Following: el florecimiento del pesimismo

En el crudo mundo en blanco y negro de Following (1998), dos hombres planean robar el departamento de un extraño, solo para que el delincuente menos experimentado se encuentre con la llave en la puerta. Cuando su compañero comenta sobre la suerte del principiante, no pude evitar sentir que la primera película de Christopher Nolan de 1998 estaba destinada a ser grandiosa. No esperaba que fuera una de las películas más cautivadoras que he visto en los últimos tiempos, pero, a veces, la intuición ataca con demasiada fuerza.

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Hay un viejo dicho que dice que un director pasa toda su carrera haciendo la misma película. Cada obra posterior es una repetición y sólo difiere en el enfoque. Ningún director puede escapar de este patrón. Incluso Ang Lee, con su amplia gama de estilos, explora constantemente la tensión irreconciliable entre la presión paterna y el deseo personal. Películas tan aparentemente diversas como Deseo y peligro (2007) y Bienvenido a Woodstock (2009) comparten este tema subyacente.

Dicen que las películas preferidas de una persona están ligadas a lo que sucedi´p en su infancia. Los acontecimientos que influyeron en ellos siguen moldeando toda su vida, impulsándolos a buscar respuestas y encontrar la paz. Si esto es cierto, la infancia de Christopher Nolan podría compartir similitudes con la de Alfred Hitchcock o incluso con la de Edgar Allan Poe, dada la ansiedad poética que impregna su obra.

Following profundiza en la psique humana, explora temas de soledad, identidad y manipulación. El protagonista, en medio del vasto mar de personas, se encuentra siguiendo a los demás, atrayendo sus deseos y decadencia. Deambula por las calles húmedas y poco iluminadas de la ciudad, siguiendo sin rumbo a extraños, buscando satisfacción en la proximidad de los demás. Esta exploración de la condición humana es lo que hace de ésta una película verdaderamente cautivadora.

Following puede verse como el precursor de Memento, recuerdos de un crimen (2001), una película que más tarde solidificaría la reputación de Nolan como maestro narrador. Ambas películas comparten expresiones emocionales y técnicas de edición similares, lo que le permite al público vislumbrar la brillantez que aún estaba por surgir de este director prometedor.

Christopher Nolan posee un sentido innato de desapego. Tanto el escepticismo como la admiración marcan su visión de la humanidad y la sociedad. Esta dualidad hace que sus protagonistas se pierdan entre la multitud, incapaces de afianzarse a pesar de su gran inteligencia y sus intrincadas teorías. A menudo terminan como peones, víctimas de manipulación.

Nada es seguro, ni siquiera sus propias identidades. La gente se deja engañar fácilmente, guiada por el interés propio y las mentiras. El amor en sí puede ser una fachada, en la que los amantes pueden ser cómplices de violencia. La fe inquebrantable podría ser sólo un elemento más en el plan de otra persona. Cuando se revela la verdad, ya es demasiado tarde. Todo lo que queda es el vacío. Incluso el conocimiento parece una caridad, ya que el ocultamiento pierde valor.

Este es el mundo de Christopher Nolan: resistente pero frágil. Una inseguridad profundamente arraigada alimenta su sensibilidad romántica.

Following, una película estudiantil casi sin presupuesto, es sin duda sorprendente. La creatividad excepcional de Nolan pronto lo llevó a dirigir su querida serie de Batman, impulsándolo a las filas de los directores de primer nivel. Su estilo tranquilo y austero, en el que el pesimismo florece, se ha convertido en una de las facetas más intrigantes e influyentes del cine contemporáneo, dejando un impacto duradero en la industria.

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