Tras el éxito que fue Blade Runner (1982) en su época, su secuela tenía unos zapatos enormes por llenar treinta y cinco años después. Aunque todos sabemos cómo resultó (siendo considerada de las mejores secuelas jamás hechas), ahora hablaré sobre un aspecto presente pero olvidado dentro del filme: la relación de K y Joi.
Blade Runner 2049 (2017) va de un futuro donde existe una raza de androides llamados ‘replicantes’; estos poseen características humanas tanto físicas como psicológicas, por lo que llegado a un punto se empieza a dudar quién es un replicante y quien es humano. K es un agente replicante dedicado a cazar replicantes rebeldes (un Blade Runner), quien se encuentra en medio de una conspiración que, de ser cierta, alteraría el curso de la humanidad para siempre.
Pero esa es la historia de la película, aquí lo que importa es el componente romántico que la empapa, y se refleja a través de la relación entre K y su novia holográfica, Joi. Joi es una inteligencia artificial comercial, la cual K posee para no sentirse tan solo ante su trágica vida como Blade Runner. La película nos introduce su relación como apretujada e incómoda, debido a las limitantes de Joi por mantenerse en la casa, dentro del rango de su proyección holográfica; aun así, ella mantiene una relativa buena relación con el estoico e impasible K.
A.I. (Amor Imposible [o Ideal])
K es un replicante, un androide diseñado para parecerse a un humano lo más biológicamente posible. Come, se baña, sangra, respira, y aunque tiene ligeras mejoras, existe un factor que lo diferencia de los humanos, y es su mentalidad. Él sabe que está diseñado para cumplir una función en específico, y no pone peros para ello. No es tampoco el típico robot que hace lo que le pidan así nomás. De hecho, llamar ‘robot’ a un replicante bien pudiera ser considerado algo relativamente racista, pues en serio, sus contrastes son mínimos.
Aun así, toma algunas decisiones personales lejos de su trabajo. Cuando está en su faceta cotidiana, convive con Joi como si fuesen marido y mujer. Joi es una inteligencia artificial de una mega compañía que rige el mundo, y puede ser customizada y programada para ser la mejor versión para el usuario. En sí, puedes tener a tu novia alta, morena, rubia, pelirroja, rellenita, delgada, asiática, gótica, victoriana o como se te dé la gana con solo unos clics. Como si estuvieras diseñando un personaje de Los Sims en la vida real.
Películas similares han tratado esta clase de temas. Ruby Sparks (2012) con el tema de la chica ideal, y más claro imposible en Her (2013), con el tema del amor y las IAs (en realidad también iba a hablar de esta última en el artículo, pero decidí no saturar, y por una escena que tocaremos más adelante). Blade Runner 2049 expone desde su inicio de forma magistral cómo es que funciona el mundo. Cómo son los replicantes. Cómo son las inteligencias artificiales. Y el espectador no tardará en cruzar los cables para entender por qué esta unión entre ellos no puede llegar al siguiente nivel.
K es un ser que, a efectos de la película, no puede reproducirse, por lo que su ideal de familia no es una opción, ni siquiera con una humana. Joi la tiene más complicada, puesto que es un holograma, por lo que ni siquiera a nivel físico podrá estar con su amado; durante su introducción, K le regala un dispositivo que le permite ir más allá de su área holográfica, pudiendo ahora acompañarlo más allá de su apartamento. Pero poniéndonos a analizar, ¿qué tan real es este amor que tienen?
A medida que va avanzando la película, se nos muestra que esta relación —artificial, en todo sentido de la palabra—, no carece de verosimilitud, reflejando de manera externa todo el comportamiento que pudiera tener una pareja real, incluso a niveles casi exagerados. Esto es debido a la escena en la que Joi intenta que K esté con una prostituta mientras ella la cubre con su holograma, simulando ser una humana más.
Es en esta escena donde Joi puede romper con ese patrón superinteligente de Her, demostrando una ruptura de su estado inmaterial para pasar al sentimiento más bello de todos. Ella genuinamente siente algo por K, sea como parte de su intensión por salir de su mundo holográfico o no, es el concepto de un conflicto dentro de la narrativa que hace al héroe parte de la aventura. Aunque puede pasar como una subtrama, la película refleja de forma magistral cómo el estereotipo de amor puede incluso empapar al futuro de las IAs. Pero esto también conlleva a un riesgo…
I.A. (Incapaces de Amar)
Tras un altercado en Las Vegas, el dispositivo que mantenía a Joi junto a K es destruido, con la última frase de ella siendo un interrumpido “te amo”. Esta frase de por sí posee una gran carga emocional no solo por el sentimiento expresado, sino por quién lo dice: una inteligencia artificial que bien puede cumplir su rol de “amar y querer” a su dueño, pero que poco a poco ha demostrado que el sentimiento no es meramente ficticio.
Con la moral por el suelo, K decide continuar la historia, notablemente afectado por la pérdida de Joi. A pesar de ser una IA, un modelo más del molde, era su compañera. Sería como buscar a alguien exactamente idéntico a tu ex luego de la ruptura. Es imposible. Los recuerdos, las memorias, el sentimiento; todo afecta igual a que si hubiera ocurrido un asesinato frente a sus ojos.
Más adelante, en una de las escenas más icónicas de la película, vemos a K apreciando un comercial holográfico de Joi, una IA a la venta como cualquier otra, “encargada de complacer al usuario en todo sentido”, menos el que realmente se busca.
Es Joi, pero no su Joi. Es un producto sin vida ni alma, y lo más cercano que K tuvo (o tendrá) al amor verdadero. Ahora la ve despersonalizada, como una versión hipersexualizada y carente de lo que alguna vez llegó a querer. Lo peor de todo es que en cierto sentido, se sabe que ‘cualquiera’ puede tener la misma experiencia de Joi, puesto que esa es su función.
El objetivo de la ciencia ficción desde sus inicios ha sido que el humano se cuestione y haga debates filosóficos. La saga de Blade Runner lo hace de forma increíble, porque lleva al extremo el concepto de qué tan humana es la humanidad o ¿qué se necesita para ser un humano? Notando que la trama de Joi y K es solo una rebanada de un pastel más grande.
Películas como El Hombre Bicentenario (1999) una de mis películas favoritas, también se dedican a traer a la inteligencia artificial al plano sentimental. Con Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos (2004), vemos más bien cómo el humano trata de desprenderse del amor, sabiendo que solo nos dejará dolor y tristeza. Si hasta el humano puede entender este concepto, imagínense a una super computadora. Ahora la computadora, a pesar de lo ilógico del romance, quiere intentarlo, y es allí donde digo que radica el punto exacto del amor verdadero.
Ese es el metamensaje de Joi, que al igual que como cualquier comida, droga o producto, el amor podrá comercializarse en el futuro, y que lo tendremos al alcance de nuestras manos, pero siempre con el riesgo de que no perdure o se vea ultrajado por factores externos. ¿No recuerda esto al amor de verdad?
Para mí, la pareja de K y Joi es de las más trágicas en el cine, por su significado tan hermoso y puro del amor, y su desenlace y cruel realidad (shakesperiano, si me lo preguntan), la cual irónicamente está adornada con luces de neón y comerciales asiáticos. Es en el momento de más éxtasis visual, el más bello en colores, que K se siente más robótico que nunca, sin aspiración más que la de intentar hacer lo correcto porque… ¿qué más queda? ¿Qué más le queda?
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