expectativa de duración. Nada había en el cine primitivo que entusiasmara a un escritor, un actor o un músico. Solo a los comerciantes y mercanchifles de ocasión les podía interesar el fenómeno de fotos en movimiento que vendan entradas impresionando y asustando a la gente. Hay aún ciertos pleitos respecto a quienes inventaron las primeras cámaras pero en general se coincide en que fueron los hermanos Lumiere, en Francia.

Sin embargo fue Tomás Alva Edison quien patentó y organizó un sistema de pruebas con mentalidad científica alrededor de esta tecnología. A prueba y error fue descubriendo con mucha práctica filmando diversas cosas cual era la forma en que el ojo y el cerebro actuaban de forma combinada para producir la ilusión de movimiento. En un momento dado notó que pasados cierta cantidad de fotogramas (fotos) por segundo la ilusión funcionaba y que a menos ya no se veía creíble notándose un “ruido” en forma de intermitencias. Ahora, si hubiese sido por los análisis y experimentaciones que se realizaron, el estándar de 48 fotogramas (48 fotos por segundo) parecía perfecto. A 48 fps el efecto funcionaba de maravillas, arrastrando nuestra atención a la pantalla para identificarnos con lo que estaba allí sucediendo. Esto ocurre de forma idéntica en la vida. Aquello que capta nuestra atención, si está bien estructurado y sucediendo a suficiente velocidad, lo tomamos como real. Cuando los místicos o videntes hablan, sugieren, indican o muestran que hay otra realidad más allá de nuestras percepciones, no están más que indicando que dejemos de mirar con fascinación la película de nuestra vida como la única posibilidad existente.

También nos dicen que ésta está tan bien hecha que es un camino de ilusión. De hecho los misterios sobre la ubicuidad de Dios y lo eterno puede entenderse como quien ve y conoce la totalidad de una película, pasado, presente y futuro de una mirada, a la vez, en forma holográfica, sin la secuenciación del tiempo.

Una de las características mencionadas en los procesos místicos o en cualquier clase de revelación, iluminación o momento de brillantez es que toda la información se ha posado sobre la persona en su alma en un instante, toda junta, de un golpe (a veces casi demoledor) y ha perforado las barreras racionales de la estructura espacio-tiempo. Sea en cuentos, alegorías, relatos o en historias de ficción que sirven de metáfora, vemos que el “momento luz” sucede o es traspasado corriente arriba, por encima del fluir del tiempo que conocemos, una ráfaga centelleante con el suficiente poder como para desmantelar el estado acompasado y lineal de la existencia.

Por un instante el universo se torna holográfico y multidimensional, en apariencia abstracto pero con la pulsión de la certeza. Claro que la parte difícil y a veces traumática es poner orden en la madeja. Revestir de sentido comunicacional la experiencia para ser compartida. Todo el rollo de lana universal ha impregnado al Ser y le toca al cerebro alinear lo experimentado. Ante una misma clase de vivencia cada uno le pondrá su impronta, su cualidad con su talento o incluso en la ausencia de habilidad. Será música, pintura, poesía o la formulación de una teoría de implicancias cuánticas. El desovillado puede llevar incluso años antes de convertirse en teoría y algunos no lo logran nunca. Cuando el genio y el contacto están en armonía surge un mensaje que codifica en muy poco recorrido un plegado de ideas o conceptos que se abrirán y reproducirán casi infinitamente.

Tal así las palabras de un Confucio, un Buda o en la transfiguración hacia la pantalla en un Yoda o un Maestro Oogway.

La energía primigenia articulará con los recursos que le son propios el magma de energía latente que se esparce a través de una imagen o una melodía, de una escrito o incluso de un solo signo que se trasforma en símbolo irradiando sin cesar el holograma conceptual, la energía que traspasa el portal cerrado del tiempo.

La película perfecta se llama vida. ¿Acaso no es igual que el cine?. Y vida es la fuerza de la coacción sobre los sentidos y los sentimientos que es tan fuerte que no podemos sustraernos a ella. Sufrimos, peleamos, amamos u odiamos con tanta intensidad – por vivir implicados en los argumentos vitales a la que nuestra consciencia ha adherido- que no podemos notar que es pura ilusión. No hace falta tomar ayahuasca, probar LSD, ir a las montañas sagradas de oriente ni creer en dios alguno para al menos vislumbrar la similitud pasmosa que existe entre el cine y nuestra vida. Se podrá argumentar que sabemos que estamos en el cine y que ello es una fantasía momentánea.

Pero si así fuera ¿Porqué lloramos amargamente cuando muere el personaje Jack que interpreta Leonardo Di Caprio en “Titanic”? ¿Qué nos hace emocionarnos hasta las lágrimas con el discurso de William Wallace antes de enfrentarse a los ingleses. ¿Acaso no sabemos que se trata de Mel Gibson quien antes fue el héroe en “Arma Mortal”.? ¿Qué nos sucede cuándo en el final de” V de Vendetta”, convoca a todos al parlamento inglés y el pueblo aparece con las máscaras enviadas por “V”? ¿Porqué sufrimos?

La metáfora del cine es justamente que la vida es una ilusión.

Y esta ilusión nos lleva de un lado para el otro en un tren de pensamientos, emociones, sensaciones y percepciones infinitas que nos mantienen atados a lo circunstancial y pasajero (como los fotogramas que pasan). Mientras lo real, esta aquí y ahora, en nuestro interior.

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