A veces unos tereres y una guerra intergaláctica puede salvar a una chica

Me acuerdo como si fuese ayer. Hacía cuarenta y dos grados, cuarenta y cinco de térmica, uno de los veranos más calurosos de mi vida. Yo tenía diecisiete años, mis viejos estaban de vacaciones, mi hermano también y me había quedado en mi casa con Sasha, quien tranquilamente podría ser prima hermana de Einstein, el perro del Doc de Volver al futuro. Me había pasado el día buscando qué película iba a seguir viendo. Venía de hacer una maratón de géneros mezclados que no tenían que ver con nada, había dormido nada más que cuatro horas, y si bien el cansancio pesaba, decidí que podía ver algo más. El tema era qué. En un momento de plena lucidez, hice lo mejor que pude haber hecho en mi corta estadía en la tierra. Decidí ver Star Wars: episodio IV: una nueva esperanza (1977) me preparé unos tererés y no dormí en las próximas veinticuatro horas.

Ni siquiera me levanté del sillón ese día, estaba demasiado inmersa en las aventuras del muchacho más noble que podía llegar a tener Tatooine, la princesa más ladina de la historia y el cazarrecompensas más canchero que pudo haber existido, acompañado de algo llamado Wookiee que era una mezcla entre mi perra y el tío cosa, ¿Se podía pedir algo mejor que eso? No lo creo. El viaje fue tremendo y turbulento, pero si bien la había pasado de perlas, fue cuando ví la siguiente entrega que me voló por completo la cabeza. Película que se transformó en una de mis favoritas, y que citamos en muchísimas ocasiones en mi casa. Que es parte del setenta (u ochenta) por ciento de las referencias de la cultura pop -cultura con la que básicamente me crié-: Star Wars: episodio v: el imperio contraataca (1980).

Guerra intergaláctica, sables de luz, pistolas con rayos, robots por montones y dos de los personajes que van a cambiar el curso de la historia y de mi vida. Porque si tuviese que decirles cuál es mi imperio romano, aquello que pienso mínimo una vez por semana es Darth Vader. Creo que tiene una de las historias más interesantes que conocí hasta ahora. El arco narrativo que lo sigue en cada una de las entregas es espectacular, redondo, una maravilla. Un personaje moralmente gris al que le han arrebatado todo y se ha lanzado al lado oscuro por una causa que creía ser noble, porque jamás fue mal intencionado, fue todo por amor. En sí, la saga habla bastante sobre el tema del amor en distintos aspectos. Me encanta.

La película nos da un golpe en la cara. Arrancamos la cinta con una brutal derrota de los rebeldes por manos del imperio, que ahora, no es una amenaza fantasma, sino que es algo presente, que pisa fuerte y que busca arrasar con toda pizca de esperanza que haya sido sembrada en la entrega anterior. También podemos apreciar el funcionamiento pleno de esta Alianza rebelde de la cual sólo habíamos obtenido un pantallazo y descubrimos que, no solo tienen armamento pesado, sino que además cuentan con instalaciones militares y rangos, siendo su general nada más ni nada menos que la princesa Leia. Esta entrega toma todo lo que nos gustó de la anterior y la intensifica. Descubrimos que la fuerza es un concepto mucho más amplio y que tiene lados. Que los maestros pueden comunicarse con sus subordinados incluso después de muertos, y que uno de los mejores maestros jedi, llamado Yoda, continúa con vida.

La implementación de Yoda sentó las bases para lo que luego serían las precuelas. Un personaje que atrajo tanto la atención de las masas y del cual hoy en día queremos saber aún más (he aquí uno de los motivos del éxito de the mandalorian). Él no solo se va a encargar de entrenar a Luke, sino que además, nos va a contar que también fue uno de los maestros que entrenó a su padre. El misterio del padre de Luke, que nos acompaña desde la primera entrega, se revela en esta película, la escena se transforma en un emblema y hace historia en el cine. Uno de los plot twist menos esperados e impactantes. Darth Vader, la peor persona de la galaxia, fue antes un Skywalker. En este momento es cuando arranca el camino de redención más lindo que ví en la vida, en parte, es unas de las tantas cosas que me hace amar esta película.

Comenzando con la parte técnica, si bien tanto el universo como el guión le pertenece a George Lucas, a diferencia de la película anterior, ésta no es dirigida por él, sino por Irvin Kershner (cuya filmografía no había sido tan buena). Lucas cedió el paso para poder centrarse en expandir el lore de la saga y entregarnos un giro argumental más oscuro y creíble.

La presencia impecable de la musicalización de John Williams te sumerge en esta intrigante aventura, haciendo que en reiteradas ocasiones, la misma se transforme en un personaje más. Por ejemplo, en la escena donde Luke, nuestro protagonista, es entrenado por el maestro Yoda y él está sumamente concentrado en levantar su x-wing con sus poderes, es cuando la fuerza se hace presente y fluye a lo largo de la escena, la presencia la sentimos a través de la música, generando que esa misma melodía sea, en sí, un personaje más. Lo mismo sucede con la tan icónica marcha imperial, al sonar, es una amenaza invisible, sin embargo, sabemos que los malos están cerca y que los rebeldes peligran.

Por otro lado, los efectos especiales son uno de los puntos más espectaculares del largometraje, y uno de mis favoritos. Lucas utiliza desde juego de cámaras hasta maquetas que bien podemos apreciar en todos los planos hechos en el “espacio exterior”. De hecho, la maqueta del destructor estelar, nave propia del imperio abordada por Darth Vader, tenía un cableado especial para que tuviese luces al momento de filmarlo y hace que el resultado final sea tan realista que no tiene nada que envidiar a los efectos de hoy en día. Lo mismo sucede con el armado de los set, que ayuda a los actores para llegar al clima en la escena.

Por ejemplo, en el tercer acto, dónde Darth Vader pelea contra Luke (mi escena favorita) todo el armado del set es increíble, el juego de luces ayuda a qué se genere un clima de suspenso y a su vez, representa a los protagonistas de la escena. La oscuridad y la luz se encuentran para pelear por algo más. Los sables, impecables armados y la coreografía de pelea te deja al borde del asiento sin aliento con temor de lo que pueda pasar, ¿Ganará Luke? ¿Ganará Vader? ¿Ganará el trauma que le generará a continuación? No lo sabemos, y nos aterra, entonces descubrimos que todo va en caída, y que nuestro héroe no saldrá intacto. La película termina mal.

Ahora me preguntó, ¿Por qué es una de mis películas favoritas? Muchas son las razones, tal vez fue el momento en el que la ví, o los tererés que tomé, pero me demostró que por más que una historia termine de forma terrible, la esperanza siempre te mantendrá a flote.

La escena final, escena que fue filmada a último momento debido al impacto que generaba la trama tan oscura, nos da esa bocanada de aire fresco. Luke y Leia abrazados junto a C3PO y R2-D2, observando al Halcón Milenario alejarse en busca de Han, te hace plantearte que por mucha oscuridad que haya, la luz siempre encontrará el camino y que lo último que se pierde es la fé.

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