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Así hubiera sido “Batman: Año Uno”, la violenta película que nunca pudo filmar Darren Aronofsky

Allá lejos y hace tiempo, a fines del siglo XX, Tim Burton ubicó al multimillonario Bruce Wayne y a su alter ego en el podio de las grandes películas del rubro superheroico. Nos referimos a “Batman” (1989) y “Batman Returns” (1992). Estos hitos ocurrieron antes de que Christopher Nolan fuera el encargado de hacer lo propio con la marca en la primera década del siglo XXI a través de “Batman Begins” (2005), “The Dark Knight” (2008) y “The Dark Night Rises” (2012). Sin embargo, entre ambas sagas, existió un proyecto que prometía entregarnos la gloria dark comiquera en pantalla grande. Pero nunca se concretó.

Batman: Year One

En los meses previos a que Nolan se colocara detrás de las cámaras para la que fue la primera parte de la elogiada trilogía con Christian Bale, el realizador Darren Aronofsky (responsable de las icónicas “Pi” y, sobre todo, “Requiem for a Dream”) trabajaba a tiempo completo en un plan maestro que consistía en comandar la adaptación de la obra más oscura y representativa del espíritu lone ranger del encapotado de Gotham City: “Year One”.

“Batman: Año Uno”, título en castellano para el que en Iberoamérica habríamos podido sacar entradas, se proponía, en manos de Aronofsky, ser la versión más podrida que hubiera dado el cine sobre el héroe huérfano que no tiene poderes sobrenaturales. El realizador planeaba sepultar los ecos de esos esperpentos del universo Batman que todavía flotaban en el aire cinéfilo desde fines de los 90s, cuando Joel Schumacher decidió reventar todo lo bueno que había construido Burton y llevó adelante las inmirables secuelas “Batman Forever” (1995) y “Batman & Robin” (1997).

Todo parecía marchar bien para la ambiciosa producción, hasta que apareció Frank Miller, la bestia sagrada, el adorado creador del cómic que daría base al film. ¿Qué dijo el hombre que, entre otras herramientas, le dibujó un revólver en el cinturón al billonario Bruce Wayne? Que tuviera mucho cuidado con la forma en que iba a presentar a su criatura.

“No es una amenaza, es una advertencia”, le espetó, según narra la leyenda.

Tapas de dos números del comic Batman: Year One

¿Qué nos cuenta “Year One”? El relato pone el acento en las características psicológicas de Wayne, al que se lo muestra como un esquizofrénico obsesivo, traumatizado por la muerte de sus padres y que cree que se comunica con ellos a través de una médium que le tira las cartas.

Atormentado por el recuerdo del crimen de mamá y papá, Bruce (el gran overthinker de la Liga de la Justicia, pero ese es tema para otro artículo) escapa de la urbe gótica y se dedica a la mecánica de automóviles, muy lejos de los placeres que le ofrece su incalculable herencia. De ese modo profundiza en sus conocimientos sobre electrónica y se convierte, en la marginalidad, en un experto en ingeniería, oficio que ejercita a través de la fabricación de gadgets de todo tipo.

Las noches de Bruce son tormentosas en “Año Uno”. Escondido de su pasado, de su presente y de su identidad, Wayne se resiente de lo que le pasó, de lo que podría ser o haber sido, de su propio destino: el de ser el ángel guardián de Ciudad Gótica, la ciudad que lo adoptaría, poco después, como hijo pródigo con problemitas.

Otro dato excluyente sobre esta versión nunca realizada es que hubiera sido el Batman más violento y brutal que se haya visto en pantalla, tal como fue el más violento y brutal de los cómics de todos los tiempos hasta ese momento. Los golpes que el justiciero nocturno les propina a los villanos duelen con solo verlos plasmados en las viñetas, por lo que podemos imaginar lo que habrían sido en términos audiovisuales si hubieran estado pensados y dirigidos por D.A., que en ”Requiem for a Dream” no se ahorró ningún golpe por debajo del cinturón a la hora de contar su historia sobre la pareja de yonkis en Brooklyn interpretada por Jennifer Connelly y Jared Leto.

Requiem for a Dream, de Darren Aronofsky

En este marco, un dato que, en retrospectiva, hace que el frustrado proyecto cinematográfico luzca más grande aún, es el nombre que su realizador tenía pensado para el protagónico: Joaquin Phoenix. Exactamente el mismo artista que dos décadas después se calzaría el vestuario del Joker para Todd Phillips.

A todo lo antedicho hay que agregarle la caracterización que Aronofsky tenía estructurada en su cabeza en términos de diseño del personaje, al cual definió en alguna entrevista como "si Travis Bickle fuera Batman". La referencia con nombre propio dispara un link nada menos que al personaje que interpretó Robert de Niro (también parte del cast de la Joker de 2020) en el clásico de clásicos de Martin Scorsese: “Taxi Driver” (1976).

Otro de los personajes que iba a marcar la diferencia en la versión Darren de Batman es el del mayordomo multitareas Alfred, que en ese caso hubiera llevado otro nombre, Little Al, caracterizado por su particular relación con el heredero Wayne.

Uno de los elementos más icónicos de la cosmogonía batmaniana es la baticueva, que como tal supo brillar en pantalla, desde la serie y película psicopopdélicas de la década del 60 con Adam West y Burt Ward hasta los largos con Michael Keaton o las catacumbas mega producidas que alojaban a Christian Bale.

En el caso de “Año Uno”, el escondite del héroe, siempre invisible para el común de los mortales, presentaba características similares a las que vimos hace poco en “The Batman” (2022), montada además (y al igual que en el film de Matt Reeves) sobre una estación de tren abandonada. Allí es donde el encapotado estaciona su batimóvil, a su vez construido por él mismo y con ayuda de Little Al.

Un infaltable en el universo Batman es el siempre honesto comisario James Gordon, único policía no corrupto de toda Gotham City. Al menos tienen a uno así, bien por ellos. En el caso del uniformado, “Año Uno” lo muestra como alguien que sufre a Ciudad Gótica, que la padece en cada una de sus características, en cada rincón fétido, en cada callejón plagado de ratas y maleantes, en cada centímetro cúbico de aire contaminado por la corrupción de la Policía que él integra, del poder político, de la Justicia. En esto la historia firmada por Frank Miller nos exhibe a un policía tan acorralado por el entorno que inicia su participación en el relato con la decisión de suicidarse, algo que descarta con la noticia del embarazo de su esposa.

En la historia de papel, escrita y dibujada, Gordon vio nacer y crecer a su hija, que luego se convertiría en Batgirl. El cine también la vio crecer y calzarse su propio catsuit, pero no de manos de Darren Aronofsky, que archivó para siempre la posibilidad de dirigir al hombre murciélago. Si bien no termina de quedar claro si Frank Miller tuvo responsabilidad en que la iniciativa fuera abortada luego de su advertencia al director, lo cierto es que nunca más se volvió a hablar del tema. Por el momento, “The Batman” aparece como lo más cercano a “Year One” que vayamos a ver alguna vez en widescreen.

The Batman (2022)

El Joker en su multiverso

De la misma manera en que el cine parecía tener reservado para Joaquin Phoenix el papel principal de la versión más atormentada de Batman, el villano que el actor encarnaría dos décadas después del proyecto “Year One” hubiera sido, en la película de Darren Aronofsky y a instancias de Miller, apenas una aparición menor hacia el cierre del film, tal como vimos en “The Batman” e incluso también, de otro modo, en la serie “Gotham” (2014-2019).

Arkham hubiera sido en ese caso el escenario natural de Joker, en modo cameo y sobre una silla de ruedas.

Y the end.

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