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Escuela de señoritas. Notas sobre El seductor de Sofia Coppola

Spoilers

Corre el año 1864 en el estado de Virginia y la guerra de secesión ya lleva tres años. Una jovencita canturrea una canción mientras recorre el bosque con una canasta que irá llenando de hongos. Debajo de un árbol encontrará a un hombre herido, un soldado de la Unión en tierra sureña. A pesar de que pertenezca al bando opuesto decide socorrerlo llevándolo a la escuela de señoritas Farnsworth. La imagen tantas veces evocada por los libros infantiles, donde la niña con canasta recorre el bosque es recuperada por la directora Sofia Coppola en su versión de El seductor (2017)- basada en la novela A painted devil de Thomas P. Cullinan y ya llevada al cine por el director Don Siegel en el año 1971- para mostrar el revés de la inocencia y señalar que el peligro no siempre se esconde en los paisajes impenetrables y desconocidos sino que también puede desplegarse en una delicada casona que funciona como escuela de señoritas. En la película de Coppola la crueldad de la guerra ha penetrado en el interior.

I.La escuela

El cine en muchas ocasiones ha retratado internados, aquellos espacios aislados con reglas severas parecen presentar un especial atractivo y se han vuelto una suerte de género en sí mismo- tal es el caso de Las diabólicas (1955) de Henri- Georges Clouzot The children’s hour (1961) de William Wyer; Innocence (2004) de Lucile Hadzihalilovic por nombrar sólo tres títulos-. Es la excusa para hacer convivir día y noche a personajes de naturaleza diversa y explorar sus modos de vinculares, pero sobre todo es la ocasión para tranzar una tensión entre el afuera y el adentro. El interior parece cobrar autonomía, se vuelve un espacio con sus propias reglas, al estar aislado de las miradas externas parece desplegarse con insistencia el control y la crueldad. En todo internado el secreto cobra especial importancia al igual que el gesto de espiar.

Lejos de las representaciones más habituales de los internados donde los espacios están atravesados por el abandono y la carencia, la escuela de señoritas Farnsworth es una hermosa y amplia casona rodeada por un jardín y una huerta. Las grandes rejas la resguardan del mundo exterior. El afuera parece volverse abstracto como la guerra: allí solo llega algún sonido lejano de cañones y por las tardes puede vislumbrarse en la lejanía columnas de humo, la presencia de los soldados se vuelve casi fantasmagórica por el desenfoque con el que Coppola retrata el mundo más allá de la verja. Se trata de una escuela selecta, de elite, que busca el refinamiento de las jóvenes alumnas- se aprende francés, labores y buenos modales- y sobre todo impartirles valores tradicionales atravesados fuertemente por la religión. La guerra ha disipado a las alumnas, solo quedan cuatro de ellas junto a la directora Martha y la maestra Edwina. Es en aquellos elegantes salones siempre en penumbras donde es llevado el enemigo: el Cabo John Mc Burney.

Las mujeres deciden cumplir con lo que consideran su deber cristiano y socorrer al Cabo, curarán su herida y le permitirán partir sin denunciarlo al ejercito sureño. La desconfianza atravesará de comienzo a fin el relato, por momentos parecerá disiparse, pero siempre estará agazapada en las profundidades. La convivencia parece traer consigo una enseñanza que la directora se encargará de subrayar: hay una diferencia entre el individuo y el bando enemigo en general, aún es posible la singularización. La guerra la hacen hombres que pueden ser de naturaleza noble independientemente del bando en que participen. Esta conclusión se irá deshilachando, el enemigo nunca dejará de serlo. Ante el peligro parece ser válido adquirir una actitud amenazante. Las categorías de víctima y victimario comienzan a resquebrajarse.

II. La escalera

La presencia del Cabo altera la rutina habitual. Cada una de las habitantes de la casa irá ingresando en secreto en la sala de música- devenida habitación del convaleciente- para visitar al hombre: la menor de las chicas hablará de pájaros, mientras que el deseo de la alumna mayor parece encenderse al ingresar en la habitación. La directora será la que entablará la relación más ambigua, la que al haber salvado la vida del hombre parece embestida de cierto poder sobre él. Pero el vínculo más significativo y la verdadera correspondencia parece establecerse con la maestra Edwina.

En una charla intima, el Cabo pregunta a Edwina: “¿Cuál sería su mayor deseo?” ella le hace una confidencia: “Que alguien me llevara muy lejos de aquí”. La complicidad nace entre ambos desde el momento en que el Cabo dice a Edwina que ambos parecen fuera de lugar en la escuela. La fragilidad de la maestra y su aislamiento parece ser interpretado por el hombre y conmoverla. Durante otra visita a la sala de música, el Cabo le propondrá huir con ella y sellan el trato con un primer beso. Nace el secreto acompañado de las miradas de soslayo y las interrupciones fortuitas. El secreto parece avivar aún más el deseo.

Una noche el cabo promete ir a visitar a Edwina a su habitación. Con ilusión ella se pondrá un bello camisón, perfumada esperará a su amante. Escucha la puerta abriéndose de la habitación del Cabo, el modo en que avanza lentamente por la galería ayudado por su bastón, pero no llega a su habitación. Edwina recorre el pasillo en penumbras, oye ruido en una habitación cercana y allí encuentra a John junto a la mayor de las alumnas. El Cabo va detrás de ella e intenta abrazar a Edwina junto al rellano de la escalera, ella se suelta, luego de la traición no quiere sentir las manos del hombre. El cabo cae por las escaleras y la herida se abre, la perdida de sangre es significativa, la directora decide que el único modo de salvar al hombre es amputarle la pierna.

La película parece tambalear luego del violento corte, se produce un quiebre: la crueldad y la traición han penetrado en la casa. La armonía y la bondad muestran su contracara. Las acusaciones serán cruzadas al igual que las injurias. La desconfianza inicial volverá a la superficie y cada personaje mostrará su aspecto más visceral. La destrucción de los lazos parece una de las consecuencias más profundas de la guerra y que comienza a desplegarse fuera del campo de batalla y llegar también a la escuela de señoritas.

Coppola compone personajes sinuosos, repletos de contradicciones y ambigüedades. Personajes opacos que parecen confundirse con su entorno, la elección de trabajar con bajo contraste no parece casual sino más bien una manera de crear una correspondencia entre la construcción de los personajes y la puesta en escena. La penumbra en ocasiones es tal que requiere de un esfuerzo de la mirada por capturar algo del gesto del personaje y posibilita la desconfianza. La luz y el color se vuelve una herramienta para enfatizar la opacidad de los personajes. El desenfoque se vuelve una manera de separar el espacio interior del exterior, pero esa separación por momentos se vuelve tan sutil, de una naturaleza tan frágil y ambigua que parece querer decirnos que siempre hay una hendidura por la cual algo del exterior penetra en el interior y viceversa, siempre hay una correspondencia entre nosotros y el mundo. La pregunta que se habilita entonces es en torno a la autenticidad: ¿es genuino el amor del Cabo por Edwina?, ¿efectivamente en algún momento el hombre dejó de ser un enemigo? ¿somos únicamente victimas o también podemos ser victimarios?

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