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La infancia y la percepción de la muerte. Notas sobre Verano 1993 de Carla Simón

Spoilers

Una niña pequeña deja la ciudad de Barcelona. Su madre ha muerto. La nueva vida transcurre en el campo junto a sus tíos y su pequeña prima. La directora catalana Carla Simón registra en Verano 1993 (Estiu 1993) - estrenada en el año 2017- el lento proceso de adaptación, el pasaje paulatino entre la vida anterior y la presente, entre lo conocido y lo desconocido, deteniéndose en los pequeños gestos cotidianos de conformación de una nueva familia.

La película de Simón explora el pasaje de lo autobiográfico- la historia de la pequeña Frida es la de la directora- a la facción. La ficción parece nacer de un ejercicio de memoria, de la revisión de la propia historia. Esta operación, este pasaje entre lo real y lo ficcional inaugura una nueva posibilidad, una nueva forma de contar. La propia Simón en derivas posteriores vinculadas al cortometraje construirá relatos desde un gesto documental, recurriendo a las propias imágenes y a la primera persona. Pero en su primer largometraje apuesta por una suerte de desdoblamiento, una forma de ocultarse detrás de sus personajes, de solaparse con aquel mundo creado que remite al propio. En Verano 1993 el gesto documental aparecerá tímidamente en el modo de registrar el mundo infantil, de procurar respetar algo del movimiento de las niñas que se desplazan delante de la cámara.

En toda película hay secuencias o escenas que sintetizan o hacen visible las búsquedas de sus directores. Son escenas imprescindibles en las que algo de la esencia de la película se deja entrever, como si se tratar de breves destellos. A aquellas escenas podemos formulares preguntas. Es por eso que nos detendremos en tres pequeños momentos: Frida diciéndole adiós a la casa que compartía con su madre; la herida producida en un juego infantil; y la conversación que tiene lugar en medio de los preparativos del comienzo de clases.

I.La despedida

En medio de los festejos de Sant Joan un grupo de niños juega a las estatuas. El desafío es quedarse quieto, de lo contrario cada niño queda fuera del juego y cae ante la frase “estas muerta”. Un niño se acerca a Frida, hace muecas para que la niña se mueva y pierda el juego pero ella continúa firme. Finalmente el niño se acerca y le dice “¿ y tú porque no estás llorando?”. Frida deja caer los brazos, rendida. El niño dice “estás muerta”.

El niño dice esta última frase porque sabe que la madre de Frida acaba de morir. Es un recurso para ganar el juego, pero deja una marca en Frida. Luego de la frase ella baja los brazos y vemos su rostro por primera vez, su mirada brillante- producto de los fuegos artificiales o de una lágrima que amenaza con caer- parece detenerse en la palabra muerta.

Dentro de la casa los adultos cantan y distribuyen los objetos en cajas. Frida está en su cuarto, sobre la cama hay una valija. Frida no accede al mundo de los adultos, las palabras se oyen distantes, las figuras desdibujadas. Hay una división entre el mundo infantil y el de los mayores que Simón trabajará a lo largo de la película. Hay información que está vedada tanto para Frida como para el espectadxr. La decisión de la directora es permanecer junto a Frida, acompañarla en su proceso de comprensión- desde sus breves seis años- de las implicancias de la muerte, de su carácter definitivo.

La abuela enseña a Frida el padre nuestro. La niña confunde varias partes, sobre todo la referida a la culpa- es que la culpa parece una palabra desmedida para el mundo infantil- Simón parece querer decirnos: qué culpa puede tener una niña. Frida recibe la estampita de la primera comunión de su madre: “así la tendrás más cerca” dice su abuela. Este señalamiento sobre la religión es significativo, será la primera pista de que entre la generación de los abuelos y la de la madre de Frida y sus tíos hay algo que se ha roto. Hay una tensión entre dos modos de vida en los que se oponen las formas de vinculares con los otrxs y estar en el mundo.

Frida sube al auto de sus tíos, desde allí observa como los adultos se despiden. Una niña corre detrás del auto y la saluda. Frida rápidamente vuelve la mirada hacia adelante como si supiera que algo ha quedado atrás para siempre.

