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A través del universo: la música en Guardians of the Galaxy

Spoilers

Unas lindas canciones pueden sumarle varios puntos a una buena película, así como los condimentos le dan sabor a una comida bien cocinada. Pero si abusamos de las especias en la cocción o hay algún ingrediente incorrecto, pueden echar a perder toda la experiencia.

En los últimos 30 años se popularizó la venta de los soundtracks, en especial aquellas recopilaciones de canciones que sonaban en las películas (ya que los “motion picture soundtracks” eran la música compuesta especialmente). Quizás los derechos eran más accesibles en ese entonces, pero era muy común ver más películas musicalizadas más por temas populares, sean clásicos o contemporáneos, que la partitura original del compositor.

Utilizar canciones puede ser un arma de doble filo. No estamos hablando de la calidad de ellas, sino su uso consciente. Incluirlas es, en definitiva, una decisión formal tan importante como qué tonalidad tendrá la fotografía o cuál será el registro de las actuaciones. Sea una canción que comienza a sonar en la diégesis (cuya fuente está presente en la película, por ejemplo una radio) o fuera de ella (la escuchamos nosotros pero no los personajes), puede desentonar si es arbitraria o, peor aun, si está puesta por el mero hecho de “sonar bien”.

Como para citar brevemente dos ejemplos recientes que me llamaron la atención, en los films Suicide Squad (David Ayer, 2016) y Atomic Blonde (David Leitch, 2017) hay por lo menos tres o cuatro canciones populares en los primeros 10 minutos de la película. Una puede servir para introducirnos al tono de la película, la siguiente para respaldarlo, pero ya machacarnos con tanto cambio de dial logra lo que no debe pasar nunca: sacarnos de la película. Prestamos más atención a la inclusión por capricho que a lo que sucede en la trama, como si escucháramos la voz de los realizadores diciéndonos “¡mirá qué bien queda esta escena al ritmo de New Order!”.

Es el equivalente a viajar en auto con alguien que no para de cambiar de canción. ¡Dejá aunque sea una completa!

Pero hay excepciones en canciones bien puestas. No me refiero a esas cuyas letras describen lo que está pasando en escena, porque salvo casos específicos, son recursos algo vagos por explícitos. Estoy hablando de canciones que transmiten un punto de vista, una focalización, una toma de posición. El mejor ejemplo de esto es Guardianes de la Galaxia (James Gunn, 2014), una película más de autor que de la factoría Marvel.

Tan popular como sus personajes, es la selección de temas que suenan a lo largo de sus tres películas. No por casualidad sus secuelas se titularon Vol. 2 y Vol. 3, respectivamente, haciendo alusión directa a los casetes que escucha el protagonista, Peter Quill (Chris Pratt). Aquí es dónde nos vamos a enfocar. Peter no es el protagonista propiamente dicho, ya que forma parte de un elenco coral de pintorescas criaturas de distintos planetas. Esa es la fuerza de la película, en definitiva, en la unión de tan dispares personalidades por un bien común: salvar a la galaxia.

¿Por qué sentimos que Peter es el personaje principal? No solo porque la película arranca con él, en 1988, siendo un niño transitando el duro golpe de ver a morir a su madre. En este triste pero humano momento, Peter está escuchando "I'm Not in Love" de 10CC en su walkman, abstrayéndose de la realidad, hasta que su abuelo lo busca para que vaya a despedirse de ella. Años después, en un recóndito planeta, nos reencontraremos con Peter ya adulto en búsqueda de un objeto intergaláctico. Encenderá nuevamente su walkman (como si nos quedara alguna duda que es él, bueno, ahí está el objeto para reconocerlo) y comenzará a sonar "Come and Get Your Love" de Redbone, dando inicio a una escena de títulos genial.

Lo que es el primero de varios momentos a lo largo de la película musicalizados con canciones populares de los 80s puede tener una lectura superficial: para Peter es importante la música porque fue un casete que le regaló la madre. No es una interpretación errónea y, de hecho, tiene importancia porque él carga con un paquete sin abrir, lo último que le regaló la madre. Esto lo descubriremos al final, cuando vea que es un segundo volumen del compilado armado por ella. Algo que da pie a la secuela, al momento en que Peter está listo para dar un nuevo paso en su historia, sintiéndose cómodo con su lugar en el universo y con sus nuevos amigos, habiéndole dado cierre a su trauma pasado.

Es un detalle hermoso, pero las canciones son aun más importantes. Al musicalizar de esta manera una película plagada de personajes de todo tipo de formas y colores o viajando por planetas con un sin fin de rarezas, estamos experimentándolo a través de los ojos de un terrícola. Estamos a miles de kilómetros de la Tierra, pero no dejamos de tener un punto de vista humano. Y si bien más adelante se revelará que Peter es hijo de un ser celestial, usar las canciones que le obsequió su madre es anclarnos a su origen mortal. Las películas de ciencia ficción son útiles por su grado de escapismo, pero son más efectivas cuando tenemos un punto de partida como el nuestro.

Su casete de música le da personalidad a Peter, lo que utiliza para relacionarse con los demás, a veces incluso para salir de algún peligro, como cuando hace una ridícula coreografía cantando “Ooh Child” de The Five Stairsteps para distraer al villano y así vencerlo. Es lo que le recuerda a su madre, sí, pero es un elemento crucial para conectarnos como espectador a una historia que visualmente nada tiene que ver con nuestro entorno.

Y me encanta cómo James Gunn hilvana este concepto a lo largo de la trilogía, pero expande el concepto. Ya no es necesario utilizar las canciones como una conexión sentimental, sino que puede jugar con las letras. Siendo la secuela más sobre padres e hijos, la cierra con “Father and Son” de Cat Stevens. O la última entrega, en la línea de líricas que subrayan lo que sucede, abre con una versión acústica de “Creep” de Radiohead, cantada por Rocket (en la voz de Bradley Cooper), funcionando como doble sentido: la letra, el “I don't belong here” del personaje y lo acústico, es decir, lo incompleto que está él (ya que esta tercera parte es básicamente su historia y su travesía a la plenitud).

¿Y cómo cierra la trilogía? Con "The Dog Days Are Over" de Florence and the Machine. Una canción que ya no tiene mucho sentido que forme parte del concepto original porque no existía en la época que Peter era pequeño, pero al trascenderlo, funciona como evolución de todos los personajes y la historia. Es una canción festiva, grupal, de superar los dilemas y obstáculos de la vida con el trabajo en equipo. Además, Peter regresa a la Tierra al final para reencontrarse con su abuelo, por lo que funciona que la canción sea lo más contemporáneo y terrenal que suene.

Más que simpático es el detalle en la última escena, con los guardianes restantes en un planeta desértico esperando a batallar contra una nueva amenaza, en el que matan el tiempo hablando de sus grupos musicales favoritos. La cultura musical de la Tierra viajó años luz para seguir deleitando a seres de otros planetas.

Es mucho más importante conectar desde la cabeza que desde el oído. Las canciones pueden sonar bien, pero sino tienen un motivo emocional detrás, pueden ser solo ruido blanco. Las mejores canciones no solo hacen que movamos el piecito, sino que hacen latir nuestro corazón.

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