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Por el mañana. Notas sobre Siempre habrá un mañana de Paola Cortellesi

Spoilers

Es el año 1946. Italia ha perdido la guerra, las calles están ocupadas por soldados norteamericanos. Lxs italianos parecen continuar- o intentan hacerlo- sin mirar demasiado atrás. Pero las dificultades cotidianas, el racionamiento y la escasez parecen una continuación de los tiempos de guerra.

Por la mañana Delia despierta y el primer gesto que recibe de su marido es un violento cachetazo sin mediación de palabra. Delia es la primera en levantarse ya que de ella depende el funcionamiento de la maquinaria familiar: la comida para que los niños lleven a la escuela, la preparación del desayuno, las tareas de cuidados del yerno enfermo postrado en una cama. Fuera de casa el trabajo continúa: por la mañana la aplicación de inyecciones en los barrios burgueses, a media mañana la jornada en el taller de paraguas, por la tarde la entrega de trabajos de costura en la lencería y finalmente el lavado de sábanas en casas pudientes. Pero la dura jornada no concluye allí, aún debe pasar por el mercado y preparar la comida para toda la familia. Lo que hace aún más dura la rutina es saber que se repetirá una y otra vez.

Desde la secuencia inicial de Siempre habrá un mañana (2023), Paola Cortellesi- en su debut como directora- presenta las líneas que se irán desplegando a lo largo de la trama: el patriarcado, la violencia de género, pero también la determinación, la toma de conciencia y las prácticas de participación política como herramienta emancipatoria.

I.Mujeres que trabajan

Las dos mujeres de la casa Diana y su joven hija Marcella trabajan. En la mesa del desayuno queda claro que los únicos que pueden estudiar son los varones. El padre de familia se encarga de señalar que las mujeres no tienen necesidad ni capacidad para el estudio y que además no hay plata suficiente. El estudio aparece como algo accesorio y prescindible en una sociedad que piensa a la mujer únicamente como madre y esposa. Diana sabe leer y escribir con dificultad. La limitación en el acceso a la educación vuelve más vulnerables a las mujeres.

También la administración del propio dinero es algo que en la vida de Diana está vedado. El dinero que recibe por sus trabajos es entregado al final del día a su marido junto al de Marcella. Sin embargo, todas las tardes antes de entrar en casa, Diana separa del monedero una pequeña cantidad de dinero que esconderá bajo su blusa. La sensación de que el propio dinero es algo ajeno es tal que Diana considera que ese gesto es un robo.

El correo también recae en manos masculinas. A la vuelta del mercado la portera le entrega un sobre a Diana, ella le pide que se lo entregue a su marido y queda sorprendida al escuchar que el sobre es para ella. Junto a la máquina de coser leerá con cuidado el contenido del sobre. Diana esconde la carta. Parece haber mucha ilusión y esperanza contenida en ese pequeño sobre, allí parece esconderse una promesa de felicidad. ¿Será la posibilidad de comenzar una nueva vida?

Diana parece transitar de forma sumisa y con resignación el rol que le fue asignado y que en ninguna oportunidad problematiza o por lo menos no lo hace a través de palabras. Sin embargo, los pequeños gestos- el dinero escondido debajo de la blusa, la carta recibida, el reclamo a su patrón de la paragüería al enterarse que su compañero novato gana más que ella por el simple hecho de ser hombre- se vuelven rebeldía, pequeñas resistencias y preanuncian la toma de conciencia y el crecimiento del personaje.

II. El compromiso

Marcella tiene un novio de “buena familia” sus padres son propietarios de una cafetería. Si bien hay muchas habladurías en el barrio sobre cómo hicieron su fortuna, la relación genera envidia entre las vecinas y un profundo orgullo en Delia. Su triunfo será ese casamiento, la posibilidad de que la hija lleve otra vida, una vida más cómoda que la de su familia.

Finalmente se produce el tan anunciado compromiso. Los billetes que Delia guardaba cuidadosamente en el cajoncito de la máquina de coser, que en un primer momento parecen indicio de una posible huida con un viejo amor, estaban destinados al vestido de novia de Marcella. Ese era el secreto de Delia, el deseo de que su hija se case con un vestido de novia nuevo. Su voluntad va en contra de la imposición de su marido que decide que Marcella se case con el mismo vestido con que lo hizo su madre.

A pesar de los obstáculos el casamiento está en el horizonte cercano. Una tarde mientras Delia cose observa a Marcella junto a su prometido en la sala de estar. Escucha que Giulio le reclama que haya ido al trabajo maquillada, el maquillaje solo será para él y cuando sea su esposa deberá dejar de trabajar. Diana observa el gesto violento con que Giulio le queta el lápiz de labio de la boca. Diana comprende que ese matrimonio tan prometedor- con ascenso social incluido- puede ser una trampa más que una liberación de la pobreza y de la violencia familiar.

Diana decide hacer algo para evitarlo y recurre a un soldado estadounidense conocido que insiste en ayudarla al verla golpeada – el estallido de la cafetería es quizás uno de los elementos más inverosímiles de la historia, pero no el único- nadie descubrirá el plan. El compromiso se disuelve por deseo del padre de Marcella, ahora no es una conveniencia ese matrimonio. Marcella queda devastada y le reclama a su madre que no haga nada al respecto. La relación que mantienen madre e hija es difícil, Marcella rechaza en silencio las actitudes de su padre, la violencia verbal y física con la que somete a su madre, pero en lugar de empatizar con ella la desprecia por someterse a esos tratos. Delia se vuelve así no sólo víctima de su marido sino también del resto de la familia.

