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Especial Ripley (Steven Zaillian, 2024) Episodio 3

Spoilers

La primera escena del tercer episodio, llamado Sumergido, nos introduce en el juego de la representación. Creemos ver otra performance de Tom, otro ensayo frente al espejo, pero se trata de una clase de italiano. El mecanismo de Objetivación/Subjetivación, en tensión permanente, nos hace parte del engaño. Estamos dentro del mismo cuadro. Nadie está a salvo en esta serie.

La compra de una heladera, un proyecto de Dickie y Marge, es otra excusa para acentuar la diferencia de intereses de los personajes y el duelo de miradas y de poder entre Tom y la joven. Al mismo tiempo, una manera de oponer dos miradas atravesadas por las necesidades de clase. Es parte de la batalla. Batalla que se prolonga en los tránsitos por los pasillos, las formas de espiar, las cuales refuerzan la posibilidad de la multiperspectiva.Mientras tanto, mientras la vida continúa oscura y miseriosamente, los planos del mar, ese gran protagonista que aparece por lapsos acentuando una condición tenebrosa.

El viaje en tren camino a San Remo difiere absolutamente de la versión de Anthony Minghella. En la película es el momento donde Tom (Matt Damon) apoya su cabeza en el hombro de Dickie (Jude Law) y el deseo se manifiesta abiertamente. En cambio, en Ripley (2024) prevalecen una distancia y un juego de miradas que ponen el acento en otro tipo de posesión vampírica más allá de lo sexual: comerse una identidad, con su ropa, con sus objetos, con la existencia misma. Por ello, el plano detalle del anillo. La mirada es la del homicida, no exclusivamente la del homosexual. Esa mirada se extiende en el banco y en otros espacios que ambos recorren antes de embarcarse. Previamente, la verdadera mirada homosexual de Tom es hacia un grupo de equilibristas en la playa, desechada por Richard, quien se burla. Es el eslabón previo al crimen.

Los comentarios de la propia Highsmith sobre la orientación sexual de su héroe son contradictorios. Por un lado, destaca las posibilidades narrativas del ser no sexual: “Algunas personas han llamado homosexual a Tom Ripley, pero en realidad no hay base para ello en absoluto [...] Ripley, de hecho, no tiene vida sexual, lo que le hace en cierto modo ligeramente peligroso (…) Asexual, aunque es del tipo que se siente atraído por hombres, pero no hace nada al respecto físicamente. Definitivamente no me gusta entrar en esas cosas del sexo, y para mis propósitos prefiero que sea ambiguo porque Ripley ni siquiera es honesto consigo mismo en ese sentido.” En Beautiful Shadow: A Life of Patricia Highsmith, Andrew Wilson señala varios ejemplos de la aversión de la propia Highsmith, a pesar de su declarada promiscuidad lésbica, a las representaciones de exhibición sexual manifiesta.

La escena en la motolancha es una pequeña obra maestra. Es el rasgo diferencial de la serie con respecto a las versiones que la anteceden. Los dos personajes, solos, en medio de ese desierto que es el mar. No hay huella social que los proteja o los perjudique. Toda la secuencia es clave para entender los fundamentos narrativos y estéticos de esta versión. Se potencia lo sonoro, una posibilidad tecnológica de la actualidad muy bien aprovechada, que ubica este segmento en la mejor tradición del cine de terror, sobre todo sostenido en base a dos premisas. La primera, cómo deshacerse de un cadáver y a pleno sol; la segunda, cómo enfrentar a un monstruo (la lucha con la naturaleza y con la embarcación, cuyos movimientos y crujidos son la personificación de una bestia). Por otra parte, la posibilidad nuevamente de la multiperspectiva: una escena abordada desde diversos ángulos, ya sea para cerrar los planos a la desesperación de Tom, o para alejar la cámara y mostrar el carácter inconmensurable de ese desierto que es el mar. Se trata de una secuencia estrictamente cinematográfica, dilatada en el tiempo, sacudiendo la verosimilitud al mejor estilo de las que nos regalaron Hitchcock y Tarantino, o Spielberg en Tiburón (1975), a la cual Zaillian parece homenajear. Todo está hiperbolizado y difiere de las adaptaciones anteriores y de la novela misma. Un hallazgo absoluto. Todo va más allá de la fidelidad a la novela y, me atrevería a decir, de la serie misma. Pura adrenalina. Es homologable también a la talla de Ripley como criatura, algo que excede el orden de lo real, de lo creíble, un sujeto en peligro constante que siempre logra salir vivo.

Luego de deshacerse del cuerpo de Dickie, el otro cadáver será la motolancha. Los acantilados y las nubes al límite de lo real, los crujidos de la madera, todo absolutamente estilizado, serán el marco del un segmento inolvidable.

La representación del mal es fundamental en la obra de Highsmith, aunque nunca tan estrechamente y sin ambigüedades, alineada con un personaje como en las novelas de Ripley. El mal está siempre presente en todos los elementos de su obra. Según Highsmith existe dentro de nosotros, independientemente de que lo reconozcamos o no. La saga de Ripley se centra en la posibilidad del mal y de las malas acciones. Tom Ripley, por supuesto, no es precisamente un hombre corriente, y los textos de Ripley convierten la posibilidad del mal en un modelo de supervivencia. Se podría decir que la escritora está menos interesada en el acto de violencia o asesinato en sí que en las decisiones que se toman para llevar a cabo la acción criminal. Tom Ripley es una peculiaridad en su obra, un hombre que puede vivir, aparentemente feliz, sin aflicciones como la culpa. Un examen de las formas en que Highsmith desafía las suposiciones relativas a los comportamientos éticos y morales conduce a zonas incómodas, como la posibilidad del mal radical como piedra angular de las relaciones humanas.

El regreso al hotel y la posibilidad de la captura son la coda del capítulo, atravesado por la tensión emocional: el hombre que les alquiló la motolancha habla con los policías mientras Tom huye sigilosamente durante la noche. Apenas se acomoda en el tren, cada vez que quiere dormir algo lo interrumpe. El lavado de vidrios por parte de un trabajador de la estación, cuyo sonido amplificado lo sobresalta, confirma la continua filiación con el género del terror. A esta altura, sabemos que no habrá descanso posible en su vida, cruzada por fugaces raptos de placer. Mientras tanto, dos cadáveres, uno humano y otro material, permanecen sumergidos en el mar.

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