II. La herida

En el pueblo junto a su tía Marga y su prima Anna, Frida observa el baile de los cabezudos. Es una de las primeras salidas de la casa de campo, la primera ha sido al médico para realizarle controles. Este es el primer indicio de que la enfermedad de su madre también puede habitar en el cuerpo de Frida.

En la plaza Frida juega con otros niños, cae y su rodilla sangra. Una niña se acerca y su madre asustada le pide que se aleje. Marga se lleva en brazos a su sobrina, algo temerosa de las miradas ajenas. Ya en casa, con ciertos recaudos cura la herida de Frida. De esta manera Simón presenta los indicios de una enfermedad que nunca será nombrada, pero de la que finalmente sabremos que se trata de un virus que ha terminado con la vida de los padres de la pequeña protagonista. El SIDA se vuelve entonces algo no enunciado pero sugerido, algo que por el desconocimiento genera temor.

Nuevamente el acceso a los detalles sobre la enfermedad de los padres se vuelve algo impenetrable, el espectador y Frida comparten la misma información, una información limitada producto de le edad. La sutileza con la que Simón trabaja el tema es notable, encuentra el equilibrio justo entre lo dicho y lo no dicho. Más que enunciar la directora decide mostrar: las reacciones de la gente externa a la familia, la sensación de sospecha y temor y las estrategias amorosas que los adultos despliegan para resguardar a Frida. Esta es una de las pocas secuencias que ocurren por fuera de la intimidad familiar pero que pone de manifiesto que el lazo con la comunidad podrá llegar a ser algo difícil.

III. La conversación

Están por comenzar las clases. Marga, Frida y Anna están juntas en la cocina. Marga forra los cuadernos mientras las niñas dibujan. La pregunta se escapa de la boca de Frida sin mayores preámbulos: “¿cómo se murió mi mamá de antes?”. Por primera vez Frida puede verbalizar la pregunta, pregunta que parece haber estado desde hace mucho tiempo dentro de ella. La pregunta no solo se refiere al pasado, sino que posibilita un presente donde la tía ya no es considerada una impostora, un reemplazo de la madre verdadera. La pregunta pone en igualdad a las mujeres que Frida considera sus madres: la mamá de antes y la mamá de ahora. La pregunta se vuelve tregua, el posible fin de las tensiones de Frida con su nueva familia.

Marga responde con la delicadeza con la que se responde a una niña, pero está receptiva a las inquietudes. Pregunta a Frida: “¿qué más quieres saber?”. La escena registra lo que parece ser un gesto fundacional en la familia: la primera vez que se logra poner en palabras lo no dicho y sobre todo una prueba de confianza para ambas, la apertura para la escucha, pero también el estar allí para responder a las inquietudes.

Esta escena posibilita a la escena final donde Frida en medio de un juego con su nuevo papá y hermana irrumpe en llanto. Al comienzo la preocupación de los mayores es comprobar que la niña no esté lastimada, finalmente todos parecen comprender- también las niñas- que Frida a pesar de decir que no sabe porque llora, llora por todo lo que perdió, por la vida que quedó atrás y tal vez por el vértigo que da emprender una vida nueva. Es la primera vez que vemos llorar a Frida, se trata de un llanto muy doloroso porque es el lamento ante lo irreparable. Ante esta certeza la familia solo puede permanecer en silencio, porque cualquier palabra será insuficiente, pero permanecerá junta.

Simón registra con atención y sutiliza la conformación de una nueva familia no exenta de contradicciones temores y fantasmas. Registra en detalle los primeros acercamientos, la construcción de un lenguaje común, de costumbres que permitan a Frida integrarse y sentirse querida. Si bien la directora construye un relato luminoso, el final nos deja entrever que el proceso de sobrellevar la perdida no es linea, el pasado amenaza por irrumpir e inundar el presente. Algunas heridas probablemente nunca cicatrizarán pero queda la certeza de que el dolor puede volverse algo más liviano si es compartido con otrxs.

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