La mañana de domingo en la que Delia sale a escondidas de la casa dejará junto a la cama de su hija un sobre con el dinero ahorrado y con una pequeña carta que ha escrito con dificultad: para la escuela. Es a partir de la reflexión sobre aquel episodio entre Marcella y Guilio que el dinero que había sido ahorrado para el vestido de novia- que parecía el único destino posible de una mujer- se convertirá en algo más significativo y en herramienta emancipatoria al ser empleado en educación. Es en este movimiento, entre dos destinos posibles, el pasaje entre: casamiento/ educación donde se evidencia el crecimiento, el cambio de percepción sobre el mundo que se produce silenciosamente en Delia. El fuerte deseo de que su historia no se repita.

III. El secreto

Es claro que desde el comienzo Delia está diseñando un plan. Se presentan varios indicios: el dinero, una blusa comprada en secreto, la complicidad de su amiga, el diseño de la excusa que le permita salir de casa el domingo luego de la iglesia. Acompañados por el rotundo silencio de Delia que no confesará jamás cuáles son sus intenciones. Cortelessi siembra estos elementos cuidadosamente para que el espectadxr llegue a la conclusión más habitual y recurrente, el de la huida de la mujer junto a un viejo- y en apariencia verdadero- amor. El espectadxr cae en la trampa, en la resolución más predecible y en el clásico cliché- la propia directora en más de una oportunidad parece peligrar con caer en algunos lugares comúnes- que no implicaría un empoderamiento femenino sino más bien una repetición.

La blusa y el lápiz de labio en el maletín de las inyecciones. La mentira dicha al marido para poder huir cuando el plan se desmorona, la carta que en el apuro por salir de casa cae y es descubierta parece confirmar la hipótesis. Pero ocurre lo inesperado, la gran sorpresa, Diana llega a un edificio y espera rodeada de muchas mujeres ingresar a un edificio, se les recuerda que lleven los documentos en la mano. Entonces esa carta guardada tan celosamente no era una carta de amor sino un documento. Diana está a punto de votar por primera vez. Aquella es la primera oportunidad en la que las mujeres italianas pueden ejercer su derecho al voto, en un referéndum que pondrá fin a la monarquía y dará inicio a la república. La sorpresa es mayúscula y resignifica notablemente todos los elementos presentados anteriormente. La frase que dice Delia a su amiga al referirse a su plan: “Lo hago principalmente por ella” adquiere un nuevo sentido, la hija la verá de otro modo a partir de ahora, y efectivamente Marcella se vuelve aliada y corre a llevarle el documento olvidado a su madre para que pueda emitir su voto. La mirada final entre ambas es un punto de encuentro.

Cortellesi decide de forma muy consciente y con un resultado muy preciso centrarse en Delia y escindir del relato lo que ocurre fuera de su mundo, los movimientos y transformaciones a nivel social. De esta manera la conciencia política y el deseo de participación forman parte de la esfera más íntima del personaje a la cual no tenemos acceso. El vínculo que Delia estableció con el mundo para llegar al momento de votación es misterioso, pero evidencia una profundidad en la subjetividad del personaje. Lo que llegaba a resultar problemático en la representación de Delia, la exacerbación de rasgos como la torpeza que peligraban con caer en la comedia, el subrayado en la sumisión y la aparente imposibilidad de imaginar siguiera que otra vida es posible, estaban acompañadas de un deseo que se despliega de forma subterránea, de un empoderamiento del que solo podemos ver la superficie pero que implica una fuerte transformación personal. Rehacer la propia vida implica adquirir nuevas herramientas y una nueva forma de vincularse con el mundo.

Aquel maletín con el lápiz de labio y la blusa que en un primer momento parece el gesto romántico de un plan de huida tras los pasos de un viejo amor, se resignifica en el desenlace. Esa valijita lleva consigo un hecho significativo, fundacional en la historia de Delia: el derecho fundamental que le dará el mismo valor a su voz que a la de los varones. La blusa que ha comprado e intervenido en secreto evidencia su transformación, se trata de una pendra más moderna, más descubierta, que parece corresponderse con los aires de renovación de Italia. El empoderamiento de Delia comienza por una conciencia política y colectiva. Por primera, la vemos rodeada de mujeres, eso la protege ante la llegada de su marido, esa fuerza colectiva es la que hace retroceder a su agresor sin necesidad de que medien palabras. El final abierto nos permite soñar con un futuro más luminoso para Delia, de autonomía. Confiamos en ella- y también la propia directora- , en su trasformación, en su nueva forma de estar en el mundo.

La ficción se apaga y da paso a un pequeño fragmento documental. El material de archivo muestra la primera experiencia del voto femenino en Italia. Y recupera una frase dicha por una de las protagonistas de la jornada. “Íbamos aferradas a nuestras papeletas como a cartas de amor”. Esta frase sintetiza el cambio absoluto en la vida de las mujeres, el pasaje del único destino que parecía posible- el del matrimonio, el de las cartas de amor y el hogar- a la vida pública, a la adquisición de derechos políticos que implica la apertura a otros mundos posibles y otras formas de habitarlo. Paola Cortellesi en Siempre habrá un mañana parece decirnos que la primera emancipación femenina es la adquisición de derechos políticos y que esa emancipación posibilitará todas las emancipaciones.

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