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De noche con el diablo (2023). El televisor como dispositivo, el despliegue del mal en vivo y el rol del espectador

El televisor como dispositivo, el despliegue del mal en vivo y el rol del espectador son algunos de los temas centrales en el film de los hermanos Cairnes

Esta semana se estrenó en los cines de Argentina la película australiana Late night with the devil/ De noche con el diablo (2023) de Cameron y Colin Cairnes. Si bien para la mayoría de los consumidores habituales del cine de terror este estreno no resulta una novedad, la película viene circulando desde hace varios meses, su arribo a las salas es digno de festejar. Este último tiempo, el cine de terror australiano viene ofreciendo propuestas de gran calidad en términos narrativos y estilísticos. Otro ejemplo claro de esta tendencia es You'll never find me de Josiah Allen e Indiana Bell.

En la noche de Halloween de 1977, el presentador de un late night show en caída, Jack Delroy (David Dastmalchian), se propone ofrecer un programa lo suficientemente polémico como para elevar el rating y ubicarlo como el mejor presentador de la televisión estadounidense. Su objetivo es demostrar en vivo la existencia de fuerzas demoníacas. Para eso, invita a diferentes especialistas que debatirán la verdad o falsedad de los fenómenos paranormales. El caos se desata cuando la Dra Jane (Laura Gordon) y su joven paciente Lily (Ingrid Torelli), única superviviente de la masacre de una Iglesia satánica, realicen un exorcismo en vivo.

La primera imagen del film es la de un televisor reproduciendo una sucesión de imágenes que demuestran el estado de situación de los Estados Unidos de los setenta. Asesinos seriales, psicópatas, masacres y sectas parecen ser la marca de una época atravesada por el fin de la utopía de los sesenta. Una voz off se ocupa de situarnos en un contexto donde los debates respecto a la presencia del mal estaban a la orden del día. Sin darnos cuenta, nos introducimos lentamente en ese contexto, nos ubicamos dentro del mundo construido por la televisión.

Esa historia general se torna particular cuando se nos cuenta quién es Jack Delroy. Diferentes imágenes de su vida personal y de su carrera sirven para que el espectador comprenda la motivación central a la hora de realizar este show especial de Halloween. Con su esposa muerta, un rating en caída libre y con la sospecha de pertenecer a una secta llamada The Grove, capaz de construir y destruir carreras, Delroy juega su última ficha. Para convertirse en lo que siempre soñó deberá empujar los límites de lo correcto, al punto de que la verdadera fama le llegará de la manera menos pensada.

lo que están por ver es la cinta maestra de lo que salió al aire esa noche”. Se le advierte al espectador que este film documental, atravesado por las lógicas del found footage, estará compuesto por las imágenes que salieron a la luz esa noche y por otras del detrás de escena, que nos permitirán comprender el hambre de fama de Jack Delroy y la ausencia de límites morales a la hora de querer convertirse en el rey de la televisión estadounidense.

Con esta introducción vale aclarar que De noche con el diablo no es, necesariamente, una película de terror sino un falso documental que aborda muchos de los temas propios del género. Lo sobrenatural, lo demoníaco, el mundo de las sectas, aparecen en el show como tema sobre el cual se debate, para ganar centralidad hacia el final con la demostración del exorcismo de Lily en vivo. El horror, en términos visuales, estalla de manera imprevista y monumental. Las consecuencias del exorcismo, el modo en que se incluye a la audiencia (la que está presente en el show, la que lo vió en vivo y nosotros del otro lado de la pantalla) en el despliegue de lo sobrenatural y la revelación final son ejecutadas por los Cairnes con gran maestría, logrando borrar algunos de los puntos más bajos del film en lo que al sostenimiento del ritmo refiere y a un final que peca por sobre explicarse.

La riqueza de De noche con el diablo recae en su estilo, en su capacidad para recuperar visualmente las lógicas y características propias de los shows televisivos de los setenta. La credibilidad en este archivo de época se ve reforzada por la interpretación de David Dastmalchian en el papel de Delroy. Su rostro, sus gestos y la dinámica que le imprime a su interpretación caracterizada por la rapidez y la mordacidad de un personaje en crisis, colaboran en esta idea de urgencia que lo acompañan a lo largo del episodio.

Hay algo que subyace en el film asociado al poder de la televisión para influir en sus audiencias. En De noche con el diablo este tema es presentado por medio de la hipnosis masiva realizada por Carmichael (Ian Bliss) a Gus (Rhys Auteri), el copresentador del programa. El horror no se ubica únicamente en la imagen dantesca de los gusanos saliendo de su estómago sino en el reconocer que fuimos capaces de verlo sólo porque fuimos víctimas de una hipnosis masiva televisada.

Este tema ya se hizo presente en otras producciones cinematográficas que operan bajo la misma lógica de transmisión en vivo del mal. Un repaso por estos títulos nos permitirá comprender no sólo algunas de las referencias presentes en el film de los hermanos Cairnes sino también otras propuestas que abordaron, con similitudes y diferencias, el mismo tema que De noche con el diablo.

