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Especial Ripley (Steven Zaillian, 2024) Episodio 6

Spoilers

Un auto solo y abandonado con un cadáver adentro en un marco absolutamente estilizado. La soledad de la escena nocturna es insoportable Estamos en el comienzo del episodio 6 de Ripley, titulado Algún instrumento pesado. Poco a poco la escena incluirá la llegada de otras personas y otros ultrajes al cuerpo de Freddie Miles. Primero, el policía que lo descubre y no evita que la cabeza golpeé una vez más sobre el vidrio de la ventanilla. Luego, el fotógrafo. Cada disparo de la cámara no es solamente una luz que enceguece, sino una flecha que atraviesa el rostro inerte de un organismo cosificado cuyo destino será un continuo manoseo hasta llegar a la morgue, el corolario de la profanación. Estas son las zonas de la serie que rozan al género del terror.

Mientras tanto, hace su aparición otro de los grandes personajes creados para la ocasión, el inspector Pietro Ravini. Ni la novela de Highsmith ni las adaptaciones precedentes cuentan con un detective de peso. Hablamos de un sujeto que alcanza la dimensión de ícono cinematográfico, con su presencia imperturbable, su laconismo verbal y la exigencia de precisión por parte de sus interlocutores. Es el momento de crear un nuevo adversario para Tom y Ravini no está dispuesto a claudicar. Seguirá las pistas del auto alquilado por Miles en un garage filmado nuevamente con los contrastes lumínicos en una puesta expresionista y no tardará en ubicar el departamento donde se aloja nuestro protagonista en su versión Dickie Greenleaf. El teléfono suena y Ravini ingresa junto con su oficial a cargo. Un encuadre desde el baño nos permite ver sangre aún no limpiada en la bañera. Estamos ante el suspenso tal como lo entendía Alfred Hitchcock: a diferencia de la sorpresa, que significa un shock, el espectador tiene más información que los personajes y eso activa la tensión emocional mientras se retarda el desenlace de una secuencia. De este modo, escucharemos y veremos el diálogo entre el inspector y Tom sabiendo que la sangre está ahí y puede significar el fin de la impostura. Tan sólo resta que el oficial de policía pida ir al baño. Toda la secuencia es un prodigio más. La dilatación incluye la manera solapada en que los anillos y los pasaportes son escondidos a la vez que Ravini lanza sus interrogantes. Duelo de gestos y de miradas, pero Tom nunca cede, jamás dice esa palabra de más que podría liquidarlo. Su arte implica aplomo, paciencia y capacidad de improvisación. La interpretación es la única forma de salir de la trampa de las circunstancias, las condiciones y la historia. Las mentiras de Tom, vistas desde fuera, nos enfrentan a nuestra propia predisposición a adorar el mismo proceso que nos excluye. A través de la mentira consigue el éxito con el cual se burla de nosotros inclusive, relativamente pobres como él e igualmente admiradores del mundo de Dickie Greenleaf. La primera visita del detective es una parte del asunto.

El episodio 6 multiplica las investigaciones. Marge escribe en la playa y se entera de que el barco de Dickie ha sido vendido. Ahora ella está dispuesta a seguir esa pista. Además, en una escena que lidia con el surrealismo, se halla la motolancha del crimen de Dickie en el mar. No obstante, cuando los otros redoblan los esfuerzos, el carácter invulnerable de Tom aumenta. Su máquina de escribir y su capacidad de persuasión son las principales herramientas que lo depositan siempre en un atajo posible. Y por supuesto, el azar. Esto queda en evidencia en la segunda visita de Ravini, ya con más datos comprometedores. La habilidad de su interlocutor levanta continuamente un muro donde chocan todas las hipótesis. Sin embargo, el acoso no cesa. Ahora el teléfono vuelve a sonar como un martillazo y es Marge quien está del otro lado de la línea. A esta altura de la serie hay una búsqueda por homologar la sensación de agobio que en la novela se describe reiteradamente, como si la pulsión de fin corriera a la par del sujeto que elude a sus adversarios. Siempre Tom imagina quién es el que finalmente lo va a atrapar. Marge lo desafía una vez más, pero pierde el combate dialéctico en un simpático café. Ésta es la historia de Tom, no la de Dickie ni la de Freddie, menos la de Marge, y Tom necesita continuar. Highsmith ha imbuido a Tom de una flexibilidad de carácter, esta flexibilidad superficial enmascara un impulso persistente e incesante de volver lo antes posible a una existencia de tensión cero; de control y de racionalismo frío, poco exigente y limpio. Comprometido a actuar, debe dedicarse a las acciones que le parezcan más coherentes con la extensión de su papel, que es su ser, a través del tiempo:La sociopatía de la que se acusa típicamente a Tom, una implacable subsistencia en una actuación siempre cambiante, es perfectamente característica, si se quiere, de la era capitalista, en la que la personalidad se indexa como capacidad de trabajo y se comercializa en una economía urbana de la extrañeza. Tom es un sumo sacerdote del «culto a lo efímero» como diría el filósofo Baudrillard, un reflejo del hombre contemporáneo.” (El talento de Tom Ripley,

Murray Pomerance, en Patricia Highsmith On Screen, 2018)

Los dos encuadres finales resumen visualmente el estado de las cosas. Nuevamente Tom y el mar. El mar es como su sombra. Allí está Dickie. En términos de Carl Jung, la sombra permanece siempre al acecho y emerge con fuerza en cualquier momento, como cuando sentimos un desmesurado sentimiento de aversión hacia alguien, o cuando descubrimos en nosotros mismos ciertos rasgos, pensamientos, sentimientos o reacciones inaceptables, o cuando repentina e inexplicablemente nos invade el odio, la envidia, el rencor, la avaricia, las mentiras, la culpa. Sabemos que Tom conlleva su propia sombra, pero jamás leemos a través de su cuerpo, y menos de su rostro. Al mismo tiempo, Marge mira a través de una ventana. Hay vigilancia, hay peligro. El episodio 6 fue pensado para ello.

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