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Más allá de lo humano. Notas sobre Muta de Lucrecia Martel

Spoilers

Lucrecia Martel es sin duda la directora más singular del cine argentino. El comienzo de su carrera con la película La ciénaga (2001) torció el rumbo del cine nacional, habilitó un camino de nuevas posibilidades. Junto a Martel nacía un movimiento llamado nuevo cine argentino- su segunda versión, la primera es la de los años ’60- que presentaba nuevos modos de narrar alejados a la narración clásica. La renovación también sería formal y estética.

Martel forma parte de aquella tradición, pero se vuelve más difícil de catalogar. Su filmografía siempre está atravesada por la imposibilidad de clasificación, como si escapara a todas las categorías posibles. Ya su forma de comprender el cine la vuelve singular: ante el predominio de la imagen, Martel le presta especial atención al sonido. Sus películas- afirma la propia directora- no nacen de una imagen sino de un sonido y es desde allí que son construidas. “El sonido puede hacer que la imagen sea un espacio inseguro, inestable” afirma la propia Martel, esta ambigüedad, esta no correspondencia entre imagen y sonido tal vez sea su principal marca de autora y defina de algún modo su ir contra la corriente.

Su filmografía es breve, más que prolífica pareciera concentrarse en unos pocos títulos. Se trata de pocas películas pero que exploran en profundidad los universos que ponen en escena y sobre todo emprenden la exploración de nuevos modos de hacer ver y oír. A lo largo de su carrera Martel no ha abandonado el cortometraje, en estas piezas breves es donde parece posible explorar a fondo su lado más experimental, sus relatos más misteriosos. En el año 2001 fue convocada por la marca de indumentaria Miu Miu para formar parte del ciclo Women’s tales. Martel logra escapar a las convenciones de la publicidad y el fashion film para continuar explorando sus propias derivas. Muta permite adentrarse en el universo de Lucrecia Martel desde su arista más misteriosa y experimental.

I.Amanecer

Es el amanecer, un barco flota en el rio Paraguay. Hay tierra a la vista, zonas de apariencia boscosas. El interior del barco está vacío, lentamente se encienden las luces y el icono que indica el baño de las mujeres. A través de una pequeña puerta comienzan a salir mujeres, su forma de desplazarse es muy singular, también la velocidad con que lo hacen. Sus movimientos no remiten a lo humano, más bien parece que han descubierto otra forma de moverse, de habitar el cuerpo. Las mujeres recorren el barco, nunca son revelados sus rostros. La posición de cámara, el peinado o el foco lo impiden.

Desde el comienzo se produce un fuerte extrañamiento, lo que vemos parece remitirse a un mundo conocido, pero quienes lo habitan parecen alejarse de las formas habituales de hacerlo. La cámara de Martel contribuye al extrañamiento ya que se propone esconder los rostros. En cine la identificación entre el personaje y el espectadxr nace a partir del rostro, de la posibilidad del primer plano, de poder reconocerse en el rostro del personaje. Desde el comienzo descubrimos que esto no será posible, la búsqueda de Martel se aleja de la representación realista, de las formas clásicas. El cine no le debe nada a lo real puede explorar y proponer un nuevo mundo.

Al grupo de mujeres que presenta Martel no es posible conocerlas o diferenciarlas fácilmente unas de otras. Hay una imprecisión en torno a sus identidades, no sólo está vedado su pasado sino también parece estarlo su presente. La imprecisión parece abarcar también la condición humana. Sus movimientos, su gesto- comer papel, la ausencia de la palabra para relacionarse- parecen alejarlas a las formas de comprender lo humano.

II.Día

Una mujer habla desde la cabina. Su voz llega a todas las habitaciones del barco. Las palabras son en guaraní, Martel deliberadamente no traduce su sentido. Una alarma ensordecedora interrumpe todas las tareas que se desarrollaban en el interior del barco- dos mujeres peleando por un trozo de papel, una mujer con máscara que fumiga a sus compañeras, una mujer sola en un bote que lleva escrito Paraguay- las mujeres suben a la cubierta. El sonido lo inunda todo y algunas de ellas se tapan los oídos.

Unas manos masculinas se aferran a la baranda del barco. Un hombre intenta conseguir ayuda, su cuerpo y rostro permanecen sumergidos, las manos se esfuerzan. Las mujeres observan- alguna con prismáticos- su intento por sobrevivir, pero no intervienen. El hombre se hunde y la alarma se detiene. La amenaza ha dejado de ser tal. En el interior de una cartera algo vibra y ronronea, parece tratarse de un animal escondido.

Cada vez parecen brotar más interrogantes: ¿Por qué estás mujeres no brindan ayuda? ¿Por qué están aisladas en el barco? ¿Por qué la presencia masculina equivale a una amenaza? Comenzamos a desplazarnos en un territorio sin certezas, en una zona habitada por ambigüedades.

III.Noche

Las mujeres se distienden en el interior del barco. En delicadas copas sirven un líquido verde espeso que proviene de un bidón. Una voz en inglés indica que el número marcado es inexistente. Las mujeres juegan con finos hilos que parecen salir de sus muñecas, una de ellas gira sobre sí misma y es envuelta por los hilos, como si se hubiera quedado atrapada en una sutil tela de araña.

Antes de ingresar en sus cuartos las mujeres se reúnen junto a una maqueta del barco- una pequeña réplica del barco que ellas habitan-. El llamado lo realiza una mujer que mueve sus dedos como si fueran patas de insectos, el sonido se aleja del realismo y remite al mundo artrópodo.

La atmosfera se vuelve más enrarecida con la llegada de la noche. En sus cuartos las mujeres se quitan los anteojos, las pestañas, los botones de los vestidos se desabrochan solos. Una mujer cae al suelo. Los vestidos quedan arrugados sobre las camas, se oyen aleteos y la luz percibe ese movimiento y se suceden zonas más claras con zonas más oscuras. Solo quedan partículas flotando en la oscuridad y se oye el sonido de los insectos de forma cada vez más insistente. El sonido parece volverse más comunicativo que la imagen, presenta un mundo que se aleja de lo humano, que sugiere y se acerca a otras formas de vida.

¿Qué ha pasado con estas mujeres? ¿son verdaderamente mujeres o el cuerpo que habitan es meramente transitorio y se convertirá en un cuerpo de diferente naturaleza? Lucrecia Martel sólo se encargará de dar pistas, de presentar piezas aisladas alojándose en el misterio. Es el espectadxr quien deberá habitar las zonas oscuras, la falta de certeza, transitar aquel territorio poco firme. Ser espectadxr se vuelve entonces una tarea creativa y estimulante. Todos los elementos de la puesta en escena contribuyen en la creación de una atmosfera enrarecida y misteriosa, a poner en tensión aquello que se presenta bajo la forma humana- al menos en apariencia- pero donde late otra naturaleza. La temporalidad se vuelve entonces indicio de un ciclo vital, del tiempo en que tarda un cuerpo en mutar, en volverse otro. Un cuerpo que no se conforma con las formas fijas, sino que aloja la posibilidad de la transformación, de un cambio de naturaleza. En este sentido el cine de Martel también parece adentrarse en una zona donde la mutación es posible, cada nueva película implica la posibilidad de reinventarse, de crear nuevas formas de narrar.

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