En 1990 se estrena un episodio de la serie Cuentos de la Cripta titulado Television Terror. Dedicado a todos los tele-adictos, el episodio cuenta la historia del famoso presentador Morton Downey Jr que, con el objetivo de aumentar la audiencia de su programa de tv, emite un episodio especial en el que investigan la actividad paranormal de una casa donde años atrás una mujer asesinó a varios ancianos en el sótano. A pesar de ser advertido por especialistas de lo paranormal, Morton ingresa junto a su camarógrafo para mostrar en vivo y a todo el país que secretos esconde la casa embrujada. Cuando diferentes fenómenos paranormales comiencen a desarrollarse ante su mirada, la ausencia de límites morales del protagonista quedará más expuesta que la perversidad que habita en la casa.

Dos años después ve la luz la fenomenal Ghostwatch. Esta producción televisiva británica dirigida por Lesley Manning y escrita por Stephen Volk, es un falso documental de terror sobrenatural que se estrenó en la BBC1 en la noche de Halloween de 1992. El film se emitió como televisión en directo únicamente esa noche, lo que la convirtió en un fenómeno de audiencia equiparable al de la emisión en 1938 de La guerra de los mundos de Orson Welles. Una experiencia similar es la de Without Warning (1994) de Robert Iscove, en la que observamos el trabajo de una dupla de periodistas reales cubriendo en tiempo real el estallido de fragmentos de meteoritos en el hemisferio norte.

En Ghostwatch se narra en directo la investigación de un grupo de periodistas en una zona residencial de Londres, específicamente en la casa de una familia compuesta por una madre y sus dos hijas preadolescentes. A lo largo de sus noventa minutos de duración veremos charlas con especialistas, comentarios escépticos de lo paranormal, llamados telefónicos de televidentes que están sufriendo fenómenos extraños en sus hogares y, principalmente, la vida cotidiana en el interior de la casa de Fox Hill Drive. Los debates y cuestionamientos respecto a lo que comienzan a experimentar en conjunto con extraños sucesos que se desarrollan en el estudio servirán para activar en el espectador una serie de cuestionamientos respecto al poder de la televisión en su forma de influir a las audiencias.

Quizá Ghostwatch sea el film sobre el que De noche con el diablo se apoya con más fuerza, adoptando no sólo su estilo sino referencias directas o estrategias a emplear en la construcción del horror televisado y en el modo en que el espectador termina involucrándose en el mal que se despliega del otro lado de la pantalla.

Recientemente, se estrenó en el Festival de Sitges la película argentina Historia de lo oculto (2020) de Cristian Ponce. El estreno de De noche con el diablo en nuestro país abrió un inesperado debate respecto a su relación directa/indirecta con el film argentino. Si bien muchas de estas discusiones sólo aparecen para alimentar el hype de un film pronto a estrenarse, lo cierto es que se aplaude si algo de toda esta estrategia sirvió para que más espectadores, no habituales al horror nacional, vean el film de Ponce.

Argentina, 1987. Estamos en una Argentina que existió pero que no se parece del todo a la nuestra. En una noche invernal se emitirá por última vez el programa televisivo 60 minutos. El conductor, junto a un equipo de periodistas que trabajan de manera clandestina en una casa suburbana, promete revelar a todos los televidentes los vínculos existentes entre el gobierno y una secta oscurantista que, desde las sombras, maneja los hilos de nuestro país. Con un panel de invitados y especialistas veremos el modo en que la tensión televisiva se construye por medio de la labor periodística que, ante un panorama de pérdida de auspiciantes y amenazas, tendrá sólo una hora para develar la verdad antes de que finalice para siempre el programa.

Lo que veremos será un desfile de invitados, charlas y especialistas encargados de cuestionar las denuncias o de revelar la forma en que el poder político argentino se construye a base de satanismo y sacrificios. Estas secuencias se alternan con el trabajo de los periodistas que trabajan a contrarreloj para asegurar que la verdad salga a luz. Lo sobrenatural no sólo será tema de discusión sino que se hará presente tanto en el estudio como en la oficina de los periodistas.

Historia de lo oculto propone al espectador una experiencia que se viva en simultáneo al desarrollo del programa. La idea de ubicuidad del mal y de transmisión en vivo de un acontecimiento que demuestre su existencia reaparece. A la falta de recursos Ponce le hace frente con un ingenio digno de admirar que sólo podría explicarse por un amor indiscutido al cine.

Si bien la originalidad de De noche con el diablo podría ponerse en duda luego de un repaso por otras producciones que ya elaboraron muchas de sus premisas centrales, lo cierto es que la recuperación de problemáticas asociadas al poder del dispositivo televisivo como instancia de mediación de consumos y experiencias, y al rol del espectador en estos procesos, sigue siendo no sólo una propuesta poco abordada sino digna de ser tenida en cuenta para la producción de análisis más abarcativos y globales.

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