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Soñar una nueva comunidad. Notas sobre Ellas hablan de Sarah Polly

Spoilers

Una mujer se despierta con moretones y sangre entre las piernas, llama a su madre y le dice: sucedió de nuevo. Madre e hija se abrazan. En la escena siguiente un grupo de hombres rezan inclinados sobre unos bancos de madera, nunca veremos sus rostros. Esta secuencia inicial parece sintetizar a la perfección el contraste entre la violencia y la fe que sucede en una comunidad religiosa aislada del mundo moderno. La hipocresía de aquella pequeña sociedad que ignora los abusos sufridos por mujeres y niñas, y que se conforma con acusar a los fantasmas y a la imaginación femenina de dichos horrores.

En Ellas hablan (2022) la directora canadiense Sarah Polly- aprovechamos la ocasión para recomendar su documental Stories we tell (2012)- adapta el libro homónimo de Miriam Towes basado en las vivencias personales experimentadas en una comunidad menonita para detenerse en el momento crucial en el que las mujeres se reúnen para decidir juntas su propio destino.

En español el título ha sido traducido a Ellas hablan. He aquí una diferencia sustancial con la palabra talking. Si bien la traducción mantiene el tiempo presente del verbo, el uso del gerundio “hablando” permitiría dar cuenta de que aquella conversación se despliega en ese momento, delante de nuestros ojos como ocurre en la película. Este detalle se vuelve crucial ya que las mujeres logran poner en palabras por primera vez algo que ha sido silenciado de forma sistemática, la palabra adquiere fuerza porque es articulada de forma colectiva e implica la posibilidad de nombrar aquello que resultaba innombrable. La apuesta de Polly será confiar en la palabra como el principal vehículo de empoderamiento.

I.La votación

Los hombres que han sido descubiertos y denunciados por el abuso reiterado de mujeres y niñas están en la cárcel de la ciudad más cercana, pronto volverán ya que la comunidad ha pagado una fianza que los mantendrá libres. Las mujeres se juntan en un granero para decidir su futuro. Se trata de un gesto fundacional, en la comunidad las mujeres no toman decisiones ni en la esfera pública ni en la privada. Juntas discutirán tres opciones: no hacer nada, quedarse y luchar, irse. Las mujeres no saben leer ni escribir- la escuela está reservada para los varones- para graficar cada concepto han dispuesto de distintos dibujos: un paisaje apacible; un hombre y una mujer enfrentados con cuchillo en mano; un caballo. Cada una de ellas coloca una cruz para indicar su voto. En aquella ocasión mujeres a las que se les ha negado el derecho a la educación votan por primera vez. Porque todxs tenemos la misma capacidad para diseñar el propio futuro.

Las cruces indican que han empatado las opciones de quedarse y luchar con la de irse, se decide que un grupo de mujeres debata y tome la mejor decisión, el resto acompañará lo acordado. En una suerte de asamblea un grupo de mujeres de distintas generaciones- las hay jovencitas de 16 años, jóvenes solteras (una de ellas embarazada producto de una violación), jóvenes madres y mujeres mayores- presentarán sus argumentos y analizarán los pros y los contras de cada una de las opciones. A modo de ayudante y en el rol de escribiente el maestro de escuela elaborará un registro escrito de lo dicho por las mujeres en el granero. Es el único hombre que veremos durante el relato.

Lo que comienza como un debate con el fin de encontrar una solución práctica a un problema se vuelve una oportunidad para desplegar otros temas que preocupan a las mujeres: la fe, el cuerpo, modos de crianza y vivir en comunidad. La reunión adquiere una importancia trascendental, nuevamente fundacional porque se trata de la primera oportunidad de articular el lenguaje allí donde solo había silencio. La acción de poner en palabras se vuelve tarea colectiva y se vuelve hasta performativa porque la palabra no está disociada de lo corporal, porque poner en palabras es una forma de poner el cuerpo, enunciar, nombrar el mundo es una forma de hacer el mundo.

II. La asamblea

Los debates son acompañados por rezos y cantos, es la forma en la que las mujeres se dan aliento. Hasta el momento era el lenguaje conocido, pero ahora están descubriendo también nuevas prácticas como argumentar, votar e imaginar. Si de imaginar se trata la voz de Ona es singular, la más idealista entre todas las voces y aún desde la ternura y la calidez la más disruptiva.

Ona ha quedado embarazada producto de una de las violaciones sufridas. Imagina su vida por fuera del matrimonio, único destino posible dentro de la comunidad. Asume que al ser mujeres sin voz tienen el derecho y la obligación de soñar con otro mundo posible. Y es la que intenta crear un equilibrio entre el deseo de destruir lo existente (una comunidad plagada de violencia) y el deseo de diseñar junto a sus compañeras otra comunidad. Las mujeres entonces no decidirán únicamente su destino inmediato sino que imaginarán juntas la manera en la que desean vivir, este gesto implica escapar a lo dado, a los roles asignados a las mujeres. Juntas imaginan esa comunidad a construir en donde puedan aprender a leer y a escribir, a participar en las decisiones de la colonia, a conocer el mapa para saber qué lugar ocupan en el mundo e incluso a renovar la religión, una religión basada en el amor y no en el temor. La búsqueda es libertad.

Las mujeres reunidas tienen mucho en común: todas han sido abusadas al igual que sus hermanas o hijas, todas sienten que algo debe cambiar. Pero hay matices y experiencias diversas que generan desacuerdos. Una de ellas, la más combativa desea quedarse y luchar y está dispuesta a ejercer la violencia si su pequeña hija es atacada, otra de ellas es golpeada y violentada por su marido lo que la vuelve algo escéptica ante la posibilidad de escapar. También son evocadas historias de otras mujeres, una de ellas que se ha suicidado luego de los abusos y una joven que se autopercibe varón y que ha dejado de hablar con los adultos como respuesta a un entorno represivo y asfixiante. Tal vez la señal de mayor encuentro y reconocimiento sea cuando una de las mujeres mayores le llame Melvin en lugar de Netti.

III. Partir no es huir

Women talking se demora en la potencia que nace cuando la palabra es evocada. Nombrar el mundo es la primera forma de hacer que ese mundo exista. Todo resulta novedoso y posible en ese granero. Un espacio cerrado que sin embargo no clausura el afuera, un interior que de algún modo incluye el exterior. Las aberturas del granero hacen ingresar los campos sembrados en el espacio privado donde las mujeres debaten. Tal vez ese vínculo entre el adentro y el afuera, la convivencia entre ambos ámbitos sea la base para la construcción de toda comunidad.

Las imágenes de Polly remiten a un ideal, el de la belleza natural de un mundo en apariencia armónico. La luz no solo marca el paso del tiempo sino también los cambios sutiles que experimenta el ambiente. Por momentos la puesta en escena se vuelve algo naive pero tal vez sea una forma de contrastar con un mundo desgarrador y cruel que mayormente es evocado a través de la palabra y no de la imagen. Este contraste entre lo dicho y la imagen logra que la apariencia de un mundo apacible y una vida sencilla comience a agrietarse y dejar entrever sus oscuridades. Tal vez la mayor contradicción sea la utilización constante de la música, si el silencio es el primer obstáculo que las mujeres deben vencer, si habitan un mundo silencioso, por qué el cine no podría dar cuenta de ese silencio inicial. El silencio posibilitaría que las palabras resuenen con mayor fuerza, que ese lenguaje que desgarra por primera vez un silencio histórico resuene con toda su intensidad.

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