Samara y mi Trauma de la Infancia

Así como una canción puede marcar la vida de un amante de la música, o un plato la de un amante de la cocina, las películas se imprimen en la mente y corazón de aquellos que somos amantes del cine. Ya sea por la belleza de sus planos, lo frenético de sus historias, la construcción de sus personajes o por la nostalgia que nos producen.

Aunque el impacto también puede ser negativo: horror, desilusión, náuseas, amargura, etc. Y eso fue lo que me ocurrió con la espeluznante La Llamada. Remake de la japonesa Ringu (1998) de Hideo Nakata, La llamada fue estrenada en 2002 y con dirección de Gore Verbinski (Piratas del Caribe, Rango). Trata sobre la periodista Rachel Keller (Naomi Watts) y su investigación acerca de una misteriosa cinta de video que inmediatamente después de verla hace llegar un aviso a través de un llamado telefónico con la advertencia de que en siete días la persona va a morir.

Para conocer un poco más sobre el trasfondo de la historia, la película original del 98 está basada en una leyenda japonesa llamada Banchō Sarayashiki. Existen distintas versiones. Una de ellas cuenta sobre un samurái, Aoyama, que se enamora de manera obsesiva de la sirviente de un castillo, Okiku. Al negarse ésta a corresponderle su amor, el hombre enloquece y tras culparla de un delito, Okiku termina siendo apresada y torturada. Para terminar con su sufrimiento, decide lanzarse a un pozo, quitándose la vida. Ella volvería todas las noches en su forma espiritual a atormentar con violentos alaridos a Aoyama, quien termina perdiendo completamente la cordura.

Pero volviendo a La Llamada. Fue aquella que popularizó en el mundo occidental el J-Horror, ese género japonés surgido en los 90's que revolucionó el cine de terror mezclando leyendas de horror folclórico con elementos del mundo moderno. Por supuesto que luego del tremendo éxito en taquilla que significó el film, se continuaron incontables remakes hollywoodenses, aunque no todas lograron el mismo resultado que la obra de Verbinski. Y es que La Llamada cuenta con varios factores a favor que podrían explicar este logro: una historia buena y atrapante, que con su nivel de misterio y suspenso te mantiene alerta a lo largo de toda la película; una excelente ambientación, que te asfixia con el peso de su fotografía, su banda sonora y lo tétrico de sus imágenes (si viste la “cinta maldita”, sabés a lo que me refiero); y por supuesto, la presencia de Samara (¿no había un nombre más terrorífico?), la niña espectral que acompaña desde el principio y se manifiesta al público en el acto -casi- final, brindando una de las escenas más memorables en el cine de terror de todos los tiempos.

Y me quiero detener en este último punto. ¿Cómo La Llamada marcó mi vida? Bueno, tiene nombre y apellido: Samara Morgan (Daveigh Chase). En la escena mencionada anteriormente -SPOILER ALERT-, Noah (Martin Henderson) se encuentra delante de la tv (una de esas pequeñas y cuadradas de los años 2000), que se enciende sola. Allí vemos un plano de un bosque totalmente siniestro, con unos colores oscuros y unos árboles aterradores, y con un pozo de agua plantado justo en el medio. Lentamente Samara comienza a salir del pozo, vestida de unos harapos blancos muy gastados y con su pelo negro y largo cubriendo su rostro, mientras se acerca caminando con un efecto de stop motion para continuar cargándole a la escena elementos cada vez más terroríficos. Finalmente, Samara sale de la televisión arrastrándose, mojada y con su cuerpo claramente en proceso de descomposición, para dejar descubrir su rostro, oscuro y maligno, y terminar asesinando a Noah.

Durante años mantuve la imagen de Samara caminando en ese bosque tenebroso (yo tenía algo de 8 años de edad), dejándome literalmente con miedo a la oscuridad e incluso a estar solo en cualquier espacio. Tal fue el impacto que me causó que jamás volví a ver la película. Aunque tal vez sea el momento de enfrentar los miedos y verla nuevamente, ¿no?

Supongo que todos tenemos esa película que nos marcó la vida, sólo que a veces, lo hacen de formas que no esperamos…