Asako I & II: Y de pronto un accidente

Asako I & II empieza con un hechizo. Mientras recorre una muestra de fotografías y se queda como absorta al ver un retrato de dos gemelas, un tipo pasa detrás de Asako y la distrae definitivamente de lo que está viendo. Como hipnotizada por una fuerza exterior, Asako lo sigue por unas cuadras fuera del Museo de Osaka hasta que, justo en un lugar en el que un grupo de chicos está tirando petardos, él se detiene un momento, percibe a Asako a sus espaldas y también como un impulso irrefrenable se vuelve hacia ella y camina hasta sin decir nada, darle un beso. La película los filma besándose, rodeados de los estallidos de la pirotecnia, formando una burbuja que ya está en otro mundo. Sería un cuento de hadas de no ser porque pronto este joven misterioso llamado Buku se desvanece y sin dejar rastros, como si no hubiera sido otra cosa que un fantasma. Pero luego aparece Ryohei, físicamente igual a Baku (el mismo actor) pero a diferencia suya, parece habitar el universo laboral y terrenal en el que se cruza con Asako.

Ryusuke Hamaguchi hace un cine hecho de estas dinámicas de hechizos y accidentes y de permitirse recorrer sus efectos, ruedas del azar y la fantasía para parafrasear otra de sus películas. Tenemos por un lado una película que parece dedicarse a contrastar en la más bien opaca Asako dos formas del amor, entre el impulsivo, levemente surreal por Baku y otro que se construye más en el universo de las rutinas y los desarrollos cotidianos con Ryohei. Tal vez de eso trate la película pero si al contarlo parece algo conocido, ver las películas es una experiencia más rara. Los relatos tienden a caer en una deriva impredecible, como si a donde otros directores trataran de ir en busca de una coherencia sentimental o psicológica en los personajes para estructurar el relato, Hamaguchi en cambio no los conociera del todo pero se deja llevar. De hecho muchas veces los mejores momentos de su cine no aportan necesariamente mucho a la historia; son como burbujas que surgen de pronto por el ejercicio de imaginar hacia qué situaciones se podrían ramificar los encuentros y tampoco son momentos que se nos ofrezcan del todo nítidos como algo a dilucidar en su relación con el resto.

En uno de esos momentos inesperados, Asako, Maya, Ryohei y Kushihashi ven en la televisión una escena de Chejov interpretada por Maya, quien se dedica al teatro. Lo que podría haber sido una reunión fabricada por el guión para que los personajes se encuentren y avanzar en un atajo recto al romance entre Asako y Ryohei (que por cierto hasta ese momento también podría terminar con Maya) se convierte en otra cosa más concreta y extraña sobre justamente el problema de intentar que la gente se conozca y encuentre. Cuando terminan de ver el video, Kushihashi está visiblemente incómodo y dice que prefiere irse con una excusa cualquiera. Los demás le preguntan qué le pasa y de pronto Kushihashi rompe cualquier protocolo y se lanza a atacar la actuación de Maya que acaban de ver. El momento se carga de tensión como si de un accidente meteorológico se tratara, y Kushihashi lleva su crítica a fondo al punto de interpretar él mismo un fragmento de Chéjov. Acusa a Maya de sobreinterpretar el texto de Chéjov de manera narcisista, para llamar la atención sobre sí, y de estar haciendo lo mismo ahora mostrándoles la escena para hacer que la reunión gire alrededor suyo. Como les pasa a los otros tres personajes, no entendemos de dónde vino esa crítica furibunda y cómo estalló de pronto en el living.

Pero Asako, por lo general discreta y taciturna, escondida atrás de la pequeña barra que divide el living de la cocina, toma de pronto una fuerza inesperada y defiende a su amiga, le cuenta cómo cuando fue a verla al teatro se conmovió tanto que lloró, le llevó flores atrás del escenario y no hubo nada deshonesto en esas reacciones y gestos (antes Kushihashi también había acusado a Maya de compartir la obra para obtener un elogio fácil de amigos que nunca le dirían otra cosa). Cuando Kushihashi avisa que se va, Ryohei interviene y le ruega que se quede, que arregle las cosas con Maya o ese raro episodio lo va a perseguir por siempre. Entonces Kushihashi vuelve atrás y se arrodilla a disculparse con Maya, confesándole que estalló de esa forma porque viéndola interpretar a Chéjov recordó la pasión por el teatro que abandonó en alguna parte del camino y no pudo evitar canalizar ese resentimiento hacia ella. “Vi a alguien que sigue haciendo algo a lo que renuncié. Y se veía radiante”. Entonces, como para darle una última vuelta de tuerca a la discusión, Maya no termina de aceptar del todo esta disculpa y le dice: “Entonces te pareció narcisista y mediocre. No importa. Es bueno que alguien me critique. Sólo te pido que la próxima elijas mejor tus palabras”. La tensión, ahora sí, se disipa.

¿Qué pasó? Por un lado es como si la escena, a partir de un enfrentamiento que se desata entre Kushihashi y Maya, trabajara para crear acciones a través de las cuáles Asako y Ryohei se conocen y se acercan en secreto, indirectamente, a distancia, cada uno desactivando la tensión más turbia de la situación para reorientarla a resultados más luminosos. Por otro cabe preguntarse si la critica de Kushihashi que Maya al final no rechaza no nos dice algo sobre la película misma y cierta cosa que permanece opaca entre la superficie de los gestos de los actores y el fondo íntimo de las emociones que representan, como si en hacer demasiado ostensible el lazo entre una y otra hubiera una vulgaridad a la que hay que escapar, un poco como dice Kushihashi que hay que respetar la propia realidad del texto de Chejov. O lo interesante en verdad fuese cómo esta apertura de la película al momento y los reacomodamientos internos y de planos con que la puesta en escena los acompaña nos ofrecieran a cambio de un avance de guión un fenómeno más rico y complejo. Una escena más interesante.

Por momentos viendo Asako I & II me preguntaba si una de las claves no podrá venir de alguna creencia religiosa, por cómo Hamaguchi hace un cine expuesto a este tipo de accidentes que no vienen de un interior claro de los personajes a los que transforma en decisiones. Accidentes imprevistos, como caídos del cielo, que le permiten lograr que la narración se abra por carriles que no son los académicos.

En esta película, también, actúa un gato. Se llama Jitan y hace un papel podríamos decir digno.

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