Aunque ya era una constante en "Los pájaros, 1963", en "Marnie, la ladrona" los movimientos mecánicos, casi robotizados de Tippi Hedren (que interpreta al personaje de Marnie Edgar) adquieren un caracter más exagerado que ningún otro film de Hitchcock. Uno podía interpretar que el personaje libre, desinhibido de la Melanie en "Los pájaros" (también interpretado por Tippi Hedren), hubiese acabado encerrado en una jaula, impelido de movimientos (y, no lo dudemos en ningún momento, castigada por su sexualidad) en la última secuencia del film; a pesar de ello, siguiendo este razonamiento de coacción hacia la libertad femenina y sexual, todavía sigue siendo difícil de comprender estos gestos mecanizados, estos movimientos de autómata que realiza Melanie cuando trata de robar cualquier objeto al comienzo de la película. El espacio de libertad de Marnie sólo existe cuando ella monta a caballo, pero nuevamente (y de manera acentuada) el espacio que la rodea está exageradamente remarcado por la ficción, con un más que evidente efecto de "back projection".
Hay muchos elementos comunes entre la Madeleine de "Vértigo, 1958" y la Marnie de "Marnie la ladrona" y es que en ambas los movimientos son externos a su ser, como poseídos por una fuerza interna que la empuja a actuar fuera de su ámbito del consciente. En "Marnie" la fuerza que la mueve sólo proviene del pecado y este pecado es externo a ella, asociado a la naturaleza libidinosa y viciosa del ser humano. Incluso el protagonista, Mark Rutland (Sean Conery) cambia su comportamiento socialmente respetable y en un momento determinado viola a Marnie, la mujer de sus deseos. Si los ojos de Kim Novak en "Vértigo" se perdían ante una fantasmagórica llamada externa, que la obligaba a abandonar su beso con James Stewart y dirigirse veloz hacia su suicidio, ahora, en “Marnie, la ladrona” los ojos de Tippi Hedren están muertos, abiertos de par en par, observando ese abismo de la muerte que existe en su interior.
Un mundo interior en el que residen sus demonios, el mismísimo infierno (el color rojo: el fundido coloreado que a veces cubre la pantalla) que lleva a hacerla perder el control de sus actos, de sus acciones y de sus movimientos. Este ser indefenso, golpeado, tratará de sobrevivir atacando, delinquiendo, aunque siempre maniatada, sin poder salir de su jaula (la misma jaula que la une con el final de “Los pájaros”) pero que, a su vez, la convierte en presa fácil para quien la observa, cual animal (pájaro) atrapado en su trampa.
Marnie, es un ser demasiado complejo interiormente, con diferentes personalidades que la llevan a fingir continuamente y a comportarse como un ser mecanizado: personalidades que nacen de una infancia corrompida por el pecado y de una pronta pérdida de la inocencia. La posesiva figura de la madre hitchcockiana deja de tener disfraces y se presenta con toda su maldad destructora en "Marnie, la ladrona" (Bernice -Louise Latham-), siendo ella el origen del pecado y la semilla de la maldad humana.
Pero las imágenes finales desvelarán una realidad mucho más palpable que la mostrada por Hitchcock durante toda la película. En "Marnie, la ladrona" la verdad permanecerá oculta en lo más profundo del subconsciente y dejará que ese “día-día-consciente” quede sujeto a las mentiras, a las ocultaciones y a los deseos reprimidos (como ese beso en la boca de Lil hacia su hermano Mark Rutland): es decir, estos movimientos mecanizados y este estado sonámbulo de la vida no cejarán de intentar alejarse de las pulsaciones sexuales y del pecado que la amordaza.
Alejandro Franco "Arlequin" 
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